El rejoneador jerezano toreó en
la corrida que cerraba la feria el último toro de su vida en una tarde en la
que todos fallaron con los rejones: Hermoso de Mendoza saludó dos ovaciones.
PACO AGUADO
Se prometía tarde de emociones en la despedida de un
veterano y gran rejoneador como es el jerezano Fermín Bohórquez. Y todo parecía
estar preparado para ello viendo como, uno tras otro, los toros de la ganadería
familiar iban dando muy buen juego para los caballos toreros.
Pero la única y decisiva traba a la alegría completa fue que
los tres jinetes fallaron más de la cuenta con los aceros de muerte, lo que en
esta especialidad de toreo siempre se paga con la pérdida de trofeos, por muchos
méritos que se hayan hecho hasta entonces.
Por eso mismo, por que mató a la primera al último toro, la
amazona francesa Lea Vicens fue la única en puntuar en el cierre de la feria
zaragozana, aunque las dos orejas que avalaron su salida por la puerta grande
no dejaron de ser un premio demasiado generoso.Contó también para ello la que
se podría considerar como discriminación positiva de la gente, esa simpatía
que, por el hecho de ser mujer, la francesa provocó en los tendidos más allá de
sus aciertos o sus fallos, que hubo más de los últimos.
En la primera parte de la faena premiada, la rejoneadora
gala estuvo tan imprecisa y clavó con tan escaso ajuste como lo hizo ante su
primero, un toro que se quedó muy entero con un sólo rejón de castigo y con el
que pasó apuros para lidiarlo.
Fue tirando de desparpajo y adornos para la galería como Lea
Vicens salió del paso con ambos, hasta que, en el último tramo de esa última
faena, más centrada ella y más templado aún el enclasado toro, llegaron sus
mejores y más ajustados embroques con las banderillas, aunque no tantos como
para ameritar el doble trofeo.
También estuvo muy desacertado con los hierros de muerte el
veterano Bóhórquez, que no pudo tener así una despedida de trofeos acorde a su
trayectoria.
Pese a su experiencia, el jerezano acusó ciertos nervios con
su primero, traducidos en varios fallos al clavar. Pero mejoró mucho su
actuación con el de la despedida, un serio, bonito y bravo toro de su casa.
Se vio entonces ese estilo clásico de Bohórquez, el que
siempre le identificó, pues se dejó venir al toro a cada encuentro con todas la
ventajas para el animal para clavar con sobriedad y elegancia. Y hubiera
conseguido algo más que una cariñosa vuelta al ruedo de no haberse precipitado
a la hora de matar, con una ansiedad emocional que en nada le benefició en esta
última aparición pública como rejoneador.
Las faenas más compactas, meritorias y brillantes de la
tarde se las hizo a sus dos toros el navarro Hermoso de Mendoza, que tuvo que
ser atendido en la enfermería antes del paseíllo por un corte en uno de los
dedos de la mano derecha.
Aun así templó al milímetro las embestidas de su primero, al
que también clavó banderillas con magistral perfección antes de que el toro se
afligiera y él fallara sólo con el rejón de muerte.
Un distinto, pero no menor, mérito tuvo su faena al quinto,
que se paró pronto y le obligó a poner toda la carne en el asador, provocándolo
muy en corto con sus caballos menos con un debutante que no le dejó matar con
prontitud. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros, reglamentariamente despuntados para rejones, de la divisa
de Fermín Bohórquez, bien
presentados y, salvo el quinto, de buen juego en conjunto, aunque algo medidos
de fuerzas.
Fermín Bohórquez, dos pinchazos y rejonazo contrario
(palmas); cinco pinchazos, dos rejonazos contrarios y tres descabellos (vuelta
al ruedo tras aviso).
Hermoso de Mendoza, medio rejonazo contrario, dos pinchazos y
rejonazo contrario (gran ovación); medio rejonazo contrario, rejonazo
desprendido y descabello (ovación).
Lea Vicens, rejonazo trasero desprendido y cinco
descabellos (ovación); rejonazo caído (dos orejas). Salió a hombros.
La plaza casi se llenó en el octavo y último festejo de abono de la
feria del Pilar de Zaragoza.
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