La
'nueva normalidad’ taurina es un fiasco que pone en peligro el futuro de la
tauromaquia
ANTONIO
LORCA
@elpais_toros
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Diario EL
PAÍS de Madrid
Muchos creyeron que la nueva normalidad taurina
sería la floreciente consecuencia de una sesuda renovación para el toreo, y
resulta que, hasta ahora, es un auténtico fiasco que amenaza seriamente su
pervivencia en el tiempo.
Hace unos días, aparecía en las redes sociales una
pregunta que daba en la diana: “¿Se puede decir que aún no ha habido en 2020 ni
una corrida decente?”. Depende, claro está, de la concepción moral de cada
cual, pero, decente o no, lo visto hasta ahora provoca una alarmante decepción.
No es esto, no; no es esto lo que necesita la tauromaquia para andar con la
cabeza alta en el siglo XXI.
- La figura más veterana del escalafón, Enrique
Ponce, con treinta años de alternativa a sus espaldas, es la gran novedad del
momento (¿?).
No se sabe qué es peor, si la pandemia o los taurinos
- Para la corrida inaugural de la temporada en
Andalucía, el pasado día 1º de agosto, en Osuna, el mismo Ponce incluyó en el
cartel a un amigo suyo, Javier Conde, un torero de vuelta, poseedor de antiguas
musas ya marchitas, atenazado por una clamorosa ausencia de técnica y un
corazón encogido.
- Al día siguiente, comenzaron las Colombinas de
Huelva. Los toros del 2 de agosto fueron de Núñez del Cuvillo, lidiados por
Perera, Cayetano y Aguado. El crítico de Huelva Información, Paco Guerrero,
decía en su crónica: “Ahí estuvo esa pequeñita corrida de Cuvillo que tanto le
gusta a los toreros para lucir cualidades. Todo a la mitad: el aforo, los
dineros y el toro. También el toro. Y otra vez Cuvillo. ¿Es que no había otra
corrida en el campo con la que dejar una imagen de feria más digna?”.
- El día 3, también en Huelva, ocho toros, dos
para el rejoneador Andrés Romero, y seis de Juan Pedro Domecq, para Ponce,
Castella y David de Miranda. El periodista Carlos Crivell escribía en su blog
Sevillatoro.es lo siguiente: “El futuro de la Fiesta no puede estar sustentado
en corridas de toros tan bochornosas como la segunda de Colombinas. Cuando se
pide una renovación de las estructuras del entramado taurino, en momentos en
los que se necesita una corrida atractiva en las que el toro sea el rey de
verdad para que lo lidien toreros capaces, que son héroes, es un desastre ser
testigos del juego de toros sin vida, casi muertos de salida, que dan más
lástima que miedo, que llegan a dar auténtica pena, de manera que todo acaba en
un bochorno continuado que no hay aficionado que aguante en una plaza. Con
toros como los de Juan Pedro que se corrieron en Huelva, la fiesta no tiene
futuro”.
- “Lo que los taurinos llaman toritos, nobles y
suaves”. Así calificaba Francisco Orgambides, en Diario de Cádiz, los
ejemplares de Juan Pedro Domecq, lidiados en El Puerto de Santa María el pasado
día 6.
- Y después llegaría el festejo de la localidad
segoviana de El Espinar. Ponce presentó un parte médico, y la empresa decidió
dejar el cartel en un mano a mano entre Ureña y Toñete con la cantidad de
buenos toreros que están en el paro forzoso. Y los toros de Zalduendo han sido
calificados como “indignos y moribundos”, un fiasco de corrida. Por cierto,
¿qué hacía en ese cartel Paco Ureña, el digno triunfador de la temporada
pasada?
- Por si fuera poco, ha surgido una encendida
polémica sobre si las empresas cumplen o no las medidas sanitarias sobre el
aforo permitido. Las fotos pueden engañar, pero la impresión es que en los
festejos celebrados había más público del permitido. (Lo que faltaba…)
¿Qué está pasando? ¿Esta es la nueva normalidad de
la tauromaquia? ¿Dónde está la necesaria renovación taurina, imprescindible
para perdurar en el tiempo? ¿Esta es la tauromaquia que necesita el siglo XXI?
¿Dónde están escondidos los grandes empresarios de
ANOET? ¿Y las llamadas figuras del toreo? ¿Se ha reunido alguien desde Fallas
hasta hoy para tratar de buscar soluciones a esta crisis taurina sin
precedentes en la historia?
El toro es el gran fundamento de la tauromaquia
Ha llegado un momento en que no se sabe qué es
peor, si la pandemia o los taurinos.
No tiene explicación racional posible que los
festejos de la normalidad hayan incidido en el más grave error de la fiesta
moderna, cuál es el desprecio al toro.
El ambiente torerista reinante es la antesala de
la desaparición de la fiesta. Morante de la Puebla (no es más que un ejemplo)
es necesario, pero no imprescindible, como no lo es ningún torero. Morante
pasará y solo pervivirá el toro.
Es el toro el fundamento de la tauromaquia; el
único elemento con capacidad para emocionar y enganchar a nuevos aficionados. Y
hasta que este axioma no sea aprehendido por los taurinos no habrá solución
para la tauromaquia.
Todo lo demás son fruslerías que hoy vitorea el
público accidental y mañana las abandona con el mismo entusiasmo.
Los taurinos (incluidos muchos escribidores que
creen erróneamente que el periodismo taurino consiste en proteger la fiesta y
ocultar sus defectos) prefieren apostar por la estética en perjuicio de la
épica, por el animal penoso y moribundo, por el torito antes que el toro
íntegro, por el torero bailarín en lugar del lidiador heroico y poderoso, y así
nos va.
Si esta es la normalidad que prefieren los
taurinos y sus periodistas de cabecera, que sepan que el negocio taurino no les
dará para la jubilación. Si esta es la nueva tauromaquia, a la fiesta le queda
una efímera vida.
El toro, solo el toro, salvará la fiesta de una
muerte segura. Solo el toro, el de verdad, y no la caricatura actual.
Ya lo dijo Ortega y Gasset: “El día que en el
toreo se pierda la épica y todo sea estética, la Fiesta tendrá sus días
contados”.
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