PACO AGUADO
Por
primera vez en la historia, el voto de un importante sector de la población
española en unas elecciones generales va a estar condicionado por la cuestión
taurina. Y es que, de hecho, los comicios recién convocados por el presidente
Mariano Rajoy para el próximo 20 de diciembre van a ser determinantes para el
futuro inmediato de la fiesta de los toros.
Dado
el contexto político en que vivimos, el mundo del toro se juega tanto en las
próximas elecciones al gobierno de España que, lamentablemente, demasiados
votantes nos vamos a ver obligados a pensarnos mucho nuestro apoyo a uno u otro
partido únicamente por su postura ante la Fiesta.
Lamentablemente,
decimos, porque a la hora de introducir la papeleta en la urna, más que las
lógicas preferencias ideológicas o la búsqueda de soluciones a los problemas
que realmente deberían preocupar a la sociedad, nos va a guiar un urgente
sentido de la supervivencia y de defensa de nuestra filosofía de vida.
Será
así como el voto taurino del 20-D tratará tanto de asegurar el lícito y sagrado
sustento de las miles de personas que directa o indirectamente viven del sector
como de evitar que esta nueva generación de intransigentes políticos acabe a
golpe de decreto con un rito que, en el ruedo o en las calles, marca la
existencia de varios millones de españoles que de repente se encuentran ante un
inédito e incierto panorama electoral.
Con
sus palabras y sus actos, que evidencian más que sus indefinidos programas, la
nueva izquierda, -bien sean los radicales de Podemos y sus servidores de
Izquierda Unida o los ambiguos cachorros del PSOE- ha demostrado sin excepción
y en poco tiempo su acusada querencia hacia la prohibición o restricción de las
fiestas de toros, quién sabe si atendiendo a convicciones reales o a los
inconfesables intereses generados por el comercial aluvión animalista.
El
caso es que muchos taurinos que se sienten de izquierda, que son muchos más de
los que algunos se imaginan, se encuentran ahora ante la paradójica tesitura de
seguir votando en rojo para beneficiar a los "verdes" o cambiar su
apoyo a otros partidos que, aunque no se ajusten a sus ideas, respeten la
histórica libertad de las gentes de apasionarse con su espectáculo preferido.
Es
evidente que, aunque hasta ahora su política para con la Fiesta haya sido de
más ruido que nueces, la deriva animalista ha dejado al Partido Popular como el
único garante del derecho de los taurinos, aunque, dados los réditos que
obtiene por quedarse con la bandera del toreo, nos cabría exigir a sus
responsables una política de hechos más contundentes y comprometidos en la
defensa y el fomento real del espectáculo.
Pero
sería triste, y sobre todo muy perjudicial para el propio toreo en este forzado
guerracivilismo que volvemos a sufrir en España, que sólo un partido y de
derechas se anotara el tanto de la defensa de la tauromaquia, y que las gentes
del toro, profesionales y aficionados, no tuvieran otras opciones donde elegir
representantes en el Congreso más allá de esta situación maniquea.
Así
que no estaría de más que alguien desde el propio sector taurino, en vez de
continuar en esa vana y absurda contrarreloj individualista para colgarse
medallas, se reuniera con los representantes de los partidos que aún no se han
definido al respecto, como sucede con los crecientes centristas de Ciudadanos,
cuyo líder, Albert Rivera, ya está empezando a "escarbar" cuando le
hablan de toros.
Y
una vez ante ellos, sin necesidad de hacerse las fotos que su cobardía rechaza
ni pedirles más compromiso que el del respeto, hacerles ver que de cara a las
próximas generales el electorado taurino puede ser una de las claves para
seguir sumando votos, sobre todo los de aquellos a los que les va a costar dar
un repentino pendulazo de izquierda a derecha.
Hay
que ser orgullosamente conscientes de que, entre las varias decenas de miles de
profesionales del mundo del toro a todos los niveles y entre los cientos de
miles de aficionados de tendido y de calle que quieren que se respete su
milenaria cultura y su forma de entender la vida, podríamos estar hablando al
menos de medio millón de votantes. Los suficientes para dar la victoria en unas
elecciones tan apretadas como van a ser las de las próximas Navidades.
Quedan
dos meses para mostrarles a estos desnortados políticos nuestra evidencia, la
verdadera fuerza de un sector de la población, hasta ahora silencioso pero que
sigue teniendo peso en la sociedad española. Tenemos suficiente tiempo por
delante sin necesidad de esperar de brazos cruzados a que nos toque el
"gordo" de la lotería. Ese que caerá dos días después de estos
decisivos comicios que a esas alturas ya pueden haber dictado sentencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario