Ambos
han sobresalido en lo que llevamos de temporada, no hay sorpresa en ello, si
fuese una quiniela se pagaría baratita, es decir, lo contrario de lo que
habría/habrá que pagarles en cuanto llegue la normalidad
JOSÉ LUIS
BENLLOCH
Redacción APLAUSOS
La temporada se va desplomando como un castillo de
naipes. Parece una maldita danza, dos pasos adelante y dos pasos atrás.
Avanzamos a golpe de ilusión y retrocedemos con el menor contratiempo. Esa es
la consistencia del hábitat actual del toreo. Bueno, del toreo y del mundo
actual. Sueños frente realismo. Y en el pulso perdemos por goleada. Esa es la
sensación. Pero aún así me apetece hablar de toros, de toreros, también de
empresarios a los que se tiene como sacos de punching en los que descargar
todos los males sin hacer más distingos que los intereses, fobias y filias de
cada cual. Se hace a discreción, sin reparar que sin empresarios no habría
toros y es evidente que los hay de todos los colores, gente que merece la
reprobación y gente para tocarles las palmas, solo que en un mundo en el que abundan
las miserias es campo abonado para las voces más miserables que truenan según
les va la feria, y nunca mejor dicho, que anteponen sus intereses a cualquier
consideración. Nada nuevo.
Si hablamos de toros, Miura y El Pilar, Africano y
Potrico, a los que se ha añadido en las últimas horas el de Borja Domecq in
memoriam y su Palangrero en tarde de merecido homenaje, han sido los nombres
propios. Si hablamos de toreros este fin de mes ha sido de Luque y de Emilio de
Justo sobre todo. No hay sorpresa en ello. Si fuese una quiniela se pagaría
baratita, es decir, lo contrario de lo que habría/habrá que pagarles en cuanto
llegue la normalidad. Este año estaba señalado como el de su nueva
entronización y visto lo visto son apuesta ganadora. Es cuestión de tiempo.
Volver a lo más alto para los toreros que echaron
a perder su primera floración no es tarea fácil, objetivo solo al alcance de
los valores auténticamente sólidos. Es fácil de entender: en las reentrés
entran en juego los viejos estereotipos, se sacan viejas facturas de los
cajones, se ha perdido la frescura e incluso no falta quien quiere que se
queden en ese territorio del pan duro porque dicen que ahí son mejores toreros
y más honorables cuando la realidad es que han luchado para escapar de ese mundo
en el que hay más predicadores que fieles, donde honor no va parejo con
recompensa y uno es torero pero no quijote.
Este nuevo Luque es el mismo de antes, solo que más curtido,
con más cabeza, con más información y más consciente de que si es difícil que el
tren pase dos veces más lo sería pedirle una tercera oportunidad. Así que es
ahora o… a tomar viento
Nada de eso parece que vaya a afectar a este nuevo
Luque, que es el mismo solo que más curtido, con más cabeza, con más
información y más consciente de que si es difícil que el tren pase dos veces
más lo sería pedirle una tercera oportunidad. Así que es ahora o… a tomar
viento. Y tiene todas las papeletas para que sea ahora: un capote poderoso y
creativo y otro tanto se puede decir de su muleta, además de un conocimiento de
la realidad que le debe ayudar definitivamente. Ya sabe lo que llueve y el frío
que hace después de las distracciones.
Emilio de Justo tiene el oficio, la decisión, el concepto y
el perfil artístico suficientemente atractivo para ir más allá de lo que se
entiende por un torero honrado y consolidarse en los carteles lujosos las
grandes ferias
Y si nos referimos a Emilio de Justo, aunque menos
visto que su compañero y menos oportunidades desaprovechadas en etapas
anteriores, eso es una ventaja, vale toda la parrafada anterior. No significa
que sean iguales, afortunadamente, pero tiene el oficio, la decisión, el
concepto y el perfil artístico suficientemente atractivo para ir más allá de lo
que se entiende por un torero honrado y consolidarse en los carteles lujosos
las grandes ferias.
Y no sería justo que nos quedásemos solo en Luque,
ahí están Juan Leal que avanza a golpe cantado, Joaquín Galdós,… una segunda
unidad que apenas se descuiden las figuras les hacen pagar su inacción.
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