El
diestro de Arnedo prepara en la soledad del campo una ilusionante temporada que
le llevará a pisar los ruedos de mayor resonancia.
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
@ardelmoral
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
El matador riojano anda sumergido en el campo. Son
jornadas de coche, dehesas y tientas para poner a punto el cuerpo y la mente
antes de encarar la gran temporada. Urdiales tentó días atrás en Las
Cobatillas, solar de los toros de la familia Murube, en una tarde primaveral
reservada para un puñado de íntimos. Se le veía suelto, feliz en la cara de los
animales, con ganas de expresar su toreo con dos becerras de distinta condición
pero idéntico fondo de nobleza... Algunos años en el ostracismo no lograron
doblegar confianzas pero hubo una faena –en el otoño madrileño de 2018- que
marcó el definitivo punto de no retorno. Diego pasó de ser un torero de culto a
un nombre de referencia. El pasado año logró entrar en Sevilla con una faena de
rabioso sentido clásico que le ha abierto las puertas de una nueva Feria de
Abril. Su nombre también forma parte del cartel ungido por los buenos
aficionados: es el que forma el propio Urdiales con Morante y Aguado en San
Miguel.
- Hay que
hablar de Sevilla. Han salido los carteles y va a reencontrarse con la plaza de
la Maestranza después de aquella faena del año pasado que logró calar en el
aficionado. No hubo orejas pero sí quedó el poso, el sabor, el recuerdo...
La verdad es que fue un día muy bonito. Fue un
toro que me dejó hacer algo que no había podido hacer hasta ahora: mostrarle a
Sevilla qué clase de torero soy. El público de la Maestranza entró desde el
primer momento.
- En esa
faena se marcaron algunas claves de su personalidad y ese cantado camino hacia
la naturalidad.
Es que hubo una conexión inmediata. Desde que me
abrí de capote la gente ya estaba dentro y en la faena, dentro de lo que el
toro me permitió, hubo cosas que pude disfrutar mucho. Saboreé y sentí esa
respuesta que sólo se produce cuando todo se fusiona: el torero, el toro, el
público... Fue muy bonito, la verdad.
- Parece
que lo clásico es lo más moderno ahora. Parece que estamos viviendo un viaje a
las fuentes del toreo.
Es la forma como siempre he entendido el toreo y
es la que he buscado toda la vida. Parece que ahora es un descubrimiento pero
eso es lo que me llena, lo que siento y lo que me hace feliz. Cada uno ve esto
de una manera pero yo tengo muy claro que cuando uno torea natural surge algo
muy especial y además creo que es lo más difícil de conseguir en el toreo. Se
trata de ser natural y, a la vez, torear. Eso es muy complicado...
- Ese
concepto, la naturalidad, se repite ahora mucho...
Sí, pero ¡toreando! Si no hay toreo no hay nada...
- ¿Y qué es
el toreo para Diego Urdiales?
El toreo es dominar a un toro, reducir su
velocidad y ponerlo al ritmo que te puedas permitir, en el que tú seas capaz de
sentir.
- Decía
Antonio Bienvenida que a partir de ahí comienza todo lo demás...
Claro. A partir de ahí viene todo.
- Hay que
descender a terrenos algo más prosaicos. Sus relaciones con la empresa Pagés
parecen haber entrado en un terreno de fluidez que no siempre fue fácil.
Eso son cosas de mi apoderado pero la realidad es
que a lo largo de mi vida sólo he toreado cuatro tardes en Sevilla y este año
voy dos. La ilusión es tremenda para ambas citas: en la Feria y en San Miguel,
con dos carteles y dos corridas que me llenan.
- El cartel
de San Miguel –con Morante y Pablo Aguado para estoquear la corrida de Juan
Pedro Domecq- es el que más ha enamorado a los aficionados.
Somos tres toreros de un concepto parecido aunque
cada uno con su propia personalidad. Eso sí es inimitable y único de cada uno.
Cuando uno siente el toreo nadie lo puede copiar pero nos movemos sobre un
camino clásico, sobre los mismos fundamentos y es un cartel que ilusiona al
aficionado. Ahí está esa magnífica respuesta de la gente. Eso es una ilusión
pero luego el toro tiene que ayudar y uno tiene que tener el día. Por eso el
toreo es tan bonito y tan mágico pero... qué cosa más grande que uno vaya a los
toros con ilusión de querer ver torear y emocionarse, de que sea un día grande.
- A pesar
de torear poco y de algunos años de ostracismo ha logrado algo muy complejo:
saberse esperado y ser un torero muy para el aficionado.
La verdad es que ha habido muchas cosas ingratas.
Pero yo elegí mi camino y poco a poco he conseguido muchas cosas importantes.
Me siento muy orgulloso y no voy a cambiar ahora. Yo percibo ese sentimiento en
aficionados, compañeros, hasta en los chavales que quieren ser toreros, figuras
en activo y en toreros que son leyenda y que me lo transmiten. Eso es muy
difícil de conseguir, lograr calar en toreros tan grandes con tu forma de
torear.
- Ahí está
el nombre de Curro Romero...
Imagínate... El primero que me enseñó a coger un
capote cuando era un niño fue mi maestro Rafael Guerrero, que había nacido en
Sevilla. Él me mostro los primeros pasos en el toreo y me hablaba de Curro
Romero como algo único, especial, como uno de los toreros más grandes que había
dado la historia. Y mira por donde he sido capaz de poder emocionarle con mi
forma de torear. He tenido la suerte de conocer a un ser inigualable delante
del toro y fuera de la plaza. Curro es algo muy especial y me emociona hablar
de él.
- Eso nos
lleva a otro terreno, el de la libertad creativa; mostrarse delante del toro
tal y como uno es, sin presión añadida.
La presión siempre está pero si alguien tan grande
como él habla de ti así... Tú llevas por dentro tu concepto y lo sientes pero
si alguien como Curro lo dice te quitas un peso muy grande de dentro. A lo
mejor no estaba tan equivocado. Me sirve para afianzarme en ese camino que
había buscado, el que toda la vida había sentido. Todo eso te confiere una gran
libertad interior. Lógicamente se nota en la plaza y hace que te expreses de
una forma diferente.
- ¿Hay que
estar tan preparado para los momentos duros como los de éxito?
Aquí el toro te pone rápido en tu sitio y te
radiografía tal y como estás. La verdad es que es muy bonito poder expresarte
con un toro, emocionarte y emocionar a la gente. Pero cuando eso termina se
queda dentro para ti y lo disfrutas con tu gente, que también lo merece.
Pero... ¿para qué levantarse de la tierra? Sólo somos humanos...
- Y
hablando de toros concretos hay que mencionar a ese ejemplar de Fuente Ymbro
que cambió tantas cosas en el otoño madrileño de 2018.
Se trataba de reafirmar el camino andado. El toro
de Madrid, como las tardes de Bilbao, una plaza en la que he abierto la puerta
grande tres veces en cuatro años... Esa tarde de Madrid es el resumen de una
vida; la vida resumida en una tarde de toros. Recuerdo el primer toro, la
complejidad del viento y el propio animal, el esfuerzo... y poder ser capaz de
cortarle la oreja. En el segundo, al que corté dos orejas, me permitió por
momentos expresarme con esa libertad y el alma libre.
- Era el
colofón de un año complejo en el que llegó a tomar decisiones muy arriesgadas.
Me había quedado fuera de San Isidro por decisión
propia. Ésa era mi quinta corrida de toros.
- Se le ve
feliz, relajado, viviendo una pretemporada tranquila...
¡Sí! Lo único que me preocupa ahora es yo mismo.
Lo demás vendrá o no vendrá pero, lógicamente, tiene que haber suerte para que
las cosas funcionen pero lo único que me preocupa es que mi toreo siga
creciendo. Y todo eso que me alimenta y me hace feliz perdure cuanto más tiempo
mejor para poder disfrutar en la cara del toro y hacer disfrutar a la gente.
- Queda
poco para que salga el toro...
Es que ya está ahí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario