ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Victorino Martín Andrés (1929) se erigió como el
guardián de la casta y la integridad del toro. En sus dominios no pisaban
veedores de toreros, ni mercaderes profanadores de templos, ni nadie osaba
mandar más que el ganadero en su producto, en sus criaturas voraces y
tobilleras -las que dieron en llamar alimañas- o templadas y entregadas al
mando de los vuelos de quien fuese capaz de descifrar los códigos de su
bravura.
Entre vacas y cabras, el viejo Victorino Martín se
crió en Galapagar (Madrid) como un niño travieso y rural. El abuelo Venancio
amasó un capital con el trato bovino y caprino hasta hacerse con casi 40
pequeñas fincas, un enorme minifundio, que todavía en vida repartió entre sus
cinco hijos. En casa de Victorino cayeron Los Cercados Estrechos, El cerrillo
de Monterrubio, El Pardo Fuentes, La Blasca del Moral, El Garaje y un pajar.
El mítico ganadero recordaba su primera ganadería:
"De raza serrana, vacas coloradas, berrendas y chorreadas, y las lecheras
frisonas que bajaron de Santander". Pero el verano del 36 arrasa con la
supuesta paz de la II República y las milicias se llevan a su padre preso al
Cuartel General del Aire en Moncloa. Y de ahí a Paracuellos...
Victorino da un triple salto mortal. De criador de
ganado de carne y lechero, tratante, carnicero y moruchero a imprescindible
ganadero de toros bravos en la Historia del toreo. Un proceso largo que
transcurre desde la primigenia experiencia con la bravura en la finca de los
Hernández y el encaste Vega-Villar, pasa por dar toros por los pueblos serranos
de Madrid (Moralzarzal, Las Rozas, Galapagar...) y concluye con la génesis de
Victorino como marca registrada.
En 1960 compra un tercio de los toros del Marqués
de Albaserrada en poder de la familia de Escudero Calvo hasta completar la
adquisición en exclusiva de toda la estirpe con los diferentes herederos.
Nadie, ni el propio marqués de la A coronada (hierro de la casa), se situó
tanto tiempo al frente de los albaserradas que, en manos de los Escudero,
caminaban hacia el matadero. La providencial aparición de Victorino Martín
convirtió un coche para el desguace en un Fórmula 1.
Paso a paso Victorino escala posiciones, aunque
aún lidia a nombre de Hermanos Martín. Debuta el 19 de julio de 1965 como ganadero
en la Monumental de las Ventas, con una novillada que se salda con la gloria de
El Inclusero y una formidable gresca con la empresa Jardón, que no quiere
abonar las 250.000 pesetas pactadas. Las puertas se le cierran. La polémica
entra a formar parte de la vida de Victorino porque la verdad sólo tiene un
camino.
Entre el veto venteño y su regreso suceden
capítulos como la batalla entre Manuel Benítez 'El Cordobes' y Sebastián Palomo
Linares por una corrida de Galache en la Feria de San Isidro en 1968. Victorino
Martín, todavía un desconocido, protagoniza su primera gran incursión en los
medios de la mano de Vicente Zabala en El Alcazar y Nuevo Diario. En titulares
en enorme cuerpo y a pagina completa, Victorino ofrece a las figuras totalmente
gratis una corrida cinqueña y anuncia que el precio de la carne lo donara a los
pobres. Por supuesto, no hay contestación, pero agita la conciencia de la
opinión pública y la afición.
Como un mayo taurino del 68. La temporada se
complica cuando el 2 de junio el semental Hospiciano embosca a Victorino Martín
en pleno campo y lo cose a cornadas con ocho puñaladas que afectan gravemente
al riñón y al pulmón izquierdo. Sobrevive de milagro cuando la fiera decide
abandonar la presa.
La intermediación del ganadero Manuel Aleas con
los empresarios de Madrid hace que el maltrecho Victorino, en la salud y en el
dinero, vuelva a Las Ventas el 18 de agosto de 1968 con una corrida de toros
¡con los cinco años cumplidos! La Fiesta se encontraba entonces inmersa en la
batalla, abanderada por los sectores mas rebeldes e independientes de la
prensa, por el cambio en el Reglamento que obligase a lidiar el toro con cuatro
anos frente al utrero de tres años imperante.
El Paleto de Galapagar triunfa con un espectáculo
de pura adrenalina, de tal calibre que la empresa le ofrece volver sólo tres
semanas después. Ya nunca más se anunciarán sus toros en los carteles como
Hermanos Martín. Nace Victorino Martín, nace la leyenda.
Todo torero que haya lidiado victorinos en plazas
de categoría hace una marca especial en el pomo del estoque, como una muesca
por enemigo caído en el revólver. Desde Andrés Vázquez en adelante se suceden
auténticos especialistas en la ganadería de la A coronada. Ruiz Miguel, con 79
corridas, lidera el escalafón de matadores que mas victorinadas se han metido
entre pecho y espada. Seguido del maestro alicantino Luis Francisco Esplá.
Junto a José Luis Palomar componen el cartel de la llamada Corrida del Siglo el
1 de junio de 1982, en plena exaltación de Naranjito, el puño y la rosa. La
tarde, televisada por TVE, se convirtió en un referente. La afición invadió el
ruedo y elevó a los protagonistas sobre sus hombros por la Puerta Grande.
Victorino ya sabía lo que era abrir ese pórtico de
la gloria con Miguel Márquez el 18 de mayo de 1976: "El primer tanto de la
tarde se lo apuntó Victorino al llenar la plaza hasta la bandera [...]. A más
de un ganadero le rechinan los dientes. Les duele la sicosis masiva que
indudablemente existe en Madrid con esta divisa. Pero, señores míos, ustedes
estuvieron a tiempo de hacerlo que el llevó a cabo a su debido tiempo con
indudable garantía: enfrentarse a todo el taurinismo, jugar la carta del
aficionado, respaldar las campanas de la critica independiente con
declaraciones sumamente peligrosas para quien pretende circular con dignidad
por este espinoso mundillo del toro", escribió Zabala Portolés.
Su imagen alejada del estereotipo del ganadero
señorito andaluz, su lengua indomable y sus dotes de innato comunicador que
hacían saltar chispas en un sistema dormido en la comodidad como el taurino.
Ningún ganadero de bravo se aproximaría siquiera, con el paso de los años, al
doble caché del que llamaban Paleto de Galapagar, enjuto, rápido y listo como
sus toros, centellas grises de miradas de sílex.Y se siguieron juntando hitos y
nombres propios: Ortega Cano vino a indultar a Madrid en julio de 1982 a
Velador en corrida concurso, el único toro de la historia de Las Ventas que ha
salvado la vida por su bravura. José Ortega conocía por fin la miel después de
paladear la hiel de los victorinos en 1979 sobre el ruedo venteño: la tarde se
hubo de suspender en el cuarto con los tres matadores heridos en la enfermería.
Los toros Baratero, Jaquetón, Veraniego, Borgoñés,
Cobradiezmos harían historia en la parte animal entre otros muchos a lo largo
de 50 años en la cumbre; pero en la zona humana héroes como Víctor Mendes, El
Tato, Pepín Liria, Diego Urdiales, El Cid, desbrozaron sus trayectorias por la
selva de las victorinadas.
De los caballeros de la armadura dorada, cinco
escribieron sus gestas con letras mayúsculas en la Monumental de las Ventas:
Andrés Vázquez, Ruiz Miguel, El Niño de la Capea, Roberto Domínguez y Manuel
Caballero se encerraron con seis victorinos como solitarios gladiadores en el
circo romano. Alejandro Talavante y El Cid también tiraron la moneda al aire
sobre la arena venteña con media docena de albaserradas con la A coronada
grabada a fuego. Salió cruz.
De aquellos minifundios de Galapagar, la tierra
madre de Victorino, al emporio de Las Tiesas y Monteviejo en los lares de
Extremadura. La vida del único ganadero que ha ganado las Medalla de Oro de
Bellas Artes (2014) y el Premio Nacional de Tauromaquia (2016) forma ya parte
de la Historia de la Tauromaquia en molde de oro.
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