El matador de toros sevillano entiende al quinto de Las
Ramblas y puntúa en el último festejo del año en Sevilla. Esaú Fernández perdió
con la espada un trofeo con el sexto.
CARLOS
CRIVELL
@carloscrivell
Diario
ELMUNDO de Madrid
La temporada acabó en Sevilla con un cartel de oportunidades
con tres toreros sevillanos y una corrida de Las Ramblas. Seis toros grandes y
aparatosos, tres de ellos cinqueños largos, uno de ellos -el sexto- a falta de
dos meses para los seis. Es decir, un lote muy desigual donde abundó la
mansedumbre y la falta de casta, aunque hubo dos toros que tuvieron mejor nota,
el quinto y el sexto, ambos ya con cinco años y que por su aspecto podían presagiar
su mejor condición. Los toros primero y tercero eran muy bastos de hechuras.
No había mucho de Salvador Domecq, de donde proceden los de
Las Ramblas, en todo caso tenían ramalazos del Marqués de Domecq, como lo
atestiguaban sus anchas sienes y cornamentas desarrolladas. Embistieron el
quinto, que acabó de manso, y el sexto, un toro muy emocionante y encastado,
que por su comportamiento salvó el encierro del ganadero albaceteño. Dentro de
su aparatosidad y peso exagerado, estos dos toros tenían más largura de cuello.
No falló este detalle. La lidia de estos dos toros quinto y sexto le dio
contenido a un festejo que fue deslizándose por la atonía y el aburrimiento
justo hasta los dos que remataron un año de escaso contenido en plaza de toros
de Sevilla.
Miguel Ángel Delgado, que se había tropezado con un animal
imposible en primer lugar y con el que no pudo más que sortear gañafones de
pésimo estilo, dejó crudo al quinto, toro que derribó en las dos varas al
permitir el picador que el animal atacara a la cabalgadura por los pechos.
Parecía poco picado, pero fue buen material para un torero muy decidido,
templado y solvente. En banderillas, Fernando Sánchez colocó dos pares de
categoría, el segundo sensacional, animando al de Las Ramblas al grito de
"vamos toro, que estamos en Sevilla". Delgado se lo brindó a El Cid y
lo citó desde los medios con la izquierda. Con el temple por bandera, los
muletazos surgieron limpios y completos. La ligazón brilló al encadenar los de
pecho forzados de manera preciosa. Por la derecha se afianzó su labor tras
sacarse el toro en uno por la espada muy original. El toro perdió ritmo y ganó
en mansedumbre y así llegó una voltereta que puso el punto final a la faena. El
toro se arrinconó en las tablas y Delgado estuvo siempre seguro. Lo mató y la
oreja cayó por su peso.
El otro toro fue el sexto, de cinco años y diez meses, que
dentro de su anatomía aparatosa y sus astas cornivueltas, tenía cuello para
humillar. Además, el toro tenía motor y emoción. Se entregó en la primera vara
y se escapó en la segunda, pero exhibió prontitud, fijeza así como humillación.
También tuvo algo de pegajosidad, pero era un detalle menor al lado de sus
virtudes. Esaú Fernández le dio cinco tandas, dos con la derecha, dos con la
izquierda y otra más con la diestra. Hubo vibración y disposición, la emoción
se apoderó de la plaza como siempre ocurre cuando un toro embiste por abajo y
repite con celo. El ambiente le fue propicio al de Camas, que pudo cortar la
oreja pero de nuevo se le mostró esquiva la espada. El toro fue muy vistoso y
se fue con las orejas al desolladero.
La actuación de Nazaré tuvo como nota alta un buen quite por
chicuelinas al sexto. Antes, el que abrió plaza no le permitió más que dar
muletazos sin color a un toro muy descastado, basto de hechuras y carente del
menor atisbo de calidad. El enorme cuarto, con dos velas pavorosas, lo desarmó
a las primeras de cambio. Desparramó la vista y se paró. Nazaré apareció
desanimado y no era para menos.
El otro toro de feas hechuras fue el tercero, manso, que no
se desplazó en ninguna de sus arrancadas. Esaú se lo brindó a los toreros de
Camas presentes en la plaza. Allí salieron Antonio Chacón, Antonio Cobos, El
Almendro, Javier Andana y el picador Lolo Espinosa. Buen detalle. El toro fue
una prenda. Cuando acabó con su vida, unos chavales sacaron una pancarta donde
se leía: 'Jóvenes ecologistas y taurinos'. Fueron muy aplaudidos.
En los corrales le quedaba el sexto, que tenía mucho que
torear. Fue el toro que firmó el fin del año en Sevilla. Es una esperanza que
el último toro haya tenido tantas virtudes.
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