El
nefasto desarrollo de la pandemia obliga a pensar en otras prioridades. La
hipotética feria de septiembre aún no tiene oficialidad mientras crecen los
plazos preventivos.
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
29 de marzo: Ya tenían que haberse celebrado las
ferias de Fallas y la Magdalena de Castellón además de un largo rosario de
festejos ya cancelados o por cancelar que dibujan un panorama sombrío para una
temporada que aún no tiene fecha de reanudación. En realidad, apenas había
comenzado más allá del habitual puñado de festivales y las citas de Illescas y
Olivenza. Pero el punto de arranque de la gran temporada estaba fijado a las
orillas del Turia. El periodista sevillano Juanma Lamet ha publicado en El
Mundo un revelador estudio que pone precio a esta particular tragedia del
negocio taurino: 700 millones de euros que no contabilizarían la previsible
suspensión, aplazamiento o modificación del normal desarrollo de San Isidro,
que se quedó con los carteles por presentar. Aún no se ha dado oficialidad
–seguramente son muchas las teclas que tocar mientras brotan otras prioridades-
al previsible traslado de la Feria de Abril hasta el estreno del otoño. Esa
falta de confirmación municipal es la que necesitaba la empresa Pagés para dar
carta de naturaleza a su primer proyecto: reducir toda la temporada taurina
hispalense a una semana de toros en torno a San Miguel. Ambos extremos –casetas
y toros en la tercera semana de septiembre- tendrían que ir de la mano pero
permanecen aún dentro del terreno de la declaración de intenciones y ya han
encontrado algunos escollos, como la firme negativa de los dueños de las
atracciones de la ‘Calle del Infierno’, que ven inviable la fecha por su
coincidencia con otros ciclos festivos.
De la primavera al otoño
Con esos mimbres, además de la ampliación del
estado de alarma y la atención a las verdaderas y más urgentes necesidades de
los ciudadanos, toca aplazar algunas decisiones. ¿Por qué? La situación es
infinitamente más sombría que hace una semana. Las frías estadísticas crecen en
progresión geométrica mientras empezamos a ponerle nombres y apellidos a
algunos muertos que nos ofrecen la verdadera percepción del problema. Una cosa
son los números del señor de la rebeca y otra, bien distinta, es tener la
certeza de que aquí se muere de verdad. El panorama es complicado, por más que
algunos sueñen con procesiones y ensaladas de pasos en las calles. Mientras
tanto han trascendido otras noticias, como el seguro traslado de la Feria del
Caballo de Jerez –que también se da por amortizada en sus fechas habituales- a
la primera quincena de octubre y en torno al puente festivo del Pilar. En
Córdoba también se esbozan fechas septembrinas que se solaparían con el extenso
e intenso calendario festivo de ese mes, que ilumina toda la piel de toro. El
empeño es complejo: trasladar todas las fiestas de primavera al otoño no será
fácil. No sabemos hasta qué punto necesario...
Anecdotario
El lance viene a cuento del confinamiento derivado
del estado de alarma impuesto por el traído y llevado coronavirus. Las medidas
se amplían hasta el Sábado Santo mientras crece la certeza que podría ampliarse
mucho más. La pandemia ha llegado para cambiar muchas cosas pero el asunto
viene al pelo para hablar de un personaje singular que nunca ha sido bien
contado y que vivía en su propio mundo. Se trata de Rafael Gómez Ortega, Rafael
El Gallo, el hermano del gran Joselito. Al Divino Calvo le habían pillado los
primeros tiros de la Guerra Civil en Madrid, vivaqueando en una pensión de la
carrera de San Jerónimo. Su aislamiento físico y mental le llevó a preguntarse
qué hacía tanto “sordao” por la calle, algunos días después del alzamiento del
18 de julio. Hay quien asegura que cuando se enteró del fregado se metió una
buena temporada en la cama. La frase ha quedado en el anecdotario particular de
un personaje que merece ser profundizado más allá de su pintoresca fachada, que
oculta a un torero y un hombre inclasificable. Rafael pasó el resto de la
guerra casi hibernado y no pudo volver a Sevilla hasta el final de la
contienda. No dejan de ser historias para entretener estos tiempos de pan
llevar. Ya les contaremos algunas.
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