Este
Ponce ni tuvo que volver, porque nunca se fue, ni las nieves del tiempo han
plateado su sien, ni ha tenido tiempo de sentir que la vida es un soplo. El
hombre, febril la mirada y ya no digo la ambición, sigue con el alma aferrada a
su dulce presente y hay que celebrarlo
JOSÉ LUIS
BENLLOCH
Redacción APLAUSOS
Las Fallas, y me refiero a las corridas, vuelven a
estar a la vuelta de la esquina. En términos falleros, a diez mascletàs. Lo
digo como una reivindicación inclusiva ante la arbitrariedad que supone que los
programas oficiales las ignoren. Sucedía también en Madrid, donde lo han
corregido. Aquí costará más aunque son parte fundamental de unas fiestas -toros
y fallas- que siempre tuvieron una evidente complicidad, ahí está la historia
para confirmarlo. Más allá de la perrería, digan deslealtad si suena mejor, que
supone ese intento de ninguneo, no hace falta recordar que es la primera de
primera, que es expresión que acuñé hace muchos años, que en esta edición
presenta alicientes y singularidades como la de haber alterado la secuencia
tradicional del interés que siempre fue de menor a mayor. Nada que no pueda
resolver la realidad, que con frecuencia es más tozuda que los hombres, y los
días grandes se resuelvan -ya este año- con grandes espectáculos en la plaza.
Hay tradiciones que no se pueden traicionar.
¡De dónde saliste muchacho…! La cuestión ya no es de dónde
salió, está claro, salió del abuelo Leandro, no es la primera criatura a la que
pare un abuelo, la cuestión es a dónde ha llegado, a lo más alto…
Aliciente y singularidad tiene la presencia de
Enrique Ponce, el único que hace doblete, el único que va a cumplir treinta
años en activo compitiendo en lo más alto, el único capaz de reinventarse año
tras año, de los pocos que nació sabido… Treinta años de la alternativa y cuarenta
desde que apareció en Monte Picayo y nos epató a todos. ¡De dónde saliste
muchacho…! comentábamos todos aquellos días de concurso, incluido Canina, que
le convirtió en su rey para siempre. La cuestión ya no es de dónde salió, está
claro, salió del abuelo Leandro, no es la primera criatura a la que pare un
abuelo, la cuestión es a dónde ha llegado, a lo más alto, donde perseguía
Valencia tantos años que llegase un hijo suyo. Tuneando la letra de Volver, que
cantase su amiga Estrella, se me ocurre puntualizar que este Ponce ni tuvo que
volver, porque nunca se fue, y mucho menos con la frente marchita; ni las
nieves del tiempo han plateado su lúcida sien, ni ha tenido tiempo de sentir
que la vida es un soplo porque para el maestro veinte años, ni treinta ni
cuarenta, no son nada. El hombre, febril la mirada y ya no digo la ambición,
sigue con el alma aferrada a su dulce presente y hay que celebrarlo.
Este Ponce ni tuvo que volver, porque nunca se fue, ni las
nieves del tiempo han plateado su sien, ni ha tenido tiempo de sentir que la
vida es un soplo. El hombre, febril la mirada y ya no digo la ambición, sigue
con el alma aferrada a su dulce presente y hay que celebrarlo
La feria tiene más: tiene a Pablo Aguado, que
comienza lo que va a ser esta temporada un continuado examen sobre si la
levedad y su toreo de caricia puede pelear contra el toreo extenso y previsible
que tanto prima en la actualidad; tiene al trueno de Roca, al icónico Cayetano,
al sorprendente Ferrera, al mágico Morante, al solemne Manzanares, al puro
Ureña, al poderoso Perera, a Emilio de Justo, que es torero de palabras
mayores… así que más allá del orden de las cosas, estas Fallas que no nos las
hurte nadie, hay que vivirlas en primera persona.
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