No hace falta acudir a las hemerotecas para comprobar las
esperanzas que levantó el traspaso de las competencias taurinas desde el
ministerio de Interior al correspondiente de Cultura. Y nada digamos de aquella
rotunda intervención del ministro Wert en su primera comparecencia ante la
Comisión de Cultura del Congreso. Bueno, pues como sentencia el dicho
castellano: "de lo dicho no hay nada". O casi nada. Ahora resulta que
el ministerio de Educación, Cultura y Deporte no es capaz de gestionar cosa tan
simple como los diversos registros taurinos, que afectan a poco más de 2.000 profesionales
de los distintos estamentos, y ha tenido que encomendar su gestión al
ministerio del Interior.
Redacción
www.taurologia.com
Si se lee con cierto detenimiento la
Resolución del ministerio de Educación, Cultura y Deportes, de fecha 26 de septiembre
pero no publicada en el BOE hasta el jueves día 10 de octubre, no se puede
llegar más que a una conclusión, en el fondo confesada, por más que se edulcore
con lenguajes administrativos. El Departamento de José I. Wert no ha sido capaz
en los 10 meses que lleva en el Gobierno de poner en marcha las competencias
taurinas que le corresponden, de acuerdo con el decreto de julio 2011, cuando
el entonces Gobierno de Rodríguez Zapatero acordó el traspaso desde Interior.
No es menos cierto que desde aquel mes de
julio hasta el inicio del actual año, tampoco el ministerio de Cultura del
Gobierno socialista había hecho nada, como ahora se comprueba. Pero
precisamente las esperanzas, que cada vez se tornan más vanas, que despertó el
Sr. Wert al llegar a su cargo, llevaban a pensar que todo eso cambiaba, que
ahora sí que el nuevo Ejecutivo se iba a preocupar del mundo de la Tauromaquia.
Si desde la realidad de hoy se repasa su celebrada intervención ante la
Comisión de Cultura del Congreso, se llega a la conclusión de que todo aquello
no fue mucho más que un brindis al sol.
Y así, no puede resultar más que sorprendente
que no hayan sido capaces de asumir unas simples competencias administrativas,
que desde luego no son nada complejas de poner en práctica cuando se refiere a
un colectivo tan reducido como el taurino. No se entiende cómo resulta
imposible de gestionar unos Registros que la postre no congregan más allá de
2.000 personas y que hasta ahora era un trabajo que durante años han realizado
un par de funcionarios y sin grandes
agobios, además. Por eso, la ahora
confesada incapacidad de gestión resulta una razón muy poco convincente.
Podrán edulcorar el tema diciendo que es cosa
transitoria, que no renuncian a ejercer en un futuro las competencias que les
corresponde. No es creíble. Hasta el más
lego en la maquinaria administrativa del Estado sabe que por un simple acuerdo
entre subsecretarios no se puede modificar un Real Decreto, como el de julio de
2011. Y hasta el menos avispado se da cuenta que, a estas alturas de la
película, resultaría políticamente escandaloso que se aprobara otro Real
Decreto anulando el anterior, para deshacer las transferencias. Con lo cual, la
última Resolución más bien suena a una componenda, bastante chapucera por
cierto.
La realidad de los hechos nos pone por
delante, fuera de la grandilocuencia de declaraciones pasadas, que la
Tauromaquia no ha encontrado en este actual ministerio de Educación, Cultura y
Deporte su acomodo idóneo. La primera evidencia es la falta de definición de su
propia adscripción administrativa: primero se ubicaron las cuestiones taurinas
en la Secretaria de Estado de Cultura y luego, bastante de tapadillo, se
llevaron a la Subsecretaría. La segunda evidencia la encontramos en el texto de
la propia Resolución de referencia: por
su confesión de la incapacidad de gestión nos enteramos que, en realidad, del
ministerio de Interior no ha salido ni un papel; todo han sido nada más que
palabras.
Con lo cual todos los cantos del ministro Wert
sobre la Tauromaquia quedan reducidos a una inactiva Comisión Consultiva
Nacional de Asuntos Taurinos --que no hay el menor interés en convocar-- y al
nombramiento de una transitoria Comisión de expertos, de la que el mundo
taurino, y cualquiera de sus estamentos, espera más bien poco. Pobrísimo
balance, desde luego. Y nada digamos si a ello se suma su inoperancia ante el
hecho consumado de la subida de 13 puntos en el IVA, con el grave daño que ello
ha causado a las actividades taurinas.
Tan es así que todo lo que a favor de la
Tauromaquia ha hecho la nueva Administrativa popular ha ocurrido en otros
escenarios: los esfuerzos del Presidente del Senado, Pío García Escudero, por
promover espacios para lo taurino, y el importante trabajo que en el ámbito
legislativo desarrolla el diputado Juan Manuel Albendea desde la presidencia de
la Comisión de Cultura del Congreso. Han sido los dos únicos que en la práctica
se han preocupado del mundo taurino.
Pese a
todo, nos reafirmamos en que la Tauromaquia debiera estar en el área de Cultura
de la Administración del Estado. Que en un momento dado se produzcan desengaños
personales y fallos de gestión, tan clamorosos como los que ahora comprobamos,
lo único que significa es que los responsables de la Cultura no han estado a la
altura de las circunstancias.
Sin embargo, las personas son pasajeras en el
ejercicio de la función pública. Lo
importante es que el diseño que se haga de la Tauromaquia en el
entramado complejo de la Administración del Estado sea el adecuado. Y bajo ese
punto de vista, nadie duda que la Fiesta es arte y es cultura. Por eso, otros
dirigentes vendrán después que sabrán aprovecharlo. Si el mundo del toro lleva
tantísimo tiempo esperando una solución a sus problemas, tampoco se hunde el
mundo por esperar al siguiente ministro, que vendrá algún día.
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