MANOLO
MOLÉS
Redacción APLAUSOS
Si habláramos en el lenguaje taurino habría que
decir, y convenir, que los ciento y pico gobiernos que “gobiernan” este planeta
deberían ser devueltos a los corrales porque ninguno de ellos supo defender a
sus ciudadanos de una pandemia tan brutal como la que estamos viviendo. Ni se
enteraron, ni, visto lo que sucedió otras veces, tuvieron la ocurrencia, el
sentido común, de trabajar en los laboratorios todo aquello que supondría un
escudo para la muerte y los contagios.
Los políticos que medran y mandan en la mayoría de
los países son guardianes, únicamente, de sus intereses, y de su chiringuito de
amigotes, con los que se reparten el pan y el vino de los palacios, los
decretos, los dineros y el boato, el coche con chófer y el avión preparado.
Pero nadie, tal vez solo China, se preocupó de la pandemia y siendo tantos son
los primeros que han salido de nuevo a la calle, al trabajo y a la vida diaria.
Pero en la Europa de la supuesta modernidad todo ha sido un aquelarre de dolor,
de miedo y de impotencia. Y se ha llevado todo por delante sin derecho a
protestar o, como mínimo, a cuando vuelva a salir el sol de la tranquilidad
poder jubilar a todos los dirigentes que no se olieron a tiempo la tostada que
se nos venía encima. Y que se ha cobrado dolor, miedo, riesgo y un montón de
ciudadanos de tantos países.
Que no haya toros puede parecer un tema menor. Y
no lo es. Si no hay toros, y yo tengo la esperanza de que a partir de mediados
de junio la película va a transmutar, a experimentar un cambio, la maquinaria
de la Fiesta, tan dañada sobre todo en las ganaderías, empezará a funcionar. Y
arrancará España y Francia y volverán los toros pero ya nadie podrá devolvernos
la pérdida de Sevilla (ya se habla de una medio feria por San Miguel), ni las
Fallas de Valencia si en el mejor de los casos se pudiera dar la de Julio. Muy
difícil es recuperar. Tal vez todas las ferias de entrado julio, agosto y
septiembre, más la de Zaragoza de octubre, puedan compensar algo la tragedia de
los ganaderos y el daño a las empresas, y las dudas entre la afición. Por mucho
que esta historia tenga un final más feliz, la pandemia se va a llevar por
delante mucho dinero y mucho esfuerzo. Nada será igual cuando vuelva a salir el
sol de la normalidad. ¿A dónde reclamamos?
Lo normal es que los gobiernos y sus consejeros,
tan bien pagados, hubieran olido esta tostada que se nos venía encima. Y
hubieran puesto, al menos, un cierto remedio. Pero hay lo que hay. Y tenemos lo
que tenemos. Y pagamos lo que pagamos. Y, sin embargo, vivimos a la intemperie.
Inventamos mil chorradas. Menos la seguridad de la gente. El mundo al revés.
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