miércoles, 10 de octubre de 2012

SEXTA CORRIDA – FERIA DE EL PILAR EN ZARAGOZA: Cumbre de El Juli con un sobrero de Garcigrande


Padilla, recibido como héroe en su regreso a Zaragoza, recompensado generosamente y a hombros. Corrida discreta de Daniel Ruiz. Talavante, en segundo plano.
  
BARQUERITO
Fotos: EFE

UN  AÑO Y TRES DÍAS DESPUÉS de la terrible cornada que lo dejó tuerto, volvió Padilla a torear en Zaragoza. Muy cariñosa, la gente rompió por él en ovación cerrada cuando se abrió el portón de cuadrillas y empezaba el paseo. El Juli le hizo señas para que apareciera primero él solo, pero Padilla se resistió. La banda acertó con la música del paseíllo: Corazón Gitano del maestro Martín Domingo, pasodoble grande. Rotas las filas, y calientes los músicos -¡bien por la banda!-, la ovación pasó a ser de las de trueno y Padilla salió al tercio a corresponder y a saludar montera en mano. Hizo asomar a El Juli y Talavante, pero los dos se quedaron pegados a las tablas y, destocados, le batieron a Padilla las palmas como si fueran dos paganos de tantos. Estaba la plaza llena.

Todo lo que hizo Padilla cayó tan en gracia que la corrida pareció de su beneficio, según el uso antiguo. Lo pareció –el beneficio de Padilla, trabajoso, un punto nervioso, entregado pero con la alerta puesta- hasta que El Juli decidió con un encastado sobrero de Garcigrande, quinto de la tarde, darle la vuelta a la corrida, despojarla de su aparente carga sentimental y, sin hacer de menos a Padilla, cobrar protagonismo y relevancia mayores. Acabar con el cuadro, poner la plaza boca abajo y barrer.

Barrer en los dos sentidos: el figurado –poner en la feria de Zaragoza una frontera, el antes y el después de esa faena- y en el sentido propio, porque hubo en abundancia y derroche toreo de mano baja. En los flecos de una liviana muleta se quedó pegada la arena pero sin que el toro de Garcigrande, no descarado pero sí abierto y algo veleto, serio mozo, llegara a engancharla ni rozarla siquiera. Salvo en dos protestas iniciales por la mano diestra y en un trance último justo cuando Julián, saciado ya, plegaba velas.

El toro le pisó el engaño en ese último viaje y se enceló con él, como hacen los toros encastados casi siempre, y entonces El Juli, pródigo de ideas, resolvió el embarazo con un desplante sorprendente, rodilla en tierra y frontal, en la contraquerencia. Fue el gran momento de una faena sembrada, de cabo a rabo, de muletazos larguísimos con la zurda que acompasaron al toro tanto como el trasteo forzado por la mano derecha, que fue el escollo mayor.

El hilván y el flujo de la faena, sin pausas gratuitas, toda entera en el mismo platillo y de jugar sabiamente con las distancias, fueron perfectos. Recién caída la montera de un brindis en los medios, el toro, crudo de dos picotazos, se arrancó sin reclamo, pero El Juli lo libró sin rectificar y hasta lo ligó en tanda sorpresa. Fue faena de gran firmeza, pulso impecable, dominio, ligazón. Con golpes virtuosos en el toreo a pies juntos, marchosería en los de pecho a suerte cargada y desafiante valor en los cambios de mano en la cara para engarzar pases de ida y vuelta en un ladrillo. «Bolero» se llamaba el toro de Garcigrande, que fue, por cierto, agradecido. Se perfiló de largo Julián con la espada, se echó fuera, pinchó y, al segundo viaje, dejó una entera trasera. El clamor que acompañó a la faena fue sonoro. Estaban cerradas por lluvia las bolsas de lona de la cubierta y el jaleo fue un rugido en toda regla.

Al toro de marras le había pegado en el saludo Julián cuatro lances templados –la verónica encajada clásica- y, luego de dos recortes, un tercero flexionada la rodilla que fue, igual que el desplante de remate, calco de fotos rancias y antiguas. La corrida traía de partida la marca de Padilla pero de pronto tuvo el sello de El Juli. De una de sus grandes faenas del año. El Juli tremendo. Es decir, su versión tremenda de torero de poder pero sutil. Rotundo, grácil, imaginativo, brillante.

Eso pasó y no fue poco. Padilla sacó a cinco de los médicos que le salvaron la vida la tarde y noche del 7 de  octubre de 2011 y se aplaudió a los doctores tanto como el brindis. Una larga cambiada para recibir el primer toro que volvía torear en Zaragoza. Ni grande ni pequeña, ni ofensiva ni inerme, poco ganosa, la corrida de Daniel Ruiz fue una de tantas pero desmerecía en contraste con las jugadas de víspera, de Martelilla y Gavira, que abultaban el doble. Ese primer toro marcó el camino. El Juli se cansó enseguida de la desgana del segundo, el tercero se partió una mano y Talavante pasó en blanco: a favor de ambiente, Padilla, inspirado en una apertura por alto de toreo en semicírculo, le cortó una oreja al cuarto pero al cabo de un trabajo feísta. Talavante no redondeó con un sexto que tuvo más bondad que cualquiera de los otros titulares y se puso con el descabello muy pesado.

FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Daniel Ruiz Yagüe, de hechuras discretas y condición  diversa, y un sobrero -5º bis- de Garcigrande (Concha Escolar), hondo, encastado, noble, de buen juego. Protestado por inválido el tercero, que se rompió un tendón en banderillas y se afligió. Fue y vino un sexto bondadoso. Manejables primero y cuarto; deslucido el segundo. Corrida –la titular- de pobre nota.
Juan José Padilla, de blanco y oro, una oreja en cada toro. Paseado a hombros. El Juli, de azul mahón y oro, silencio y una oreja. Alejandro Talavante, de violeta y oro, silencio y silencio tras un aviso.
Miércoles, 10 de octubre de 2012. Zaragoza. 7ª de abono de la Feria del Pilar. Lleno. Desplegadas las lonas de cubierta por lluvia. Luz artificial de principio a fin.

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