Cuando
menos se lo esperaban los guardianes de la moral y proselitistas del
pensamiento único, el toreo, al que ya creían a punto de la puntilla vía virus,
se alza, maltrecho, sí, pero bravo.
PACO MARCH
@franciscomarch9
@franciscomarch9
Osuna,
Estepona, Huelva, El Puerto de Santa María. Ha bastado que estas cuatro
plazas de toros andaluzas (también algunas más de otros territorios) dieran
corridas de toros para que se encendieran las alarmas, las de quienes tienen
las corridas de toros como depositarias
de todos los males del mundo mundial. Tal vez porque - cito, de nuevo y siempre
a Bergamín- “son un espectáculo inmoral y, por consiguiente, educador de la
inteligencia”.
Resulta que en todas ellas el público colmó – o
casi- los tendidos en el porcentaje, 50 por
ciento, permitido por la normativa sanitaria de la Junta de Andalucía. Y
resulta también que inmediatamente las redes sociales y los medios de
comunicación difundieron imágenes en las que el gentío no parecía respetar las
normas de distancia y algunos tampoco el uso obligatorio de mascarilla.
Algunos de “los nuestros”, más papistas que el
Papa, se echaron las manos a la cabeza, mientras “los otros” desplegaron todo
su arsenal de denuncias, con el eco correspondiente en los medios de
comunicación.
Gentes conocidas (considerarles artistas les viene
grande) del cine o la canción destilaron su bilis; algún que otro escritor de
guardia se sumó al coro; tertulianos del rosa al amarillo mostraron su obscena
ignorancia y, claro, los “neo progres” palmeros de ese vicepresidente okupa del
Gobierno que mientras España vive una tragedia homérica se dedica a recomendar
series televisivas y lucir su moño, no perdieron la ocasión para seguir su
cruzada contra la tauromaquia con el argumentario (sic) habitual, en el que
toros, España y facha van de la mano. Aunque, hay que reconocerlo, cierta
munición para ello se les suministra.
Pero hay otro motivo, quizá “el motivo”.
No es otro que cuando quien más quien menos ya
daba la temporada taurina por perdida, algún empresario echó la patalante.
Carteles atractivos (con Enrique Ponce omnipresente) y- decíamos- gran
respuesta del público. Árnica para tanta congoja de las gentes y alivio para
los profesionales que se vistieron de luces, a la espera de que las legítimas
reivindicaciones del colectivo sean atendidas por quien corresponde. Que no
parece, de momento.
Cuando menos se lo esperaban los guardianes de la
moral y proselitistas del pensamiento único, el toreo, al que ya creían a punto
de la puntilla vía virus, se alza, maltrecho, sí, pero bravo como corresponde a
su estirpe. Y tocan arrebato.
Para las próximas semanas ya se anuncian festejos
aquí y allí (con las grandes plazas cerradas, eso sí), más ganaderos que pasan
del llanto de llevar los toros al matadero a la gloria del ruedo y más
profesionales que ingresan un dinero que mitiga tanta penuria. Y los
aficionados, que repartidos por toda la geografía, van a la plaza si les cae a
mano o esperan, como está ocurriendo,
que alguna televisión les lleve la corrida a casa. Al respecto, ahí
sigue la posibilidad de que el canal de pago organice un determinado números de
festejos. Veremos.
Veremos o, tal vez, ya no veamos. Al menos en
Andalucía donde, al rebufo de la antes comentada (y, por supuesto, groseramente
manipulada) polémica sobre incumplimiento de medidas sanitarias en las corridas
mencionadas y las denuncias ( la denuncia, la delación, otra de las cosas que
parece que desgraciadamente ha llegado para quedarse y que amenazan nuestra
libertad) al respecto, va el Consejero de Presidencia de la Junta y anuncia que
lo del metro y medio entre espectadores será condición sin equa non para dar
toros, porcentajes al margen. El consejero Bendodo, miembro de un Gobierno
tripartito de derechas- no se olvide- ya amenazó hace unos días con un frase
que está haciendo fortuna en estos tiempos oscuros entre muchos de sus
colegas: “No me temblará el pulso”,
dijo. Eso mismo decía el Caudillo, pese al párkinson, cuando firmaba sentencias
de muerte.
Si la pulsión autoritaria de los gobernantes
andaluces, esos que lucen banderita rojigualda en la pulsera y se ufanan en
proclamar su amor al toro y olé, se convierte en un nuevo y decisivo epígrafe
de la normativa, todo lo que estaba por venir, anunciado o no, se va al traste.
Como por ejemplo Linares y Ronda, entre otras.
Nada es casual. No podían permitir que el toreo
siguiera en pie.
Puede que se hayan cometido torpezas, algún abuso
tal vez, pero el castigo sería tan arbitrario como demoledor.
Y, como siempre, si miramos a Francia vemos que
hubo toros en Saintes Maries de la Mer y que habrá en Beziers y Arles (chapó,
una vez más, Juan Bautista) y, tal vez, en Nimes. En el imponente Coliseo
arlesiano, se pondrán a la venta 5000 localidades, mitad del aforo.
Lo mismo
que ocurrió en Huelva, en el Puerto…
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