jueves, 11 de octubre de 2012

SÉPTIMA CORRIDA – FERIA DE EL PILAR EN ZARAGOZA: Zalduendos de poca alma y un buen trabajo de Castella


Espectáculo monótono, corrida plana, toros nobles pero en huida o sin celo ni fondo, triunfo a pulso del torero de Béziers, derroche de El Fandi, firmeza de Perera.
  
Sebastián Castella
BARQUERITO
Fotos: EFE

POR LA MANERA DE IRSE de engaños y no sujetarse con apenas nada, la corrida de Zalduendo dio la impresión de venir muy corrida del campo. Meneada, movida, entrenada. Para nada. La renuncia a engaños se sintió en varias versiones: la falta absoluta de celo del segundo de la tarde, por ejemplo, y el desconcierto de un tercero que pareció venirse arriba en banderillas pero se vino de pronto abajo y, suelto, se salía distraído con ganas de acabar. Ni mansa ni brava sino todo lo contrario, bondadosa, fue corrida de escaso interés. Se rajó en toda regla el cuarto, estuvo rajado el quinto hasta que Sebastián Castella acertó a tenerlo en los medios a base de toques y reclamos de torero experto; se paró el sexto, que parecía que sí pero fue que no. Noble pero inocua, bien hecha sin más, la corrida, con su cuota de tres cinqueños abiertos en lotes distintos, fue plana y con ella vino a servirse un espectáculo igual de plano.

La firmeza y los alardes técnicos de Castella y Miguel Ángel Perera; el tesón indesmayable de El Fandi para pescar tiburones con caña y anzuelo; la suavidad con que los seis piqueros se encargaron de cumplir de oficio; la lidia excelente del gran José Chacón, que acertó a contener el instinto de huida del quinto. Pero nada de eso sirvió para animar la función, que se dio a plaza casi llena.

Desde las gradas de lo que antes de cubrirse la plaza era el sol de La Misericordia requirieron a los músicos en vano. Y, mejor, porque, mal acoplado, el bombo fue martirio de tímpanos. El bombo se comió en banderillas los pasodobles –música del maestro Lope- con que regalaron a El Fandi sus destrezas e ingenio con los palos y, más que premiar, estuvo castigando con un machacón chundachunda la primera faena de la tarde. El Fandi al aparato: fácil, a destajo, siempre bien colocado, nunca sorprendido ni amenazado. Y una embestida predecible que terminó con agónico acento. Rendido, dijo el toro que ya no más. Habilidad y repertorio de El Fandi con el capote: lances de fijar cuando quiso escaparse el toro por una rendija, un académico quite por las afueras, seguridad de lidiador preciso. Y un picador veterano de alta y vieja escuela: José Manuel González. No se le va un toro. Ni manso ni bravo, que fue, por cierto, el caso.

El primero de Castella no tuvo ni fuerza ni voluntad. Lo recibieron con palmas de tango y lo despidieron en el arrastre con una pita cerrada. Se defendió de manso y no de genio el toro, soltó dos o tres taponazos de reniego y Castella se aburrió con él. Como todo el mundo. El tercero fue el más serio de los seis: hondo, vuelto de cuerna, movedizo. Pero fue el toro de inestable y caprichoso temperamento, el más original de los seis. Lo banderillearon muy bien Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero; ceremonioso, Perera abrió faena fuera de las rayas, con su encaje y su firmeza de siempre; una primera tanda de tres de las flores cosidos con tres banderas y el de pecho; una segunda en redondo bien tramada; y de ahí no se pasó a  mayores porque el toro pidió la cuenta a los doce viajes.

El Fandi recibió al cuarto con tres largas cambiadas de rodillas, se envolvió en  una de esas medias verónicas que parecen medias chicuelinas al molinillo, dejó al toro en suerte con un farol, puso hasta cuatro pares de banderillas, se hincó de rodillas, trató de torear a favor de querencia. Pero el toro tenía sangre de caracol y poca conversación, No peleó; estuvo en Zaragoza de paso y sin billete de vuelta. También este arrastre fue de pitada general.

Castella le tapó al quinto las carencias, se metió en su terreno, lo enganchó por el hocico y antes de soltarlo se aseguraba de que no se le iba a escapar. La muleta, como una jaula o una red. Buen dominio de la escena y de los instintos del toro, que tuvo más claro viaje que los demás. Vertical, firme y seguro el torero de Béziers, listo además para cobrar a paso de banderillas una estocada de perfecta puntería. ¡Una oreja! Parecía el maná en tarde que entonces pesaba. Cerraron las lonas de cubierta por un chaparrón y el ambiente se caldeó. 24 grados. Una tarde de verano en Zaragoza.

El sexto fue el más grande de los seis. Ni el mejor ni el peor. Un puyazo indigesto. Perera brindó a Fernando Cepeda, su apoderado. Final de temporada, que ha sido para uno y otro complicada. Buen arranque: Perera atornillado, muletazos de buen dibujo y sueltos de brazos, ligazón sin rectificar, una tanda muy poderosa y, ay, tanto poder en tan poco tiempo fue castigo insuperable para toro tan sin alma. ¿Solución? El arrimón: los lazos y tirabuzones, las embestidas arrancadas a tenaza, provocadas. A medio viaje sacaba el toro bandera blanca. “¡No puedo más…!”. Largo el trabajo. Un pinchazo, un aviso, una estocada buena. Sin recompensa.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Un ladrillo. Y, a propósito del ladrillo, qué maravilla la arquitectura mudéjar de esta ciudad y de esta tierra. Teruel y tal. Como el mudéjar era arte o religioso o palaciego, a nadie se le ocurrió hacer plazas de toros neomudéjares, como la de Toledo, que fue la que abrió la ristra y marcó tendencia, o como la vieja de Madrid, la de la carretera de Aragón, que más que tendencia hizo fortuna o fue plaga. El regionalismo mal entendido. Plazas de toros pero no mezquitas.

La rehabilitación de la plaza de Zaragoza en 1917 o así es la más afortunada que conozco. Hablo de la fachada de piedra y ladrillo en conjugación bizantina. Las imágenes anteriores a la reforma dan idea de una plaza corral, que también fueron moda. La de Beziers parece inspirada en la de Zaragoza -las reformas- pero es que en el Sudeste de Francia los mudéjares plantaron más de un pino.

Zalduendo: el toro domado.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Zalduendo (Fernando Domecq Solís). Corrida pareja de buenas hechuras, en tipo. De más a menos sin casi excepción. Buenos apuntes de un serio tercero que se vino abajo. Noble son de un quinto que quiso irse. Pitaron con ganas en el arrastre a segundo, tercero y cuarto.
El Fandi, de turquesa y oro, saludos tras un aviso y saludos. Sebastián Castella, de canela y oro, silencio y una oreja. Miguel Ángel Perera, de carmín y oro, ovación y ovación tras un aviso.
Jueves, 11 de octubre de 2012. Zaragoza. 8ª del abono del Pilar. Luz artificial durante la segunda mitad de festejo. Tres cuartos largo de plaza.
"El Fandi"
Miguel Angel Perera

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