Nelson
Hernández Ramírez (*)
Con afecto
que no se borra y con tristeza que disipamos en medio de las actividades
diarias, hemos recordado un nuevo
aniversario de la muerte de ese portento
de torero y ciudadano que fue nuestro
paisano venezolano (caraqueño para más señas) Antonio Mejías
Jiménez (Bienvenida).
Tres décadas y siete años más han transcurrido
desde aquel infausto octubre y
desde aquel día siete, cuando la tragedia en el campo
madrileño pasó a ser inmenso dolor por el fallecimiento
del ídolo de la Plaza
Las Ventas. Antonio Bienvenida dejaba tras de sí un historial
repleto de gloria. Ochocientas veintinueve
corridas de toros. De ellas el doce por ciento (récord) en el costo venteño de la Calle de Alcalá y un seis por ciento en Barcelona.
En paralelo, su tauromaquia se desplegaba en
cientos de festejos dirigidos a la beneficencia, a la solidaridad a la
expresión de los mejores sentimientos humanos, lo cual le hizo ascender a la cúspide
del reconocimiento por encima de las otras figuras de su tiempo.
No era
difícil convencerlo, para actuar
en un redondel, si se trataba de una
opción para que instituciones, grupos, asociaciones, colegios y otros, pudieran
atender sus necesidades, todas vinculadas a mejorar la vida de seres humanos
para él desconocidos, pero cercanos a su
bondadoso corazón. Torero si y más, artista de la bondad, pero a eso
debemos sumar sus innatas inclinaciones
al sano y recto ejercicio de la
ciudadanía, con un recto comportamiento, una simpatía que no se apagó ni en
medio del dolor provocado por el golpe vacuno en la casa ganadera Pérez Tabernero
y un proverbial trato educado y cercano a todos los hombres y mujeres del orbe
taurino.
Presencié en Venezuela cuando humildes hombres
del servicio de plaza, mulilleros o areneros, ser acercaban con respeto para
indagarle sobre su origen caraqueño y de inmediato sacar una hoja para guardar
el autógrafo. No marcaba distancia y dejaba su firma registrada en la emoción
de la persona. Sobraron los que con orgullo le dijeron: Yo también soy
caraqueño.
De esa vida corta y cargada de buenas
ejecutorias ha quedado un legado imperecedero. Los valores de Antonio
Bienvenida se esparcieron en Europa y América, conformando una herencia valiosa
para la sociedad, de la cual hemos tomado enseñanza en la Venezuela de su
nacimiento y, sin vacilar, lanzamos a
nuestra afición nacional el reto de
conformar grupos para hacer del bienvenidismo
una forma de ser, de agruparnos y de
defender nuestra tauromaquia.
Así honramos de manera permanente su nombre y el de su muy distinguida familia.
(*) Presidente del Capítulo Nacional Venezuela, miembro del Directorio de
Madrid y Delegado exclusivo para América del
Círculo Taurino Amigos de la
Dinastía Bienvenida.
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