La
temporada colombiana cierra en apoteosis. Juan de Castilla, Roca Rey y
Castella, que se repartieron siete orejas; los ganaderos Juan Bernardo Caicedo
padre e hijo que sacaron un toro indultado, otro de vuelta al ruedo y dos más
ovacionados en el arrastre; los empresarios Pablo Moreno y Ricardo Cediel,
todos salieron a hombros de la Santamaría tras un corridón triunfal,
triunfalista e interminable.
Juan Bernardo (padre e hijo), Pabo Moreno, Roca Rey, De Castilla, Castella y Ricardo Cediel en la Santamaría. |
JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
Foto:
Camilo Díaz
En la esplendorosa tarde bogotana la plaza no se
llenó. A cambió desbordó de fervor taurino, toreo y fiesta. Menudearon los
vivas y los oles a la empresa, a “los toreros buenos¨, a la fiesta, a Bogotá y
a Cali, al retorno de las corridas en Medellín, también los “abajos” a diversos
personajes antitaurinos y otras ocurrencias… Fue largo, cerca de cuatro horas,
y la gente aguantó sin resentirlo, porque la intensidad y las muchas cosas que
pasaron (pertinentes y sobrantes) la mantuvieron en vilo.
Una prolongada ovación inicial en el tercio para
Castella que compartió con sus alternantes. Cinco modosas vueltas al ruedo con
trofeos y sin ellos, incluyendo la del segundo arrastre. La devolución de dos
toros a corrales, uno por lesión y otro por indulto. Tres retrasos del tiro de
arrastre para faciltar la presión del pùbico en busca de trofeos. Dos extensas
ceremonias en la arena para cortar coletas de banderilleros: Primero a Wilson
Chaparro ¨El Piña¨, tras un lucido último tercio en solitario con el tercero,
que Castella en un gesto de torería le colocó en suerte las tres veces, los
matadores César Rincón y César Camacho salieron para usar la tijera cortante a
cuatro manos, y tras ello, una multitud (monosabios incluidos), tomó los medios
para saludar, abrazar y besar, uno a uno al despedido, luego, sus compañeros le
dieron una vuelta en hombros, cambiándoselo por turnos; después, más
frugalmente, salió Miguel Aguilar tras la lidia del quinto, a ser peluqueado en
el ruedo por el ganadero y empresario Ricardo Cediel. Un discurso de arranque,
con parlante en el tercio y todo, y una inopinada lenta procesión con pancartas
de militancia taurina en medio del festejo, que se detuvo frente al burladero
de matadores para tratar, contra toda liturgia, de involucrar en ella a los
tres alternantes, quienes injustamente puestos en tal brete frente al público
aplaudidor, tuvieron que declinar apenados. Todo eso sumado a las casi ocho
lidias (la del primero que se devolvió después del primer tercio, y la del
innecesario y fallido regalo) cupo en las cuatro largas horas. !Uff! Casi nos deja el avión.
El triunfo de los toreos no valió lo mismo por
causas presidenciales. Indiscutibles las dos orejas para Roca Rey, por una
faena impoluta, cuasiperfecta, con el bravo, noble y abrochado segundo. Desde
la primera Verónica hasta el descabello. Plantígrado, hierático, embrocado,
nítido, acompasado, pictórico, vertical, templado, largo, rimado, mandón,
contenido, preciso, arriba y abajo, al derecho y al revés, en redondo y
circular… Figura donde lo pongan. Ni una de más ni una de menos. El volapié, el
acero total arriba, el toro cayó se levantó y la cruceta con exactitud
quirúrgica puntualizó. Faenón, faenón ambidiestro, el de toda la temporada
nacional. ¡Torero! Torero! El ruedo lleno de prendas y el limeño con una leve
sonrisa como de no fui yo. Liquidó de pincho y estocada el quinto, soso y flojo
que apenas se tenía.
Juan de Castilla, tuvo un gesto. Le salió al
imposible manso-rajado tercero cuando los otros dos ya tenían asegurada la
puerta grande y los gritos espontáneos le pedían que abreviara. No se resignó.
En las tablas, donde se había refugiado el cobarde, se puso de carnada para
pescar viajes y persecuciones. Dele que dele. Cualquiera hubiese cogido el atajo.
Él no, porfió hasta la muerte fulminante con la estocada de la tarde (y eso que
las hubo buenas). La oreja fue reglamentaria y canónica.
Pero lo fenomenal vino con el sexto, «Talentoso» Nº 63, casi de cinco años,
menos un mes, negro, cornivuelto, que no fue picado por Ospina. El signo de la
brega fue el poso. Las verónicas y la media. Las cacerinas para llevar, y las
chicuelinas, el delantal, la media y la revolera para quitar. Y tras la ovación
a los pares de Pineda, un concierto de muleta en el que brilló una cadente y
honda tanda de naturales, ocho creo, con su forzado. El noble iba e iba, en
compás, con el tranco de más, con el regreso franco sin pausa, con la codicia,
la fuerza justa y mucho fondo, y mientras el toreo brotaba, él a más. La cosa parecía
no tener fin si no la paraban, entonces la petición de indulto se generalizó y
Usía la oyó, sacó el pañuelo perdonavidas y los dos blancos orejeros. Tres
tandas más y la simulación de la muerte a toro perdonado regaló el paisa que
toreó con alta fiebre. Si lo primero (el indulto) puede ser discutible, las
orejas jamás. Así de bien estuvo Juan. Así, siendo el modesto tercero en medio
de dos figuras en duelo, se convirtió con todo mérito en el triunfador de la
lujosa clausura. Nada de paisanaje, no señor.
Sebastián Castella pareció sentir el peso del
peruano en la tarde. Preventivamente salió con todo. Tanto en el devuelto, como
en el que corrió turno. Y con el mal regalo a cambió de no poder lucir bregó
como un condenado. Pero no. Con el primero bis, no picado por Cayetano Romero,
fue desarmado. Viotti y El Piña saludaron, Y el francés bordó series preciosas
combinadas con otras trompicadas y desordenadas. La faena resultó anfractuosa y
accidentada. El acero quedó pasado y descentrado pero su señoría no tuvo reparo
en darle la segunda peluda potestativa e igualar el premio con las otras de
muy, muy superior calado. Ha sido la tónica de este palco.
El cuarto, salió capacho y protestado, pero
franco, aunque algo sosón. Le lanceó con oficio e invitó al Piña para poner los
tres pares y él servirle las suertes. Gran Momento torero. Vehemente, de
rodillas, cinco en redondo y luego cal y arena y un espadazo trasero que
terminó en palmas para el arrastre y silencio para él. Del regalo mejor no
hablemos. Amor propio y torería derrochó Sebastián en su batalla perdida. Eso
vale también.
La foto de familia, en hombros, rumbo a la puerta
dice más que mil palabras. Tal fue la clausura de la temporada nacional.
FICHA DEL FESTEJO
Bogotá. Domingo 1º de marzo 2020. Plaza de
Santamaría. 6ª de Temporada. Sol. Más de tres cuartos de aforo.
Ocho toros de Juan Bernardo Caicedo, el 1º devuelto por lesión promediando el
último tercio. Salió el priemer reserva en cuarto turno y octavo Salió el
segundo reserva como regalo. Bien pero disparmente presentados y de juego
variado. Indultado el 6º, «Talentoso», Nº 63, casi cinqueño, negro,
cornivuelto, de 487, Al 2º ¨Zorro¨, Nº 72, cuatreño, castaño, abrochado, de 480
kilos. Ovacionado el 1º bis y aplaudido el 4º.
Sebastián
Castella, dos orejas, silencio y
silencio.
Roca
Rey, dos orejas y silencio.
Juan
de Castilla, oreja y dos orejas
simbólicas.
Incidencias: Al finalizar la corrida salieron a hombros
los tres matadores, los dos empresarios y los ganaderos padre e hijo. *** César Rincón y César Camacho, cortaron la coleta del banderillero Wilson Chaparro ¨El Piña¨, tras su
ovacionado último tercio en solitario con el 3º. También el ganadero y
empresario Ricardo Cediel cortó la
coleta el banderillero Miguel Aguilar
tras la lidia del 5º.
No hay comentarios:
Publicar un comentario