Las
ferias del Norte reivindican que allí el toreo existe y resiste en situaciones
políticas tempestuosas y sienten la ausencia del astro peruano.
ZABALA DE
LA SERNA
Diario EL
MUNDO de Madrid
Cuando la temporada taurina encara agosto, los
toreros afrontan la campaña de Septentrión. Y el Norte reivindica entonces que
también existe. Y no en situaciones precisamente favorables. Las tempestades
políticas del País Vasco ya sumieron a San Sebastián en la oscuridad entre 2012
y 2015 con el hachazo (y la serpiente) de Bildu/HB que dejó la Semana Grande
colgada de sus fuegos artificiales. Siempre acecha la amenaza del lobo
bildutarra. Nunca cesa. Como las Mareas podemitas en la Galicia caníbal contra
el último bastión de la tauromaquia galega: Pontevedra resiste aferrada a su
Peregrina taurina. Nada nuevo en lontananza. Por Gijón los vientos electorales
han virado la veleta del signo político y el PSOE ahora rige la ciudad. Y
transige, de momento, públicamente -en privado es otra historia- con la siempre
fiel plaza del Bibio y su luminosa Feria de Begoña.
Todas las figuras del toreo desfilarán por los
ruedos norteños. Que ya sienten la ausencia de Roca Rey, el astro lesionado.
Caído en desgracia el revolucionario taquillero, Pablo Aguado ha quedado como
el revulsivo más atractivo entre las jerifaltes consolidados por décadas en la
cúpula del escalafón: Enrique Ponce -que vuelve este inminente sábado en El
Puerto-, Morante de la Puebla, El Juli, José María Manzanares... Suman todas
las fuerzas para consolidar la tauromaquia en ambientes absurdamente hostiles.
Cuando no hay una sola ciudad que no vea beneficiada su economía con el
millonario impacto de una feria brava. Que pregunten por Santander, año tras
año en constante crecimiento.
Ya viene el Norte entre luces y nubes, soles y
sombras.
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