Cogido por los dos toros de su
lote, arriesgando sin reservas, y con una costilla rota, el torero murciano
remata curso con brillo y entrega. Corrida distinta de Adolfo Martín.
Rafael Rubio “Rafaelillo” |
BARQUERITO
Fotos: EFE
CASI HUBO DE TODO en la corrida de Adolfo Martín: un quinto de corrida
cornipaso y vuelto, de cuerna descomunal –casi un metro de pitón a pitón- y,
sin contar percha tan disparatada y disuasoria, toro de muy buenas proporciones
y hechuras; un segundo agalgado, terciado y sacudido, con sus dos velas
correspondientes; un primero bajito de agujas pero bien lleno y muy abierto, y
vuelto, de palas; abierto de palas también el tercero; un cuarto en el tipo más
común y definido de la ganadería; y un sexto degollado, hocico de rata,
ojalado, estrecho, alto y largo, y particularmente ofensivo porque fue el más
astifino de los seis y el que más respeto imponía por delante.
Los seis –mayoría de cárdenos- llevaban la marca y el
escaparate tan reconocibles de la ganadería. Salvo primero y sexto, todos
protagonizaron salidas trepidantes. Las emociones en catarata se vivieron en
los recibos de capa. Ricardo Torres le tiró al segundo seis lances enganchados
por delante de buen apresto y limpio vuelo. Paulita puso la plaza abajo con
cinco verónicas calmosas pero briosas, tres de ellas de ritmo particular.
Rafaelillo, larga cambiada de rodillas en tablas antes de verle las orejas al
cuarto, que fue un toro lobo, cuajó entonces lances de despacioso dibujo, seis
o siete, y remató con media soberbia y un parcheo en la culata. De parecida guisa –larga y lánguidas verónicas,
revolera y el parche a la vieja usanza- había tomado de entrada al primero de
corrida, que fue el único en soltarse de capa antes de varas.
Con el tremebundo quinto no llegó a estirarse Torres, porque
el toro no cabía en el capote, pero fue caro detalle el no afligirse, no volver
la cara. El sexto no descolgó en el arranque a la manera de cuantos lo hicieron
por delante y Paulita no pudo repetir primores porque el toro apretó para y por
dentro. Sí sacar los brazos y, sin llegar a torear sobre las piernas, dar al
toro más aire que tela. Se jalearon tantos logros de capa de los matadores. No
se había visto torear tanto de salida en lo que va de feria. Ni una sola de las
embestidas en crudo de los toros fue de broma.
De broma no hubo un solo instante en toda la tarde, que fue,
sin embargo, de niveles muy desiguales por todo. Cuatro toros de fondo más o
menos noble: el primero, demasiado distraído y tardo, de caprichoso
temperamento; el segundo, que fue el de mejor estilo de los seis; el quinto,
que con toda su artillería pesada, tuvo más bondad que entrega; y el sexto,
que, paradito, se vino andando no pocas veces pero no punteó engaños y estuvo
fijo en ellos. A ese sexto le pegó soberbios lances de brega Miguel Ventosa,
Venturita. Solo que el primero hizo cosas de mosquita muerta, y cuidado con
ella; el segundo se empleó sin apenas reservas; el quinto no tanto; y el sexto
menos que cualquiera de los otros tres.
Luis Antonio Gaspar “Paulita” |
Y dos toros de armas tomar: el cuarto, de buen aire, empezó
a escamarse en banderillas y en la muleta sacó fiera correa, artera listeza y
violencia defensiva; el tercero, que
humilló bien, sacó el aire mutante tan de la ganadería, y lo sacó para volverse
y disparar sin haber apuntado antes. Los dos fueron de verdad dificíles y con
los dos llegó a verse y saborearse esa suerte tan olvidada que son los
muletazos de castigo. Por ejemplo, los de pitón a pitón, que Rafaelillo ejecutó
con maestría. Y Paulita, con más apuros pero con gran sentido plástico.
Rafaelillo no se conformó con el castigo y, aunque el toro
era el más mirón del mundo, se empeñó en fajarse con él, en pasárselo por abajo
y en pegarle a pies juntos muletazos de apostarlo todo y ganar. Ni una baza
repitió el toro, que a la salida de viaje se volvía a medir y a mirar. Calma
soberbia del torero murciano, que, se supo luego, llevaba una luxación en la
costilla para entonces, porque el primero, en uno de sus viajes en corto, le
había levantado los pies, abierto un boquete en la taleguilla de seda color
tabaco y volteado en seco.
Una luxación y, luego, fractura, pues el cuarto alargó la
gaita muy de improviso y lo cazó con las dos palas y por la espalda. La paliza
fue tremenda. Rafaelillo ya estaba toreando entonces sin la chaquetilla, que le
oprimiría demasiado, pero, refrescado en la barrera, volvió a primera línea de
fuego para doblarse antes de cobrar media estocada suficiente y de heroico
acento. Se reconoció el gesto.
Tuvo gran mérito que ese raro torero bohemio del país que es
Ricardo Torres, en su día novillero de personalidad artista, sostuviera sin
desmayar el tipo y las formas ante los dos toros más de fiar del sorteo pero
nada sencillos para cualquiera que no se vista de luces más de dos veces al
año. Al segundo le pegó una tanda cadenciosa y muy bien dicha con la mano
derecha; con el quinto aguantó sin temblar de principio a fin en los medios. A
este, además, le pegó la estocada de la tarde y tal vez de la feria.
La gente estaba con Paulita, porque es, de todos los toreros
aragoneses, el más querido en su tierra. Así que en cuanto el sexto tuvo en
gana meter la cara y Paulita pudo templarse, estirarse, cargar la suerte y
dibujar aunque solo fueran medios muletazos, se oyó el rugir del pueblo
soberano. Faena sin continuidad pero sin renuncios: a la voz primero y en mal
terreno; entre rayas después, y ahí fue lo que fue. Todo, menos la espada: un
metisaca, ay, una estocada trasera, dos descabellos. No quiso Paulita dar la
vuelta al ruedo.
FICHA DE LA CORRIDA
6ª de feria. Casi media plaza. Cierre solo parcial de la capota en
tarde soleada y templada. Denso ambiente de humo de cigarros habanos. Luz
artificial de principio a fin de corrida. Dos horas y seis minutos de función.
Seis toros de Adolfo Martín.
Rafael Rubio “Rafaelillo”, saludos tras un aviso y una oreja.
Ricardo Torres, silencio y saludos.
Luis Antonio Gaspar “Paulita”, silencio y ovación tras un aviso.
Marc Allen picó a modo al segundo, Esquivel al cuarto y Rafael Sauco al sexto. Brega muy
competente de Venturita con el
sexto.
Ricardo Torres |
No hay comentarios:
Publicar un comentario