Con un
propicio novillo de Buenavista, triunfo del novillero de Torrejón de Ardoz en
su presentación en Madrid. Se rinde Conchi Ríos. Un bravo sobrero de Couto de
Fornilhos.
BARQUERITO
FUE, DE PARTIDA,
festejo, accidentado. El novillo que rompió plaza, terciadito y protestado,
frío de salida, desarmó a Raúl Corralejo
cuando, antes de salir los caballos,
bregaba con él en los medios. El desarme encendió al toro, el torero
salió por pies pero perseguido, el toro hizo hilo a una velocidad de vértigo y Raúl no pudo llegar ni a tomar el
estribo para saltar la barrera. Se estrelló con las tablas. Cuando el toro iba
a atravesarlo, encontró acomodo bajo el estribo como si allí hubiera refugio.
Estribos de sombra, cornadas fatales en Madrid. La fortuna quiso que en el
derrote contra las tablas el toro perdiera la funda entera del cuerno derecho y
que se tronchara de paso la pala por casi la cepa. Sangró abundantemente por
ella. Lo devolvieron. Se llevaron conmocionado a la enfermería a Raúl Corralejo, que hace cinco años,
toreando en Collado Villalba con El Cordobés, sufrió un muy grave
percance. Éste pudo serlo pero no lo fue.
Recomenzó el
festejo. Un sobrero de Couto de Fornilhos de soberbio
porte, bien puesto y muy en lo puro de Atanasio. “Dobló”, como decían las notas de mayorales; es decir, repitió y
recargó. Con buen estilo. De bravo derribó en la primera vara: el caballo por
los pechos y un picador experto y seguro –Teo
Caballero- al suelo, que no es fácil. Tulio
Salguero hizo ademán de salir a quitar, pero se arrepintió. Conchi Ríos había encajado sin
descomponerse los dos primeros accidentes y la aparición de un sobrero tan
astifino y tan serio por todo. Tras un tanteo somero, la Ríos se fue a la distancia para aguantar de largo una galopada
formal y cuajar una tanda ligada tan sincera como desigual. Emocionante. En un
segundo intento de esa suerte –el cite a la distancia- se vio desbordada y le
costó sujetarse. Se levantó una ventolera que descubría. Pero volvió a la carga
Conchi. Con la zurda, en dos breves
tandas, la segunda mejor que la primera. Como había riesgo, hubo tensión. Pero
de pronto se vino abajo Conchi y
pareció rendirse: el viento, tanto toro y venido tan arriba. Una estocada en el
chaleco, dos descabellos.
El segundo fue
el de peor nota de los cuatro novillos de Buenavista que superaron el
reconocimiento. Pegó muchos cabezazos en varas, picó bien uno de los Quinta jóvenes y el toro lo hizo todo a
su aire. Ningún gobierno de Tulio
Salguero, desconcertado. El tercero, cariavacadito –remangado pero
engatillado-, de lustrosa pinta colorada, chorreado, agalgado, finos cabos pero
pezuñas del 42, paso lindo de gacela, fue muy propicio, Sangrado a modo en dos
varas, no paró de moverse. Un amago de irse a toriles, una escarbadura, un
soltarse a última hora, pero la embestida sedosa y briosa de marca Domecq
pata negra. Noble, con mucha vida. Toro de buena nota.
Y con él un
debut feliz del madrileño Gonzalo
Caballero, de la Escuela Taurina, bisoño, goloso, decidido, firme de
verdad, sencillo, ligero, seguro. Estatuarios de salida cosidos a trincherillas
y un molinete. Cierta revolución en el ambiente, donde caló enseguida la
sorpresa. La sorpresa fue el desparpajo y, de paso, sacar del baúl el toreo a
dos manos dicho pero no redicho, improvisado, saleroso. Se vio feliz al torero.
La gracia de los toreros cortos de estatura. Y la firmeza sin trampa. Una
estocada a morir. Una oreja. Y una vuelta al ruedo pegada a la barrera que se
comió más de cinco minutos de reloj. La más larga de la historia de la plaza.
Dos horas y media duró el festejo, que estaba por entonces a medio cocer.
No hubo
segunda parte buena. El cuarto, de Fernando Peña, badanudo y
embastecido, de abierta cuna y fea traza, fue uno de tantos. O de no pasar gran
cosa, pero a Conchi Ríos, desarmada
en el saludo de capa, le duró la moral muy poco: tanda y media. Por fuera, sin
asiento, sacó bandera blanca. Un metisaca. Tulio
Salguero había quitado valiente por gaoneras en el toro anterior y anduvo
decidido con un quinto de Buenavista de vivo nervio, alto de
cruz y astifino, una y otra vez encampanado. Decisión más que inspiración o
asiento del torero extremeño, que cortó tandas cuando parecía que, pero sólo lo
pareció. Faena sin rumbo, se aburrió el toro. El sexto, de Peña, trote cochinero,
traza de cinqueño, 530 kilos, bizco y astifino, se desangró en tres puyazos que
le dejaron el morillo como un surtidor. Y se paró. En tablas se puso Gonzalo Caballero con impropia fe.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- La cornada de Granero, pero sin cornada. Un torerito
de Primera Comunión. Conchi Ríos se
asusta. Lacónico Tulio. Un sobrero
de Fornilhos que me ha encantado. De
hocicos finos. Los torrrestrellas de Fernando
Peña se han embastecido por tierras de Toledo. En Calera y Chozas hay un
restaurante de camioneros. Suele decirse que en esa clase de garitos se come
muy bien. No hay regla sin excepción. Larguísimo todo.
FICHA DEL FESTEJO
Tres novillos titulares de Buenavista (Clotilde Calvo),
dos -4º y 6º- de Fernando Peña que
completaban corrida y un sobrero de Couto
de Fornilhos, jugado de primero bis. El sobrero y el tercer buenavista, de
buena nota
Conchi Ríos, de azul turquí y oro,
pitos tras un aviso y silencio. Tulio
Salguero, de verde oliva y oro, pitos y silencio. Gonzalo Caballero, de blanco y plata, de Torrejón de Ardoz,
debutante en Madrid, una oreja y silencio.
Herido el banderillero Raúl Corralejo. Contusión torácico-abdominal de pronóstico
reservado. Brillantes en banderillas Curro
Robles y Paco Chaves.
Lunes, 14 de mayo de 2012. Madrid. 5ª de San Isidro.
Casi lleno. Caluroso, reiteradas ráfagas de viento.
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