El
escaso fondo de los toros impidió grandes faenas, aunque el público premió a
los toreros con cuatro orejas
David de Miranda |
JESÚS
BAYORT
@JesusBAYORT
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Diario ABC
de Sevilla
Fotos: Arjona
HUELVA
El destino quiso que 528 años después, Huelva sólo
tuviera un modo de homenajear la partida de Cristóbal Colón: con una corrida de
toros. Y en vez de tres navíos tuvo cuatro: dos toreros locales y dos
forasteros. Un ambiente festivo que se apoderó de los tendidos de La Merced,
cuyas ansias de ver triunfos superaron a la realidad. Recibieron con palmas por
Huelva a sus dos promesas más firmes, Andrés Romero y David de Miranda, y
obsequiaron con trofeos cada acierto con los aceros, pese al desastre ganadero.
Los focos estaban puestos en la presencia de
Enrique Ponce, el torero del verano. Cinco meses sin torear y en tres días
lleva más corridas que el resto del escalafón. Y hoy trenzará su cuarto
paseíllo seguido (Plasencia). Que está en un momento pletórico nadie lo duda.
Hay un aforismo taurino que supera a la antología de Hipócrates: «Enamorado se
torea mejor». No sabemos qué de cierto hay en ello, pero sí se le vio cómodo
por el ruedo y con sed de triunfo.
Toreó con especial regusto en el recibo capotero
al burraquito primero, una pintura de animal que embistió con mucha clase de
salida. Intercaló pasajes a la verónica, a pies juntos, chicuelinas y revolera.
Animó el ambiente Abraham Neiro «El Algabeño», que se lo dejó llegar en
banderillas y se recreó en la suerte. Cambió el «juampedro» en el último
tercio. Sus embestidas se iban descomponiendo conforme Ponce lo pasaba de
muleta. Este «Tendero» rápido se despojó de su ritmo y clase inicial. Y el
diestro sólo pudo enjaretarlo con el jarabe de las alturas. Persistió durante
toda la faena y le dejó una estocada casi entera, que fue suficiente.
Apostó y aprovechó la boyantía inicial de su
segundo, con el que había vuelto a reafirmarse a la verónica y en un quite por
delantales. No esperó a que sonara el cambio de tercio y ya tenía la muleta
montada. Se plantó ante «Nebli» y lo sometió por doblones sin enmendarse. Se
movió el toro, pero no terminó de entregarse. La voluntad de Ponce se ahogó en
un pozo sin fondo.
Sebastián Castella «debutaba» tras el
confinamiento. Y fue soltándose conforme despachaba a su primero. Le aprovechó
la inercia inicial para caldear los tendidos con un estático inicio de muleta,
a pies juntos. Aunque rápido se aburrió el toro y se esfumaron los ánimos del público.
Ya más destensado, vació varios naturales en el extremo de su cintura. Hubo
naturalidad durante esos pasajes. Le cayó baja la espada y el público premió
con una oreja la celeridad en tronar. Poco o nada le ayudó el sexto, que pronto
se defendió y acuso su altura de cruz. Lo sentenció con una extraordinaria
estocada.
Le aguantó David de Miranda un parón a escasos
centímetros durante un quite por saltilleras. Sonaron al unísono los dientes
recién apretados de sus paisanos. Esta «nueva normalidad» no le ha restado
aplomo al torero de Trigueros, que sigue consintiendo y aguantándole a los
toros hasta límites insospechados. Está cómodo en los terrenos próximos a los
pitones. Y así lo demostró. Rápido enmendó el pinchazo inicial, con una
estocada en toda la yema que le sirvió para cortar la oreja.
Insistió por el mismo palo en el último toro de la
corrida. El octavo. Sin sobreros y pasadas las 23 horas. El público le
agradeció su esfuerzo y le premió con otra oreja que no le sirvió para salir a
hombros por las medidas sanitarias actuales.
Puso toda la carne en el asador el rejoneador de
Escacena del Campo Andrés Romero. Lo recibió metido en el mismísimo túnel de
toriles. Sin rejón, y con el marsellés como único apoyo. Intentó encelar con la
chaqueta al de San Pelayo, pero cantó pronto la gallina. El toro blandeó de
manos y adoleció de celo. Estuvo voluntarioso a lomos de «Caimán», «Guajiro» y
«Chamán», con el que dejó un rejón de muerte entero que lo tumbó patas arriba.
Sus paisanos le pidieron con insistencia las orejas y el presidente le concedió
la primera de la tarde. Brindó su segundo a Miguel Ángel Perera, presente en
los tendidos. Y tuvo momentos de especial interés a lomos de «Kabul», «Jerjes»
y «Guajiro». Tuvo que hacer uso del descabello y eso le privó de obtener
nuevamente premio.
FICHA DEL FESTEJO
Se lidiaron toros de SAN PELAYO (Capea) para rejones, correctos de presentación y de
juego desigual, y de JUAN PEDRO DOMECQ
para la lidia a pie, armónicos y con escaso fondo para los tercios finales.
ANDRÉS
ROMERO, chaquetilla en terciopelo
azul: oreja y ovación.
ENRIQUE
PONCE, de blanco y azabache:
ovación tras un aviso y ovación.
SEBASTIÁN
CASTELLA, de lila y oro: oreja y
ovación.
DAVID
DE MIRANDA, de verde hoja y oro:
oreja y oreja.
Se desmonteró José Chacón.
Plaza de La Merced de Huelva.
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