Una charla con el
torero en su estreno como presentador del 'reality' de Cuatro 'Padres lejanos'.
KARMENTXU MARÍN | El País de Madrid
- Hace
de conductor, o coach, de un programa, Padres lejanos, sobre chicos que se
llevan mal con sus padres, y se los lleva a todos a la Patagonia. ¿Fue rarito
el casting?
En España hay gente pa tó, y si no salimos en
la tele parece que no existimos.
- ¿Cómo
piensa torearlos?
Pues quizá con más precaución que a un toro,
porque dicen, aunque yo todavía no lo he descubierto, que los toros, o los
animales, no tienen sentimientos, algo de lo que discrepo un poco. Pero las
personas sí los tenemos, y yo intentaré no herirlos.
-
Discrepa. ¿Se ha encontrado a algún morlaco especialmente cariñoso?
Yo me he encontrado toros que me han ayudado,
toros artistas, que se llaman, y otros que no lo han hecho. Y personas, idénticamente
igual.
- ¿Se
va a la tele porque en los ruedos ya no da más de sí?
Evidentemente, llevo muchos años toreando, y a
lo mejor en la tele, que me apasiona, encuentro otra etapa de mi vida. Pero
está claro que todavía tengo que cerrar la del toreo. Y me queda mucha guerra
que dar.
- Dice
que el programa es una aventura. ¿Es mejor ser matador o Indiana Jones?
En la vida es importante todo aquello a lo que
pongas cariño e ilusión. Y esto es un legado que me hace mucha ilusión que vean
mis hijos.
- Habla
de su legado como si presentar un coach equivaliera a obtener el Nobel de
literatura. ¿Más o menos?
Nooo. Lo que está claro es que soy un padre
que intenta aprender a ser mejor padre, y puedo ayudar a chavales que a lo
mejor tienen los problemas que yo tuve de pequeño.
- Y de
paso, comercializar la terapia.
Yo no lo veo así. Me propusieron una aventura
con caballos, con ganado, con personas que a lo mejor se pueden sentir
identificadas conmigo o yo con ellos. Y pienso que en la vida en todo hay un
poco de teatro.
- Padres
lejanos. ¿Se mira usted el ombligo?
Evidentemente, sí. Y como padre que soy he
descubierto que es fundamental estar presente en la educación y en el
crecimiento de tus hijos. Y escucharles con el alma. Porque estamos
acostumbrados a escucharles con los oídos. Y el alma nunca miente.
- Conciliar
a padres e hijos en la Patagonia. Eso sí que es salto, y no el de la rana.
Es un salto de charco [ríe]. Pero había que
llevarlos a un sitio donde nos pudiésemos desprender de lo que tenemos
habitualmente en nuestra vida, dejar lo cotidiano.
- Y
hacerles trasladar 200 vacas a lo largo de 200 kilómetros. Como terapia, no sé
si reconcilia o cabrea al más pintado.
Hay momentos de cabreo, claro que sí, en los
que dices: estas vacas no nos entienden. Y yo lo que pretendo es que los
participantes entiendan la cultura de los gauchos.
- Si
los chavales se ponen levantiscos, ¿les cortará las dos orejas y el rabo?
Creo que sería muy fastidioso. Yo nunca me he
cortado el rabo. Las orejas, alguna vez afeitándome, y no vea si duele.
- ¿En
el programa tendrá que entrar a matar?
Hombre, no me gustaría. Pero si hay que pegar
algún tironcillo de orejas, se pegará. Y si me lo tienen que pegar a mí, pues
que me lo peguen.
- ¿Piensa
cortar, en términos de audiencia, 11 orejas, como José Tomás? Por el momento,
no lo parece.
Bueno, la verdad es que no me preocupa. No me
voy a dedicar a esto en el futuro. Es una aventura, y sé que es cruel, porque
conozco a mucha gente que trabaja en televisión y que están pendientes de un
hilo por una audiencia. Yo lo he hecho con mucho cariño, y me lo he pasado muy
bien.
- ¿Y si
el programa acaba como el rosario de la aurora, tienen plan B para las
doscientas vacas?
Ordeñarlas [ríe]. Porque preñarlas va a ser
muy difícil.
- Y no
creo que sea cosa suya.
No. Sería cosa de hablar con el señor toro y
que él se entretenga.
- Tras
casarse en Venezuela, dijo: “Me siento venezolano”. Le veo poco patriótico para
ser torero.
El buey es de donde pace, no de donde nace.
Soy de donde como. Y Venezuela me ha dado a la mujer de mi vida, madre de mis
hijos, y una acogida muy grande. Es como decir: “Me siento muy a gusto aquí”.
- Pasada
esta aventura patagónica, se vuelve a los ruedos.
Evidentemente. Nunca dejaré lo mío. Los toros
han hecho de mí el hombre que soy.
- ¿No
más pantalla?
Mire, me ha llamado Spielberg y me ha dicho:
“Manuel, no hagas más cosas, que me hundes”. Como mucho, aspiro a que Santiago
Segura me llame para Torrente 5.
A corta distancia
Nos citamos en un hotel muy taurino, en el
centro de Madrid, y él llega más de media hora tarde porque viene del médico.
Cuenta que le han infiltrado la cadera y la rodilla con su propio plasma, y
que, para lo suyo, tiene que cuidarse. Está entusiasmado con su experiencia
televisiva, para la que ha ensayado locución, porque sonaba demasiado cerrado
su acento andaluz. Entre risas, pone ejemplos de lo bien que dice las eses. No
es que parezca de Valladolid, pero se le entiende.
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