Notable
el ritmo con uno de los dos toros de buena nota de una seria corrida de los
Matilla. *** A favor de ambiente, y con el toro de la tarde, se embala Padilla.
*** Firme López Simón.
BARQUERITO
DE LOS TRES HIERROS de la familia Matilla entraron
en liza dos: el de los hermanos García Jiménez, que es el más numeroso, y el de
Olga Jiménez. El tercero de los hierros, el de Peña de Francia, minoritario, no
concurrió. Los Matillas le han cogido el aire al encaste Jandilla y la
ganadería, de buenas hechuras por sistema, ha pasado a ser reconocible. La
regularidad.
Cuatro toros del hierro de Olga Jiménez se jugaron
por delante en esta última corrida en puntas del abono del Pilar. En tipo los
cuatro. El más liviano, cuarto de corrida, fue el más serio de cara, y el de
más calidad. El tercero, tupido colgajo, seria expresión, fue el más hondo. Los
dos dieron muy buen juego. Padilla, desenfrenado, embalado, en ataque
constante, le hizo casi de todo al cuarto, que había cobrado de salida dos
estrellones contra las tablas en otros tantos remates de bravo, y vino con
ganas a dos largas cambiadas de rodillas. Un quite eléctrico por faroles, tres
pares de banderillas -el segundo, de poder a poder, de mucho riesgo- y una
faena que tuvo desde casi el arranque la compañía de fondo de la banda de
música y el apoyo sentimental e incondicional de la mayoría.
Una mayoría contagiada por el ambiente de las
peñas vaquilleras que llenan a diario La Misericordia en funciones matinales.
El “Illa, illa, illa, Padilla maravilla” de los días felices de Pamplona se
dejó oír más de una vez. El coro fue gasolina y estímulo para Padilla, que en
Zaragoza, donde sufrió el percance que le costó la pérdida de un ojo, es torero
con mando en plaza. De tan atacada, la faena fue muy irregular. Por exceso con
la mano diestra; por defecto con la izquierda. Al toreo al natural renunció
Padilla en seguida. Pero, en cuanto volvió a ver encendida la luz verde, cogió
carrerilla: espaldinas, molinetes, un desplante frontal de rodillas a chaleco
abierto y, en fin, una baza de mérito mayor: una estocada en los medios, que
fue suficiente. Dos orejas. La segunda fue un exceso. En la vuelta al ruedo no
faltaron ni las banderas nacionales -tres, constitucionales las tres-, ni los
vivas a España que tantas veces se han repetido a lo largo de la semana de la
feria, ni la bandera pirata en la punta cuya asta se colgó un cachirulo
clásico. El toro desorejado se llevó en el arrastre una ovación casi cerrada.
Uno de los más completos de la semana.
El contraste con los excesos de Padilla,
incorporados ineludiblemente al repertorio propio, fue la pulcra gracia, la
soltura de ligera pero sutil apariencia y el templado acento de Ginés Marín con
el otro toro de nota de los Matilla. El hondo tercero, que se llevó de salida
un ramillete de lances mixtos -mandiles, sedicentes chicuelinas, una airosa
larga de remate- y vino a engaño luego con son del bueno. Lo vio claro Ginés
desde el primer muletazo- la primera de dos banderas en tablas cosidas con
trincherilla y molinete- y desde la primera tanda formal, ya en el tercio, en
paralelo con las rayas, traído el toro al vuelo suave y sin obligarlo porque
había claudicado un par de veces.
A las dos series en redondo, espaciadas con sendos
paseos, siguieron otras dos con la zurda de mano baja, a muleta puesta y bien
rimadas. Antes de pasar a una segunda mitad de faena, la primera la virtud del
ritmo. No tanto la segunda. Antes de la igualada, una tanda de sedicentes
bernadinas calentó al público. Fueron cuatro, abrochadas con un floreo. Media
estocada en el sitio donde todos los toros se las acaban tragando enteras. Los
pañuelos de las dos orejas asomaron casi de golpe y sin demora. Se abrió el
grifo.
Del chorreo iba a salir beneficiado López Simón
-la quinta oreja del festín- que anduvo firme y en principio acoplado con uno
de los dos toros del hierro de García Jiménez, bóvida mole de 650 kilos, con
los que pudo sin empacho. Solo que ese quinto toro dio en rajarse no sin haber
avisado antes. A toro rajado López Simón insistió lo indecible. Prueba de su
afán.
El otro toro de los hermanos Matilla, el sexto,
fue de mayúscula lámina. A pesar de haberse soltado y corretear en el primer
tercio, y de distraerse, la cara alta, en banderillas, Ginés repitió brindis al
público. Solo en el comienzo de faena se pusieron de acuerdo las dos partes.
Antes de aplomarse el toro, Ginés le anduvo habilidosamente. La música, en
tarde de destajo, se arrancó cuando, algo tarde, con una marcha fallera de
fondo, Ginés se metió entre pitones con la cabeza fría. Estaba parado en seco
el toro. El primero de corrida, sangrado en varas hasta la pezuña, se soltó y
rebrincó un poquito, Padilla le pegó muchos pases. También la firme faena de
López Simón al segundo, toro noblón, fue maratoniana y los méritos se diluyeron
entre una pila de muletazos, los penúltimos en rizo. Y el postre de
manoletinas.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de la familia Matilla. Los cuatro primeros, con el
hierro de Olga Jiménez, Los dos
últimos, con el Hermanos García Jiménez.
Padilla, silencio y dos orejas.
López
Simón, silencio tras aviso y una
oreja.
Ginés
Marín, dos orejas y ovación tras
un aviso.
Sábado, 14 de octubre de 2017. Zaragoza. 8ª
y última corrida de toros para diestros de a pie del Pilar. Corrida de la
Prensa. Estival. Casi lleno. 9.500 almas. Dos horas y media de función.
Postdata para los íntimos.- Y colorín, colorado...!
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