¿Soluciones?...
Ya sé que la equidistancia no tiene cartel, pero las tomas de postura radicales
en estos momentos son como echarle gasolina al fuego, justo lo que esperan
sentados en el quicio de su mancebía quienes todos sabemos
JOSÉ LUIS
BENLLOCH
@JLBenlloch
Redacción APLAUSOS
El planeta toro está en llamas. El coronavirus ha
caído sobre él como una de las grandes plagas bíblicas. No es la única. Llueve
sobre mojado y el detalle lo agrava más. La descapitalización que viene de muy
atrás; el fuego a discreción de los anti, sin miramiento, disparan por tierra,
mar y aire y sobre todo las redes son un infierno; el meninfotismo, en
castellano la indiferencia, interesada e intencionada de las administraciones,
me refiero a las declaradamente anti y las interesadamente prudentes. Y luego
están las guerras internas. El caso es que entre unos y otros estos días tengo la
sensación de que nos van llevando a las tablas y ya saben lo que pasa en ese
terreno, que te atronan o que doblas salvo milagro de una embestida final. Así
que el momento es especialmente comprometido y pone más en cuestión que nunca
las conductas de los hombres. Hay que ser especialmente prudente porque lo que
antes valía o simplemente era inocuo o no pasaba de considerarse pimienta para
las tertulias o entraba en el territorio de las cuitas personales, ahora es
puro veneno y eso es lo que hay, lo que priva, un totum revolutum cancerígeno
que seguramente estamos a tiempo de contener si tomamos conciencia. Es lo que
quiero pensar y creer en un esfuerzo supremo de optimismo. Ya sé que la
equidistancia no tiene cartel, pero las tomas de postura radicales en estos
momentos son como echarle gasolina al fuego, justo lo que esperan sentados en
el quicio de su mancebía quienes todos sabemos.
Este 15 de agosto la
agenda se ha adelgazado hasta el raquitismo, los clarines enmudecieron, las
campanas dejaron de doblar a fiesta, no la hay, ni apetece estrenar ni se puede
procesionar…
Escribo tras un 15 de agosto que ha sido
especialmente triste. El más triste de la historia contemporánea del toreo. La
agenda se ha adelgazado hasta el raquitismo, los clarines enmudecieron, las
campanas dejaron de doblar a fiesta, no la hay, ni apetece estrenar ni se puede
procesionar, ni hay quien engrase los goznes de los chiqueros porque los
toritos negros siguen en el campo amenazados por un futuro más que negro,
zaíno, en cualquier anónimo matadero que, eso sí, amenaza su estatus y su
orgullo de toro bravo. La España vacía, como la han bautizado los estudiosos
-demasiado tardaron en hablar-, es un barbecho camino de convertirse en tierra
yerma. Ni que decir que las vírgenes y los pueblos se han quedado sin fastos
taurinos camino del septiembre de las patronas aparecidas en el que los toros
son más que nunca, deberían serlo, devoción pagana y aliento para la gente del
toro, ganaderos, matadores, banderilleros, especialmente los menos favorecidos
por la fortuna, que esos días de advocación mariana, toros y fe, encuentran el
resquicio y el calor imprescindible para seguir creyendo. Ellos y los miles de
españolitos que necesitan del aliento de sus raíces, hombres y mujeres a
quienes urbanitas y urbanitos nos quieren condenar desde la más profunda
ignorancia a ser unos apátridas culturales, en despistados pulpos en sus
garajes anglosajones, en parias bolivarianos. Y no es eso, no nos los
merecemos.
…ni hay quien
engrase los goznes de los chiqueros porque los toritos negros siguen en el
campo amenazados por un futuro negro en cualquier anónimo matadero que, eso sí,
amenaza su estatus y su orgullo de toro bravo
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