Barrera
y Félix Rodríguez las inventaron y Ponce y Soro las consagraron. La suspensión
de los festejos falleros interrumpe una tradición que había situado a Valencia
como el primer gran reto del año.
JOSÉ LUIS
BENLLOCH
Redacción APLAUSOS
El maldito coronavirus asestó una cornada de
incalculables consecuencias a las ferias taurinas de Fallas y Magdalena. El
pronóstico, evidentemente, es de muy grave. En el balance final hay un daño
económico importante para el toreo en general y para las propias ciudades,
Valencia y Castellón, que se beneficiaban de los efectos dinamizadores de una
afición que tiene un claro perfil itinerante que para esas fechas se manifiesta
con especial avidez y eligen Valencia como lugar de encuentro; ha provocado
igualmente un daño artístico para los protagonistas, sobre todo para aquellos
que no gozaban de estatus estelar y habían depositado en estas dos ferias las
esperanzas de un lanzamiento que difícilmente encontrarán en otras plazas; y
hay un gran perjuicio para los ganaderos, que han visto cómo un bien perecedero
como el toro, que se prepara para una fecha concreta, no solo no lo venden sino
que aumenta el riesgo de accidente y pérdida total.
Y finalmente hay un daño menos tangible pero tan
importante o más, que afecta a la implementación y arraigo de la tauromaquia en
general, que se ha volatizado socialmente en unos momentos en los que estaba
siendo atacada duramente desde posturas ideológicas en búsqueda de su
desaparición, por lo que necesitaba más que nunca de visibilidad. Lo que no han
conseguido algunos con sus pancartas y soflamas lo ha conseguido el maldito
bicho. Efecto, hay gente pa’to, que han llegado a aplaudir algunos anti en un
acto de enfermizo delirio.
Los daños económicos para las dos ciudades se
cifran en más de veinte millones de euros, quince para Valencia y cinco para
Castellón, según estudios de temporadas anteriores que calculaban el impacto
directo de los toros en las dos ciudades. A todo ello habrá que sumar las
pérdidas que produzca la suspensión en cascada de bous al carrer. En lo que
respecta a la implementación social, la suspensión y/o aplazamiento nos sitúa a
la altura de los momentos más dramáticos de la historia de España. Desde que
las Fallas y la Magdalena taurinamente tuvieron carácter ferial solo dejó de
haber toros los tres años que duró la Guerra Civil.
El origen y la plenitud de las Fallas como feria de primera
categoría fue obra de los toreros valencianos: Barrera y Félix Rodríguez en el
nacimiento y Soro y Ponce en la culminación
En realidad el concepto de feria, agrupación de
festejos continuados, en este caso en torno a las fallas, surgió con la
aparición de una generación de toreros valencianos en los años veinte. Hasta
entonces se celebraban en torno a la festividad de San José festejos menores
sin estar secuenciados y la temporada fuerte comenzaba en abril y mayo con
carácter dominical y en fiestas significadas. La aparición de Granero en los
comienzos de los años veinte ya promovió algún cartel de rango mayor
coincidiendo con las fiestas josefinas y el arranque definitivo se produce,
muerto Granero, con Vicente Barrera y Félix Rodríguez, que compiten con máximo
protagonismo con los mejores de la llamada edad de plata del toreo, en la que
coinciden con Marcial, Ortega, Armillita, La Serna… y otros valencianos de
menos cartel pero con muchos devotos como Chaves o Torres. Y desde entonces las
Corridas Falleras, a las que el imaginario popular costaba denominar feria para
no restarle rango a la Fira de Juliol, no han hecho más que crecer en categoría
y número de festejos hasta lograr convertirse en la primera feria de la
temporada en plaza de primera, iniciando lo que se puede entender, en
terminología automovilística, como el circuito de grandes premios, que sigue en
Sevilla, Madrid, Pamplona, Bilbao y acaba con la Feria del Pilar en Zaragoza.
Pero quizás el mayor éxito de la Feria de Fallas,
detalle que habla a la perfección del espíritu emprendedor de los valencianos,
es que su creación supuso adelantarse a los hábitos ciudadanos y tomar el
relevo de la Feria de Julio, que comenzaba a languidecer a la vez que crecía el
atractivo de la segunda residencia. Así que cuando bajó definitivamente (o
casi) el atractivo de la que llegó a considerarse la primera feria y la más
extensa de España según el concepto actual, la joven Feria de Fallas ya era la
primera de primera a la que había que ir porque el estar anunciado, además de
dar categoría, era el perfecto trampolín para lanzar las contrataciones.
EFECTO SORO
Los momentos más gloriosos de la Feria o Corridas
Falleras coinciden con la presencia de grandes toreros valencianos. La llegada
de El Soro abrió una etapa gloriosa. El diestro de Foios toreó tres tardes el
año de la alternativa, 1982, con lleno total las tres, incluida la del día de
San José, que hasta entonces no era la fecha más fácil para atraer a la gente a
la plaza. “Si quieres torear tres tardes a ese dinero la tercera tiene que ser
el día de San José y si llenas será tu mérito y tu dinero…”, ese fue el
argumento que le expuso la empresa a El Soro cuando pidió torear tres tardes.
Las toreó, llenó y cobró lo que pedía. Desde entonces la fecha adquirió rango
de tarde referencial como en Sevilla lo es el Domingo de Resurrección, en aquel
caso gracias a Curro Romero, lo que demuestra que los ídolos están por encima
de los estilos.
Durante muchos años El Soro siguió llenando
alternando con Espartaco, Manzanares, Domínguez… hasta que llegó Enrique Ponce
y todo se remató en las más altas cuotas de expectación y calidad. Los primeros
años alternando juntos en tardes inolvidables y los siguientes con Vicente
retirado y Enrique ya como mandón absoluto del toreo se mantenía el carácter
valenciano con un ilusionante Vicente Barrera y la devoción que los aficionados
sentían por Manzanares, al que consideraban como algo propio, e incluso Litri,
que también tenía matrícula valenciana. La puntual reaparición de Soro con
Ponce y Manzanares volvió a poner el perfil valenciano de las Fallas en lo más
alto del planeta toro.
LAS FALLAS QUE NO HAN SIDO
El aplazamiento de las Corridas Falleras 2020 ha
dejado en el aire una serie de atractivos e incógnitas que los aficionados
estaban deseosos de ver. La actuación y examen de novilleros valencianos,
Miguel Polope, Miguelito y el Niño de las Monjas, que si se cumple la tradición
deberán mantener Fallas en lo más alto del interés taurino; nos hemos quedado
sin comprobar cómo vuelve a Europa Roca Rey; no hemos podido celebrar, habrá
tiempo, el cumpleaños torero de Ponce, treinta años de doctor nada menos; cómo
se desenvuelve el nuevo Aguado convertido en figura; disfrutar del reinventado
Ferrera, de Morante, de Manzanares, de Ureña… Habrá ocasión.
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