Las
Colombinas de Huelva, sumadas a otras citas menores, han servido para arrancar
tímidamente la campaña taurina en Andalucía en medio el escepticismo del sector
ÁLVARO R.
DEL MORAL
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
Las citas de Osuna y Estepona sirvieron para
reactivar la temporada al Sur de Despeñaperros en esta era pos-covid que
algunos han querido llamar “nueva normalidad”. Ya lo hemos dicho otras veces:
este tiempo nuevo será lo que se quiera que sea pero es de todo menos normal.
En cualquier caso sí se ha demostrado una cosa: a media plaza se puede dar
perfectamente un espectáculo taurino sin que el aspecto de los tendidos sea
desolador. Otra cosa, evidentemente, son las cuentas. Hay que respetar,
lógicamente, las medidas de seguridad elementales pero el espectáculo puede –y
debe- continuar. A partir de ahí podemos hacer algunas consideraciones,
comenzando con el agridulce espectáculo que deparó la mixta televisada por
Canal Sur desde Osuna. Hay que darle las gracias al empresario, Antonio Osuna,
por tirarse a esa piscina que no siempre tuvo agua. A partir de ahí también hay
que agradecerle a Enrique Ponce –perejil de todas las salsas veraniegas- las
facilidades prestadas para que el festejo pudiera ser retransmitido. Lo que no
se puede entender, maestro y empresario, es que las ruinas de Javier Conde se
colaran de rondón en el cartel. El malagueño prestó una mala, pésima, imagen a
un evento que a priori contaba con la audiencia asegurada. ¿Por qué no se contó
con un matador emergente que podría haber tenido una inmejorable oportunidad de
reivindicarse? En esa misma comarca, a pocos kilómetros de la ciudad ducal,
tenían a un torero en sazón. Se llama Ángel Jiménez.
La reactivación del negocio
Pero más allá del ridículo cósmico de marido de la
Morente –imposible de tapar a pesar de la amable actitud de los comentaristas-
hay que insistir en un dato. Son las empresas a las que toca dar toros y
sacudirse tantas dudas. Y para ello deben contar con el concurso y la ayuda de
todos los actores del espectáculo, especialmente los más grandes, echándole los
agujeros que haga falta al cinturón. El futuro está en juego; el más inmediato.
Aquí no se trata de que nadie pierda dinero a espuertas pero, posiblemente,
tampoco de ganar un céntimo en un empeño que debe tener altura de miras.
Algunos están contando los duros que dejarían de sumar este año sin darse
cuenta del panorama que se pueden encontrar el que viene. El negocio debe
reactivarse en todos sus rincones: en plazas grandes y pequeñas; en los pueblos
y las ciudades. Hay que reconocer y agradecer la valentía de la empresa Pereda
al tirar hacia delante con esas Colombinas que han mostrado el camino a seguir.
También la actitud de otros gestores como José María Garzón en El Puerto,
Francisco Rivera Ordóñez en Ronda o los Matilla en Mérida. Ahora mismo
–crucemos los dedos- se pueden dar toros. No sabemos que depara el futuro a
medio ni corto plazo pero debemos aprovechar los cauces abiertos por las
autoridades para refrescar la maltrecha y particular economía de este mundillo.
Las ansiadas prestaciones, quién lo duda, deben cumplir su labor pero lo que no
hagamos nosotros por nosotros mismos no va a venir nadie a suplirlo. Y ese
papel, repetimos corresponde a los profesionales con o sin el loable y azaroso
empeño de la Fundación del Toro de Lidia que, seguramente, no le compete. La
llamada “reconstrucción” –la filtración del proyecto agrió el almuerzo a más de
uno- debería girar en torno al sumidero de las novilladas. Ahí sí hay mucho
trabajo por hacer.
Una Goyesca de mucha altura
En Huelva rayó a alto, altísimo nivel, Miguel
Ángel Perera en una corrida que se había montado en torno a la poderosa aura de
Pablo Aguado, que anduvo lejos de sí mismo. El cartel lo completaba Cayetano, espeso
de ideas y con la cabeza en otra parte. Su nombre había sonado con fuerza para
encabezar el cartel de la Goyesca de Ronda pero sus cuitas personales y
familiares –dicen- podrían haber pesado en la decisión de no prolongar esta
peculiar temporada que ha reducido a las citas de Estepona y las Colombinas
después de prestar la fuerza mediática de su imagen en la defensa de los
intereses del sector, vapuleado por un gobierno que coloca estrellas de David a
los taurinos. El frente más urgente del menor de los Rivera, eso parece, está
ahora en otra parte que no nos compete. Nos interesa mucho más el precioso
cartel que ha logrado montar su hermano Francisco en esa Maestranza de piedra
que no verá pasar en blanco su festejo más emblemático. Nos consta que el empeño
no ha sido fácil. Ni en el marco sociopolítico ni en el taurino. Ya adelantamos
en su día que Rivera había reseñado una corrida de Núñez del Cuvillo. Sin
solución de continuidad, el compañero Álvaro Acevedo avanzó que Roca Rey y
Pablo Aguado volverían a verse las caras, casi quince meses después de aquel
suceso del 10 de mayo de 2019 que acabó marcando esa temporada. Finalmente será
Morante –y no Cayetano- el que encabece esa terna de campanillas que volverá a
celebrarse en una fecha temprana: la del 29 de agosto. Todo ello y mucho más lo
explicará el propio empresario en la rueda de prensa que ha convocado este
mismo martes en la Casa de los maestrantes rondeños. Y en su día, si Dios
quiere, allí estaremos para contarlo.
Adiós a Joaquín Ramos
Los siete días que quedaron atrás, en su vertiente
taurina, ofrecieron otros titulares. El más triste y llamativo fue la
sorpresiva e inesperada muerte de Joaquín Ramos, ese sabio del toreo al que le
quedaba chico el dudoso apelativo de ‘taurino’. Ramos forjó su personalidad
sirviendo las espadas de Joselito antes de convertirse en uno de los hombres de
máxima confianza de la órbita de Enrique Martín Arranz y, por extensión, de
José Tomás. Joaquín conocía perfectamente los engranajes de este mundillo,
desde el sótano hasta sus estancias más lujosas. Pero su pasión era el toro,
verdadero eje de este universo maravilloso. Eligió operar en la trastienda,
lejos siempre de los titulares y ejerciendo una elegante pero firme alergia a
las grabadoras y las libretas de los chicos de la prensa. El que firma estas
líneas tuvo la oportunidad –absolutamente casual- de conocerlo en una mañana,
casi madrugada, en el aeropuerto de Sevilla a finales de octubre de 2015. Ramos
dirigía entre bastidores el complejo embarque de cuatro corridas de toros
–Miura, La Quinta, Daniel Ruiz y Zalduendo- que tenían que lidiarse en la feria
del Señor de los Milagros de Lima de aquel otoño. Las preguntas eran obligadas
pero acabaron convirtiéndose en una larga, provechosa y reveladora conversación
que Joaquín no quiso que se tradujera en entrevista. Descanse en paz.
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