La que iba a
ser tarde de adiós a Madrid se tuerce: tormenta, un cuarto toro intratable,
desaciertos con las espadas, tres avisos. Le ofrecen volver a las Ventas en
otoño
BARQUERITO
EL DESTINO FUE injusto
y cruel con El Fundi, que se despedía o pretendía despedirse de la plaza de
Madrid. Los toros, los elementos y las circunstancias: todo se puso en contra
de El
Fundi. Fiesta aguada y, por eso, nada de fiesta. Cayó inmisericorde
diluvio antes de liarse siquiera los capotes de paseo, el ruedo era un fangal y
en manos de los tres espadas estaba la decisión de aplazar, suspender o tirar
adelante. Adelante. El Fundi, como primer espada asumió la responsabilidad y el
compromiso de terminar la corrida si se empezaba. Se hizo de tripas corazón.
El preludio de
la aguada fiesta vino revuelto. Rechazaron la corrida anunciada de Peñajara
y trajeron en su lugar una tremenda de villamartas
de los hermanos Guardiola. Por
honda, quitaba la corrida el hipo. Hondura fue copiosísimo volumen, seria
armadura. Y, luego, estilo incierto y una seca agresividad de fondo que se dejó
sentir en momentos clave. Entre ellos, la hora infausta en que El
Fundi trató de pasar con la espada para matar al cuarto, que, reservón
y mirón, el dedo en el gatillo, no solo lo esperó sino que parecía tenerlo
apuntado.
Estoqueador de
bandera, El Fundi atacó en la suerte contraria, sentiría que pisaba en
falso arenas movedizas y pinchó arriba pero sin apenas herir hasta cuatro
veces. Cobardón, se encogió el toro, que tenía ganas de acularse pero se
arrepentía a la vista del matador y su cuadrilla. Después del cuarto pinchazo
sonó un primer aviso, pues la faena,
brindada desde los medios al público como correspondía a una despedida, se
había pasado de tiempo. No fue sencillo ni aguantar al toro en los medios sus
probaturas reservonas, ni tampoco tomarlo ni, menos, tirar de él, porque
protestaba y punteaba, se defendía o rebrincada cuando metía la cara regañando.
Después del primer pinchazo, pegó cabezazos.
Toros mucho
más complicados que ese cuarto de los Guardiola habrá matado El
Fundi por docenas en sus veinticinco años de alternativa. Pero éste se
le atragantó más que ninguno. La idea de intentar descabellar sin estar el toro
ni bien herido ni descubierto fue desafortunada. Al sentir por primera vez el
hierro de cruceta, el toro se arrancó en arreón y desarmó desairadamente a El
Fundi. La escena se repitió dos veces más y entonces El
Fundi volvió por la espada de matar, pero para de nuevo pinchar. Bastante
entero, el toro coceaba como en pataleo desesperado. Ya había caído el segundo
aviso. Desmoralizado, no dio con la fórmula de herir con el descabello El
Fundi. El instinto hacía al toro protegerse alzando la barbilla.
Cayó el tercer
aviso. El Fundi se retiró entre barreras sin gesticular. A la parada
de bueyes de Florito les costó devolver el toro –dos intentos baldíos- y
tuvo que ser el propio Florito a punta de vara desde el
callejón quien sacara de escena al toro aguafiestas. Después de una pita, los
cabales reaccionaron y premiaron a El Fundi con una sentida y cerrada
ovación de reconocimiento. Ejemplo manifiesto de vergüenza torera, El
Fundi no quiso salir al tercio. Poco después de soltarse el quinto de
corrida se supo que la empresa de las Ventas le había ofrecido a El
Fundi un puesto en la Feria de Otoño para despedirse como merece.
Uceda Leal sacó a El
Fundi para brindarle la muerte del quinto, que se rajó clamorosamente a
las primeras de cambio. También Rubén
Pinar le brindó la muerte del tercero, que, de línea distinta a los demás,
fue el de mejor trato. El espectáculo fue, en conjunto, una ristra de
desdichas. Pero la listeza, la colocación y la seguridad de Pinar para encontrarle las cosquillas
al tercero y llevarlo tan limpiamente fueron, al cabo, un oasis. Dejó de llover
justo cuando Pinar brindaba a El
Fundi, y hasta eso contó. Buena faena, desafortunada estocada en los
bajos.
Pellas de
barro en las bambas de los capotes de brega provocaron una interminable
sucesión de desarmes durante las lidias de los dos primeros: Resbalones,
angustias. Y truenos, rayos y relámpagos, cielo cerrado. Ni El
Fundi ni Uceda acertaron con
la espada en los dos primeros turnos porque el piso no permitía confiarse. Pinar toreó descalzo. Antes de irse de
engaños a tablas, el quinto tuvo algún viaje a su aire pero claro y Uceda pegó muletazos sueltos de buena
compostura. Sólo a la tercera agarró una estocada de las de su firma. El
larguísimo sexto -622 kilos-, cara y cuello de Santa Coloma, tronco y
culata de Tassara, peleó de bravo en una vara, embistió al paso y desarmó
a Pinar como si le quitara el engaño
con un garfio.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Herederos
de Guardiola Fantoni, de imponente cuajo, promedio de 600 kilos, supina
seriedad. Rechazada la corrida anunciada de Peñajara de Casta Jijona. El tercer Guardiola tuvo buen aire. El cuarto, sentido. Manseó el quinto;
incierto el sexto. Los dos primeros, castigados por la lluvia, muy a menos. Los
seis se emplearon en el caballo.
El Fundi, de rojo rubí y negro,
silencio y pitos tras tres avisos. Uceda
Leal, de azul pavo y oro, silencio y silencio tras dos avisos. Rubén Pinar, de verde oliva y oro,
saludos tras un aviso y silencio tras un aviso.
Domingo, 20 de mayo de 2012. Madrid. 11ª de San
Isidro. Recio aguacero y tormenta eléctrica durante la lidia de los dos
primeros. Piso muy pesado. Tres cuartos de plaza.
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