Dos novillos
sobresalientes de Guadaira y un derroche de entrega, cabeza y corazón del joven
pero maduro novillero de la Escuela de Madrid. Trabajos sin remates a espada.
BARQUERITO
Fotos: EFE
LA ÚNICA DE las tres
novilladas del abono de San Isidro que pasó entera reconocimientos y trámites
afines fue la última: ésta de Guadaira. La mejor de las tres. No
pareja. Ni en hechuras ni en condición. Un quinto de calidades sobresalientes;
un segundo de parecido son pero no tanto; un lindo y lustroso primero, como de
porcelana, sin gas ni empeño ni fuerza ni celo; un cuarto cuesta arriba, tardo
pero revoltoso, a la defensiva y, por tanto, deslucido; y un sexto sin trapío,
que mugió lo suyo y no poco, y que se empleó rebotándose y resistiéndose. Sin
formalidad.
De modo que la
suerte se repartió sin equidad. Un lote espléndido para Noé Gómez del Pilar; otro nada propicio para Alberto Durán; y dos toritos de batalla para Damián Castaño. Gómez del
Pilar, inteligente y entregado, templado, capaz, preparado –pura
sinceridad- no perdonó. La ocasión la pintan calva. Esos dos toros, que se
fueron al desolladero toreados por extenso e intenso, y bien tratados. Sólo que
el botín fue menguado: una oreja de las cuatro en juego. Cuatro pudieron ser y
estuvieron a punto de serlo. No entró la espada: dos pinchazos en la suerte
contraria y una estocada en el primer turno; media soltando el engaño y entera
desprendida en el segundo. Y por eso fue.
Pero también
hubo una exhibición de toreo de repertorio de capa y otra de toreo templado de
muleta. Hubo dos esperas de rodillas a porta
gayola, valerosas de verdad las dos y libradas con otras tantas largas cambiadas; y lances de buen compás para recoger y fijar a
los dos novillos después de las dos largas; y alegría en los quites sin
perdonar ni uno. El quite del Zapopán, en que el capote se despliega en el cite
como las varillas de un abanico y el toro pasa deslumbrado y engañado; dos navarras bien voladas y dos buenas medias al entrar en turno en el primero
de corrida; una larga de rodillas en
el mismo anillo para rematar el saludo del quinto de la tarde, que ya tomó los
capotes por los vuelos con estilo grande; un último quite por chicuelinas, tafallera y media en ese mismo toro. El repertorio
de escuela –la de Madrid, por cierto- y la sensibilidad que pone la entrega;
técnica asimilada, manejo seguro de telas, buena colocación, sentido de la
oportunidad. Cada una de las salidas de capa se celebró debidamente.
Las dos faenas
fueron pródigas. Sin tiempos muertos. Sin rellenos de paja ni pausas retóricas.
Por el toro siempre Noé: no a
borbotones sino despejadamente. Una tanda de rodillas previo cite de largo para
abrir con el segundo, y templarse; toreo enroscado por las dos manos; enganches
seguros, firmeza en las reuniones, aguante suficiente. En corto o no; en línea
o al hilo del pitón; pero toreo ligado y firme. Unas bernardinas que serían homenaje a su maestro de la Escuela, Joaquín Bernadó. Versión excelente de
ese muletazo entre desenfadado y temerario.
Todavía más
redonda y abundante la faena del quinto. Le cogió el aire enseguida, y la
distancia y el cómo, le bajó la mano, se lo trajo por delante y lo llevó hasta
el final, y acabó toreando muy despacio por la mano derecha, y con impecable
temple con la izquierda. En un solo terreno, a placer.
Venía de
favorito al cartel el zamorano Alberto
Durán, pero se interpuso la suerte de lote deslucido. Pájaro sin alas, el
primero estaba sin fluido tras las tres banderas que abrieron faena. El cuarto
se le volvió por las dos manos.
Breve Durán. Arrancado y al ataque Damián Castaño en sus dos turnos.
Ataque precipitado con el tercero, sin tregua; faena larga y reiterativa, una
estocada en los blandos. Fácil y resuelto con el sexto, que se paró y resistió.
Firmeza de novillero con ganas. Un par de detalles de toreo sevillano de
escuela. Con la mano izquierda.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- El toro de carril, el
toreo en prosa ordenada, limpia, entretenida y legible. Etcétera. Un nuevo
torero toledano -eso parece- y de la Escuela de Madrid, que lo parece para
bien.
FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de Guadaira (Manuel Cañaveral),
de variadas hechuras. Segundo y, sobre todo, quinto, de bello remate, se
emplearon incansablemente y con calidad. El primero, muy bonito, sin fuerza.
Muy llorón un tercero manejable. Tardo, listo y revoltoso el cuarto, que no fue
sencillo. Se paró el sexto.
Alberto Durán, de verde botella y
azabache, palmas y silencio. Gómez del
Pilar, de azul real y oro, saludos y una oreja. Damián Castaño, de carmín y oro, silencio en los dos.
Dos brillantes pares de Fernando Sánchez al quinto. Los dos, de la escuela valenciana de Honrubia, Manolillo y Montoliú: cite de costado, reunión al
paso, clavada arriba y salida andando.
Lunes, 28 de mayo de 2012. Madrid. 19ª de feria.
Tres cuartos de plaza. Muy caluroso.
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