miércoles, 25 de marzo de 2020

ENCUENTROS CON JOSÉ LUIS BENLLOCH - El credo ganadero de Borja Domecq

“El toro es como un cóctel de virtudes, la bravura es lo primero, la duración y la movilidad son muy importantes hoy día también, al igual que la toreabilidad, que en su versión buena implica bravura, y además debe tener nobleza, pero con cuidado, porque si se pasa de noble aburre”.
 
JOSÉ LUIS BENLLOCH
Redacción APLAUSOS

La muerte de Borja Domecq Solís ha causado gran y justificada conmoción. Por quien fue, por cómo fue, por lo que significó en el mundo del bravo, por el legado ganadero que deja y por las circunstancias tan dolientes en las que se ha producido. Borja Domecq Solís era en el momento de su deceso el patriarca ganadero de lo domecq y responsable del hierro fundacional del encaste, la estrella de David a la que acabó añadiendo recientemente la estrella de la mercedes (Jandilla y Vegahermosa) y aun así se me antojan pocas estrellas para tanta categoría ganadera y personal. Representaba a la tercera generación de los creadores/criadores de un modelo de toro que ha marcado la tauromaquia contemporánea, con muchas, de eso no hay duda, muchísimas más luces que sombras por mucho que el fragor de la pasión y los intereses del día a día le quisieran poner sordina a su obra. En su hoja de servicios hay que subrayar que recogió el legado familiar de un modelo de toro que en su origen había sido parteaguas entre dos épocas de la tauromaquia y frente a la loable tentación de conservarlo aceptó el reto de la evolución y la adaptación a la demanda de esta sociedad y a fe que lo logró: su toro ha mantenido como pocos (¿como ningún otro?) el equilibrio entre bravura y la toreabilidad demandada.

En estas líneas quisiera rescatar los recuerdos y las ideas que me dejó en mi última visista a Don Tello, la finca extremeña que convirtió en templo de la bravura actual. Su tez morena y saludable alertaba entonces de su dedicación campera. Sus lentes quevedianas, escribí, hablaban sin engaño de un hombre leído; y la acogida que nos dispensó fue la propia de la mejor cuna mientras que su razonable parecido con Jack Nicholson le daba un aspecto de lo más cosmopolita. Por todo ello y más era hombre de los que no pasaban desapercibido.

Hablaba pausado, sopesando, paladeando las palabras, que buscaba que fuesen las justas; encadenaba ideas sin solución de continuidad, muy seguro de sí mismo; se mostraba erudito en muy diversas cuestiones, especialmente en las que concernían al campo y tenía opinión firme en todos los aconteceres de la vida. Nos sentamos en un salón de la casa. Una gran cristalera dejaba entrever un bonito jardín. Al fondo un vaquero daba cuerda a un alazán precioso. Borja lo mismo esgrimía, en lo que fue prácticamente un monólogo, ideas estrictamente ganaderas, que derivaba hacia conceptos que eran materia geopolítica de lo más candentes. En aquella charla insistía, siempre fue un adelantado a los tiempos y a las circunstancias, en la idea de la reconversión y en la necesidad de hacer viables las novilladas con picadores y sin picadores que es donde salen novilleros, que son las figuras del futuro, insistía, pero también los nuevos aficionados y en donde los ganaderos pueden comenzar a ver los productos antes. Y recalca que hacerlas viables, significa abaratar los precios de las localidades, para que la gente pueda acudir porque no se puede esperar a que la gente tenga cuarenta años para que pueda acceder a una plaza porque para entonces ya es tarde para hacerse aficionado y sin aficionados no habrá Fiesta.

Me contó cómo eligió Los Quintos y Don Tello, sus fincas actuales, cuando llegó el momento de dejar Jerez, en concreto la mítica Jandilla, donde la agricultura o más concretamente el arroz le estaba comiendo el terreno a la ganadería. Cuando llegó, Extremadura era más una tierra de futuro que de presente, pero vio su tremendo potencial a la espera de infraestructuras que la situasen en el mundo y no tuvo dudas en la elección.

Naturalmente hablamos de toros, de la devoción inmarchita que sentía por su padre, del que heredó el sentimiento y el instinto innato de los ganaderos de sangre y del que aprendió a ver los toros tapándole la cabeza con la mano. “Hay que fijarse si es bajo, si es recto de viga, si tiene riñones, si tiene flexibilidad porque no sea ancho de pecho… cuando le has visto todo eso puedes decir si tiene buena hechura o una hechura regular o mala, si es bonito o feo y sólo entonces le quitas la mano, le ves los pitones y decides si es para una plaza de primera o de segunda o si, como decía mi padre, es un toro de Peralta por la sencilla razón de que es feo y en su tiempo esos toros feos eran para Peralta, remachaba refiriéndose a las corridas de rejones en las que el centauro de La Puebla era el gran protagonista de la época.

Y con su padre siempre como referente recordaba que aquel Juan Pedro Domecq y Díez definió la bravura como la capacidad de lucha hasta la muerte y extraigo un párrafo literal de aquel trabajo.

- Que no deje de embestir nunca, insistía Borja cuando definía un toro bravo.

- Entiendo.

-Hasta la muerte. La bravura abre la posibilidad de que un toro tenga treinta o cuarenta arrancadas detrás de la muleta, pero de verdad, a cogerla, con codicia.

-¿Y la toreabilidad?
Es distinto. No siempre van de la mano bravura y toreabilidad. Un animal muy bravo puede ser muy complicado de torear, tener por tanto poca toreabilidad, pero si a la bravura se le unen cualidades como la fijeza, la nobleza y una embestida larga, humillada…va creciendo su toreabilidad de tal manera que la mayor acumulación de unas cualidades y otras, nos acercaría al toro ideal.

- ¿Ese ideal es la suma de bravura y toreabilidad?
Sí. Por supuesto.

Y entre las perlas que llevé a las páginas de Aplausos entonces me quedo con estos titulares:

“El toro es como un cóctel de virtudes, la bravura es lo primero, la duración y la movilidad son muy importantes hoy día también, al igual que la toreabilidad, que en su versión buena implica bravura, y además debe tener nobleza, pero con cuidado, porque si se pasa de noble aburre”

“La tauromaquia está basada en los toreros machos, en poder a los toros. El toreo de oro de Curro o de Morante se le hace solo al toro de oro, no se puede hacer a otro; y en esos casos o tienes el don que Dios les dio a ellos o no se consiente. Sólo cuando un artista es inconmensurable puede cantar con poca voz. Y el toro es la voz, claro”

“Los tentaderos los hago como mi padre, solo he cambiado una cosa. Él les pegaba cinco o seis puyazos, yo les doy cuatro como mucho, pero con una diferencia, yo meto mucha más puya porque es lo que les hacen a los toros en la plaza actualmente. En el segundo puyazo a las vacas ya les llega la sangre a la pezuña”

“Para qué he de seleccionar un toro que no van a lucir ni aprovechar… ¿Quién pone hoy día un toro largo?... Nadie. Por tanto hay que buscar un toro que después de pegarle un castañazo muy fuerte siga embistiendo”
Son lecciones ganaderas en píldoras de fácil entendimiento y de difícil aplicación porque se es ganadero como Borja o... Él se fue y queda su legado. Convencido estoy de que sus herederos lo mantendrán en el mismo honesto rumbo.

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