Policromada,
variada y aparatosa, de gran vida en los dos primeros tercios pero de más a
menos en el tercio de muerte. Matías Tejela se arranca con el mejor de los seis.
Barquerito
EL PRIMER TORO de Torrestrella
que se lidiaba en Madrid al cabo de ocho años de ausencia se soltó y jugó en
los primeros tercios bajo recio aguacero. Cinqueño, sacudido y astifino, vino a
abrir una generosa pasarela de pintas. Como solía en vida echar las corridas
don Álvaro Domecq.
Este primero
era negro salpicado o burraco. Con presencia y plaza, no fue
toro con fortuna: un primer puyazo corrido porque fue imposible cortar el viaje
y el toro se dolió; empapados, pesaban los capotes y se engancharon; el piso
resbaladizo no dejaba confiarse; el segundo puyazo fue un exceso y, sin llegar
ni a apagarse ni a aplomarse, resultó toro a menos. De viajes cada vez más
desganados y cortos. Muy justo el empleo. Nobleza. Lo tuvo en la mano Juan
Bautista. Bello el arranque con doblones suaves de horma y no castigo. Salió de
pronto el sol y dejó de llover. “Pocosol” se llamaba ese toro del retorno.
Proféticamente. Una faena escolástica, suficiente,despegada, a ratos tangente y
a veces secante. Echó antes de tiempo la cara arriba el toro. Una estocada
caída.
Caribello
–rizos canosos en testuz negra-, burraco de armónico remate, gargantillo y
coletero –pelo blanco en el collar y el escapulario-, serio de cara, el segundo
galopó de salida. El galope era de bravo y Tejela se echó adelante. Lances
embraguetados, firmes, enrabietados también, de sacudir más que mecer, más de
manos que de brazos. Se jalearon. Y una revolera de remate. Y todavía el
detalle de intentar poner y dejar en suerte al toro con el quite por las
afueras –mejor la intención que el logro- y el broche de una larga cordobesa.
Protestó el toro en la primera vara pero galopó en la segunda. Entre una y
otra, Tejela, desatado, quitó por chicuelinas de mano baja y remató con media
de dibujo largo. En banderillas planeó el toro. Triple brindis de Tejela: al
palco el reglamentario, a la infanta Elena el de cortesía y protocolo, y a la
gente, que se frotaba las manos. Tres muletazos por alto –dos, cambiados por la
espalda-, un molinete y el de pecho en zumbanteapertura. Dos tandas en redondo
enganchado por delante y abrochando los cuatro ligados con el de pecho. Cimbreo
de cintura, algo deprisa, no metido del todo el toro en engaño. Sin que se
soltara el toro pero sin encelarse del todo. Falta de fuelle, por tanto.
Embestidas de pronto perezosas. Y tanta nobleza como el primero de la tarde. Un
buen apunte de Tejela con la izquierda, una tanda de bernadinas a brochazo, un
precioso muletazo cambiado antes de la igualada y una estocada trasera. Casi
una oreja.
Iba a ser
constante de la corrida de Torrestrella el ir de más a menos. Salidas
fulgurantes: el cuarto tomó engaños como en estampidas, el sexto con llamativa
agresividad, el quinto con alegría, el tercero no tanto. Vida en el primer
tercio: Juan Bautista quitó por chicuelinas en el primero toro de El Payo,
Tejela por lo que quisieron ser gaoneras en el segundo de Juan Bautista y el
propio Juan Bautista por lances que el genio sordo del sexto de corrida
frustró. Y hasta ahí las señales de humo.
El sexto,
picado por Efrén Acosta hijo –calzona de piel de castor, sábana sobre la silla
de montar, borla de castoreño escarlata-, sacó pinturas de guerra y vino a ser
con mucha diferencia el toro más torvo, artero y difícil de toda la feria. Una
belleza: sardo, con golpes anteados y mosqueados de pelos blancos, colorados y
castaños sobre una capa mayor ensabanada. Un cromo. Pero una pesadilla. Sufrió
lo no escrito El Payo, porque los ataques por la mano derecha del toro eran al
pecho y por la izquierda, incierto y correoso, se volvía con intenciones.
No tuvo
fortuna en el reparto de toros el rubio torero de Querétaro, tan querido en
Madrid en sus días recientes de novillero atrevido. Único negro zaino del
sexteto, el tercero, bien sangrado por Tito Sandoval en dos varas buenas, duró
muy poco: trompicado, rebrincado, frágil. Sólo podía domársele a base de
bajarle la cara. Pero entonces habría perdido las manos. Muy desacertado El
Payo con la espada: dos pinchazos, entera atravesada, nueve descabellos.
Castaño
lombardo, el hermoso cuarto, librado con carácter y temple en el saludo por
Juan Bautista se arrancó y peleó de bravo en dos varas, pero fue luego más
frágil que bravo. Dos veces se sentó derrengado a remate de viaje y no por
tirones, se apoyó en las manos, mugió a placer, perdió las manos de pronto,
quería pero no podía tanto. Y una faena lineal del torero de Arles. De las de
no descararse ni esconderse, de fácil solución y, por tanto, cómoda. Y una
estocada marca de la casa.
Tejela se
había quedado con la miel en los labios en la primera baza. Y se quedó en la segunda.
Un quinto toro retinto, zancudito, cornicorto pero ligeramente cornipaso, alto
de cruz, un punto cara de rata y por tanto degollado, y de brío más codicioso
que formal. Otro toro sin fortuna –primer puyazo corrido en la puerta de
toriles sin que nadie cortara a tiempo-, pero pronto en banderillas, llorón
luego, de no parar pero de acabar de darse ni de descolgar. Alguna
claudicación. Faena segura pero de trámite de Tejela. Un pinchazo, media
tendidísima y dos descabellos.
Postdata para
los íntimos.- El sexto parecia de cuadro de García Campos y, por tanto, de
Roberto Domíngo. Pero más alto y más astifino. Y con la guasa de un navajero.
De cosas de
Madrid. En el capitulo sobre la Guindalera y Ventas que Francisco Aguilar Piñel
escribió para aquella colección sobre Madrid que editó Espasa Calpe hace como
treinta años, he descubierto esta mañana que el Luis Calvo del que hablaba
ayer, el que da nombre a la calle preparalela de la de Biarritz, no es el Luis
Calvo periodista y espía que dirigió el ABC de los años 50 y parte de los 60,
sino uno de los dos arquitectos que diseñaron el trazado del Parque de las
Avenidas. Y es lógico que así sea porque, cuando se bautizó el barrio, todavía
vivía el Luis Calvo espía, natural de La Carrera, en la provincia de Ávila. El
mismo pueblo de la amante española de Rubén Darío, la que vivió con él las
borracheras más fértiles de la poesía española. "Sangre de Iberia
fecunda".
He descubierto
más cosas de interés sobre este barrio. Antes de urbanizarse, eran campos de
flores todos esos terrenos. Y por eso se mantendrá la costumbre de las rosas.
Las ahí en abundancia en la medianera de la Avenida de Bruselas si se entra
desde Corazón de María por el paso subterráneo de la autopista de Barajas. Aquí
está la calle de Camilo José Ceña, tan olvidado, y una nueva Avenida de la
Guindalera. La historia de la Guindalera es curiosa. Además de campos de
flores, guindos en abundancia. Esos árboles de blanca flor efímera que parecen
campos nevados. Etcétera.
Pasé por la
marisquería de López de Hoyos -la de Criado- donde Antoñete invitó a sus amigos
y periodistas -entre ellos, yo mismo- para celebrar su reaparición gloriosa del
82. Hace treinta años.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Torrestrella
(Herederos de Álvaro Domecq).
Corrida de bellas, buenas y variadas hechuras, rica en pintas. Nobles pero de
distinta condición los dos primeros, cuarto y quinto. Avieso el sexto.
Rebrincado y frágil el tercero.
Juan Bautista, de ceniza y oro,
silencio en los dos. Matías Tejela,
de púrpura y oro, vuelta tras un aviso y silencio. Octavio García “El Payo”, de azul cobalto y oro, silencio tras un
aviso y pitos.
Dos buenos puyazos de Tito Sandoval al tercero.
Sábado, 19 de mayo de 2012. Madrid. 10ª de feria.
Tres cuartos largos de plaza. Lluvia recia durante la lidia del primero. Nubes
y claros, templado. La infanta Elena,
en el Palco Regio, recibió brindis de los tres espadas.
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