martes, 31 de octubre de 2017

LA PÁGINA DE MANOLO MOLÉS - El legado de Chenel

MANOLO MOLÉS
@ManoloMoles
El legado de Chenel. Lo titulo así porque ha dejado muchas cosas positivas en la Fiesta, él, que sintió el toreo como un veneno necesario, que vivió los horrores de la guerra en sus últimos estertores, hijo de rojo, habitante de buhardilla en Goya, desahuciado por caer en el bando contrario, rescatado por su hermana Carmen, esposa de Parejo, el mayoral de Las Ventas. Ahí arranca el germen de lo que vendría luego. Niño de la posguerra, sin apenas estudios, conocedor de todos los rincones de las Ventas, colillero por negocio. Les vendía a los obreros del Arroyo del Abroñigal los cigarros que él juntaba de las colillas que quedaban en el cemento de Las Ventas.

Hace seis años que no nos vemos. Se fue sin pulmones por culpa del tabaco. Pero me dijo adiós hablándome de toros: “Ya verás, Manuel -nunca me llamó Manolo- cómo vamos a echar una gran temporada el próximo año”. Los médicos dijeron que se iba ya, que no tenía aire en los pulmones y aguantó una semana porque sacó la casta de los bravos que no quieren doblar en las tablas.

El prólogo del libro que le escribí lo hizo Joaquín Sabina, que tenía en su casa pegada a Tirso de Molina un confesionario en la entrada y una foto enorme de Antonio con el mechón blanco. Joaquín cada vez que entraba y salía de la casa hacía la reverencia y se arrodillaba ante el maestro. ¡Les unían tantas cosas! Madrid, la bohemia, el riesgo, conductores suicidas y toreros hasta que el cuerpo reviente. Y Joaquín escribió en el prólogo: “Si Antoñete volviera sería su banderillero. ¡Qué enorme torero era!”.

SUS PALABRAS SIGUEN VIGENTES EN LA FIESTA Y EN MIS COMENTARIOS

Tantos años junto a Chenel están grabados para los restos en los archivos de corridas de toros en Canal Plus, desde el arranque en 1992 hasta la última que quiso comentar cuando ya el tabaco, el de los miedos, el compañero de fatigas, el que le daba y le quitó la vida, se lo llevó por delante. Lo que no pudo hacer ningún toro. Recordarle seis años después no es fácil de explicar. Y menos aún porque no ha llegado, ni le ha borrado, el olvido. Sus palabras, viejo sabio de frases cortas, siguen vigentes en la Fiesta y en mis comentarios. Te repito algunas: “El toreo bueno es aquel que no solo queda en el paladar sino el que además te llega al corazón y si es preciso te encoge el estómago”. Ahí unía dos valores fundamentales para él: la belleza, sí, pero la emoción también.

Muchas de sus frases me las grabo a fuego en la memoria. “Cargar la suerte es cambiar el toreo lineal por la hondura y la profundidad al cargar el cuerpo sobre la pierna contraria”. Y seguía en algo que practicaba siempre: “La distancia es fundamental, entre otras cosas, para que surja la belleza de la arrancada del toro y la repetición de la embestida”.

Estaba retirado en la soledad de Navalagamella, cuando fui a buscarle a la casa que había comprado a uno de los médicos de Franco, toma ya, que tenía en el pueblo. Casa vieja, maleza, hierbas de años, senderos cegados por el abandono, era su último refugio. Lo encontré en un bar, el Kilómetro 0 se llama, jugando al dominó. Era 1991. Le conté lo de la televisión. Pero le vi como entregado, en tablas, sin ganas de luchar. Pero lo hizo. Y fue feliz y fue maestro, y demostró que el saber con cuatro palabras se entiende mejor. Volvió a ser feliz y al acabar la feria, el último día me dijo: “Manuel baja conmigo al ruedo”. Le hice caso por no llevarle la contraria. Bajé, me dijo que pisara el ruedo y me dio un abrazo, me dijo: “Creo que hemos triunfado” y volvió a ser feliz.

ERA TAN TORERO QUE SE FUMÓ HASTA LA VIDA

Yo he sido un hijo único feliz, nunca pensé que iba a tener un hermano mayor con el que iba a disfrutar tanto tiempo. Volvió a torear con no sé cuántos años y volvía a ser el maestro. Era puro en el toreo y mentiroso en el frontón, donde nunca aceptaba que su bola había cruzado la raya. Pero era sabio en todo lo demás. Su ídolo callado fue Rafael Ortega, siempre me dijo que no había otro tan puro, no solo con la espada sino toreando. No le dieron su categoría. El sí, bebió de esa fuente. Ahí están sus naturales en Jaén al toro de Victoriano del Río.

Otra frase suya: “Se torea como se es. Por eso el toro delata a los malos toreros y a los impostores”. Nunca olvidé el día que me dijo esto: “Hay que respetar el terreno de los toros, como hay que respetar el terreno de los hombres. Primero es el saludo, la lidia, el poder. Y luego, toreando, ya se estrechan las distancias. Lo contrario es una falta de respeto. Al toro y al hombre no se les puede avasallar de salida. Siempre que el toro sea toro y el hombre sea hombre”.

Tantos años juntos darían para escribir otro libro. Pero el 22 de octubre hace seis años que salió de Las Ventas para no volver. Él, que siempre volvía.

Tal vez por eso hoy le he dedicado esta página sin pedirle permiso. Era tan torero que se fumó hasta la vida. Abrazo, maestro, estés donde estés. / Redacción APLAUSOS

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