«Dos
temporadas y media» desglosa la figura de un torero irrepetible.
José Gómez Ortega «Gallito» (1895-1920) fue el
gran arquitecto de la tauromaquia moderna y, hasta su muerte en Talavera de la
Reina hace cien años, el hombre clave de una era desglosada en el libro «Dos
temporadas y media», en la que el menor de los Gallo impulsó,
influyó y mandó en el toreo desde la plaza Monumental de Sevilla.
«El triunfo de Joselito» es el subtítulo de esta
obra de los arquitectos Fidel y Julio Carrasco Andrés y Carmen del Castillo que
reivindica la trascendencia del torero de Gelves en los cimientos del toreo,
simbolizadas en las dos temporadas y media que transcurrieron desde la
inauguración de la Monumental en el arrabal torero de San Bernardo y la aciaga
tarde en la que «Bailaor», de la viuda de Ortega, mató a Joselito en Talavera.
Con el antecedente del libro «Monumental Sevilla,
la dignidad de un proyecto» sobre la efímera vida de este coso y las presiones
que culminaron en su abandono tras la muerte el 16 de mayo de 1920 de José, su
impulsor, quien la inauguró en junio de 2018 con Curro Posada y Fortuna y en la
que se despidió su hermano Rafael el Gallo en septiembre de ese año.
1919 fue el año de Juan Belmonte como base en La
Maestranza y de Joselito en «su» Monumental y en 1920, por acuerdo entre los
dos protagonistas de la Edad de Oro del toreo, se llega a una gestión
compartida entre los dos cosos, una vez vista y asumida la revolución que había
supuesto la idea de José.
El libro parte de la «dimensión inalcanzable» del
coloso de Gelves, que, además de construir las monumentales para permitir el
acceso a los toros de las clases menos favorecidas, dejó escritas las bases del
toreo moderno, la selección del ganado, los veedores de toros para las figuras
y un largo etcétera para un torero que murió con veinticinco años.
Pretende, además, desmontar los lugares comunes
que han cogido cuerpo a lo largo de las décadas sobre la figura de un torero
que no tuvo la vertiente literaria de una figura como la de Juan Belmonte con
la obra de Manuel Chaves Nogales «Juan Belmonte, matador de toros».
La obra rebate aspectos como el carácter
melancólico de José con episodios libremente interpretados como la huella de la
muerte de su madre, la «Seña» Gabriela, o los amores imposibles del torero con
Guadalupe Pablo-Romero por la oposición de su padre al noviazgo, además de
otros como la rivalidad entre Joselito y su hermano Rafael ni que dejaran de
hablarse, «sencillamente no volvieron a torear juntos», ha explicado a Efe
Fidel Carrasco.
Con epílogo de agradecimiento de Dolores Sánchez
Mejías, nieta de Ignacio, en el que subraya su inteligencia y sentido de la
familia y desmiente que José fuera un asceta -«tenía debilidad por las
mujeres»-, en el libro subyace, además, el fondo definido por otro sobrino
nieto, Ignacio: «La historia del toreo la han escrito los belmontistas».
Sea o no así, el escritor Domingo Delgado de la
Cámara destaca en el prólogo que las profesiones imprimen carácter cuando se
ejercen con vocación y no para pagar las facturas, y que Joselito era y parecía
torero «siempre y en todo momento».
En un paralelismo entre profesiones y sus toreros,
señala que los cirujanos suelen gustar del «largo y poderoso» y su arquetipo
sería Pedro Romero; que Paquiro sería el favorito de los abogados por ser «el
gran legislador»; que Manolete «inspira por igual a clérigos y militares»; que
Belmonte tenía percha literaria, que Domingo Ortega es el toreo del campo,
«poderoso y eficaz, ayuno de retórica», o que El Cordobés fue «la venganza de
los desheredados».
Considera que es «totalmente lógico» que los
autores se identifiquen con José porque son arquitectos y Gallito es pura
arquitectura porque «empieza a especular con el toreo en redondo que será el
cimiento de todas las faenas actuales», desarrollado con posterioridad por
Manuel Jiménez Chicuelo y Manolete; y porque desplegó una actividad frenética
para construir las Monumentales de Barcelona, Sevilla y Madrid.
Era una sociedad eminentemente rural en la que los
niños jugaban al toro en las calles y los patios del colegio la que se vio
conmocionada cuando José muere en Talavera, noticia en todos los periódicos
españoles y portada de una edición especial de «The Times» en español del 23 de
mayo de 1920.
Las circunstancias en las que se montó la fatídica
corrida de Talavera en la que se anunció mano a mano con su cuñado Ignacio
hicieron que el rotativo, gallista, publicara una esquela en la que figura que
el maestro de Gelves murió «vilmente asesinado», en referencia a la
organización del festejo.
La figura revolucionaria de Joselito trascendió a
su muerte y la rivalidad de cierta Sevilla se trasladó a la oposición de
sectores de la nobleza a su funeral en la catedral y que se levantara para ello
un impresionante túmulo de tres cuerpos cubierto de terciopelo bordado, lo que
rebatió punto por punto el canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón.
Joselito, «sin esas prodigalidades chocarreras, ni
eso rumbos chabacanos de los toreros del antiguo régimen», contribuyó «como un
príncipe a todo lo noble, a todo lo grande, a todo lo santo que se proyectó en
Sevilla», responde el canónigo a un anónimo de una dama de la nobleza
sevillana.
Una suscripción popular sufragó una pluma de oro
en agradecimiento a su defensa a los funerales por José en la catedral: la
lleva la Virgen de la Esperanza, Macarena, junto a un pañuelo que le regaló
Fernando el Gallo, el patriarca, y las corona de oro y las cinco mariquillas de
cristal de roca francés que le regaló el arquitecto del toreo moderno. / EFE
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