El
sevillano impacta por su forma de interpretar el toreo ante un buen toro de
Parladé y el toledano desoreja en una gran faena a un toro de Algarra; Daniel
Crespo pide sitio
GONZALO I.
BIENVENIDA
Diario EL
MUNDO de Madrid
Los compases del pasodoble 'Manolete' reverberaban
en los tendidos de Linares 73 años después de la tragedia del mito eterno del
toreo. En el ruedo jienense desplegaba todo su sentimiento Juan Ortega. La
sensibilidad entregada al arte del toreo. ¿Se puede torear de forma más bella?
El sobrero de Parladé humilló a los vuelos del capote del sevillano, que supo
apreciar su calidad en un saludo acompasado. Las chicuelinas del quite tuvieron
sabor, también la media. En el inicio de faena Ortega ofreció toda la suavidad
que puede emanar de sus muñecas para afianzar y convencer al toro que descolgó
sin diques. Las trincherillas y los pases de la firma lo vistieron todo. El
sevillano fue hilando una tanda a otra, despacio, con torería, con perfecta
colocación. La mano izquierda dibujó un trazo tan largo como ceñido, pasándose
los pitones muy cerca acompañando con el pecho. Un toreo sevillano y al mismo
tiempo profundo. Los detalles como suplemento al toreo fundamental. Los
aficionados se levantaban al final de las tandas para aplaudir la bendición del
buen toreo tan armónico, tan natural. Los ayudados por alto dieron oxígeno al
juampedro que había tenido el poder contado y la calidad infinita. El toreo a
dos manos, otro monumento a la torería. Media estocada en lo alto y un golpe de
verduguillo que no enfrió el ambiente. Cortó dos orejas sin discusión alguna,
escuchó un aviso.
Juan Ortega resolvió sobre las piernas las
dificultades del reservón primero de Luis Algarra, que tan sólo le permitió
expresarse con un majestuoso ramillete de verónicas. Silencio para el sevillano.
El mismo silencio que se debería haber guardado por Manolete -aunque no sea la
fecha exacta- ni por el Yiyo en los 35 años de Colmenar.
La otra gran faena de la noche la protagonizó
Álvaro Lorenzo. El toledano cuajó de principio a fin al gran toro de Luis
Algarra que hizo segundo, de nombre 'Matagallo'. Lo recibió con su virtuoso
capote, enganchando las embestidas con los vuelos sin apenas sacar los brazos
del cuerpo. La faena empezó de rodillas, los primeros muletazos por alto,
después, en redondo. La exigencia podía ser demasiado para la humillación del
toro, pero no. Se vino arriba ante la exigencia limpia del toledano, que no se
dejó enganchar la muleta en ningún momento. El toro rompió en extraordinario;
prontitud, recorrido, transmisión, ritmo. Lorenzo le dio el tiempo que
necesitaba para recuperarse. Lo crujió con temple, con sobriedad, con firmeza.
Soberbia faena, marcada por la profundidad del toro y el buen entendimiento del
toledano. Empezó una leve petición de indulto, cuando el toro amagó un par de
veces con irse a las tablas. Lorenzo terminó con unas manoletinas u ortinas sin
estoque. El toro pasó con la cara por las nubes al no venir sometido. Gran
estocada y dos rotundas orejas y vuelta al ruedo para 'Matagallo'. Todavía
mostraría una vez más su infalible capacidad al sumar un trofeo más en el toro
de Parladé sin buen estilo ni humillación.
Daniel Crespo también pudo enseñar las condiciones
toreras que posee. Este fino torero gaditano quiere hacer todo despacio, con
verticalidad y buen sentido del toreo. Se colocó en el lugar de gran compromiso
con el bronco tercero, de Algarra, que todo lo hizo con genio. Más opciones le
dio el que cerró la noche de Juan Pedro Domecq, un toro noble aunque algo
parado. Crespo se cruzó en todo momento al pitón contrario, muy asentado, con
muy buena actitud. En cuanto lo veía metido en los engaños se abandonó con
personalidad y pureza. Un torero para tener en cuenta en el futuro (oreja).
La corrida de Luis Algarra y de Juan Pedro
Domecq-Parladé estuvo bien presentada y permitió a la terna de jóvenes
demostrar su gran futuro. La emoción por el toreo de quilates de Juan Ortega en
Linares alimenta la afición de los que veneramos el toreo clásico.
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