Cartel de postín, rivalidad implícita, debut
linajudo, hierro escogido, disposición, tarde primaveral, lleno, expectativa, y
al final un solo triunfador sin discusión. El rejón de muerte fue juez máximo.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
Los murubeños de Los Espartales, de
medianas hechuras, escaso cuajo, y menos codicia, se rajaron cuando no se
pararon en los medios, descargando toda la responsabilidad de la lidia en los
binomios. No obstante el primero y el tercero se salieron del libreto, atacando
con fijeza, emocionando, sacando la cara por la divisa y siendo aplaudidos en
el arrastre.
Diego Ventura, traje
campero, sombrero de ala corta, salió sobre "Maletilla",
con paso lento, mirada baja, y sin aspavientos, a esperar el tercero. Su rival
por el trono acaba de pasear una oreja. Pero su actitud lejos de mostrar
tensión era relajada, desparpajada, segura. El desafío estaba planteado.
Llegado «Julián» al platillo, lo unció
a la grupa y en círculos cerrados lo enceló y le anunció quien mandaba. Un solo
rejón de castigo en buen sitio, fue decisivo para conservar embestidas hasta el
fin. Cambia montura y coloca el oscuro ijar de "Nazarí" a milímetros de los pitones, y por las tablas
galopa de costado la circunferencia completa del ruedo, los 360 grados
templando, sin perder distancia, en medio de una ovación atronadora. Toreo,
toreo, de a caballo.
Comenzaba la
conquista de las mayorías y la construcción del triunfo. De largo, banderilla
en mano, cruza la arena para un quiebro destellante y el palo arriba. Entonces
sale "Ordóñez" y el único
fallo de la lidia sucede, cae un palo, pero el tordo llama al toro con la mano,
embrocan con fuerza, la suerte es perfecta y adornada con tres giros estrechos
en la cara para otro estallido delirante de la plaza.
Las tres
banderillas cortas (rosas) son colocadas una a relance de la otra, en redondo,
y en una sola suerte. La parroquia era suya. El desplante, las caricias a los
cuernos, y el teléfono, fueron el empujón al paroxismo del publico que la
verdad sea dicha no es exactamente el mismo de las corridas de a pié. El rejón
quedó levemente contrario pero fulminó, y la petición fortísima de las dos
orejas, que anunciaba que otro jinete reina en Las Ventas, fue satisfecha si
reticencias. Con el quinto, manso rajado ya no necesitaba demostrar nada, la
victoria estaba conseguida, y el pinchazo, el rejón ineficaz y los cuatro
descabellos no la pusieron en cuestión.
Pablo Hermoso, tuvo
que hacerlo todo, su lote se paró a verlo montar. Pero eso para él no ha sido
jamás un impedimento. Con su consabida maestría cabalgó y lidió luciendo a "Dalí", "Pirata",
"Ícaro"... Todo iba bien, todo el merecimiento era suyo hasta que
clavó el rejón en sitio criticable, trasero, caído y además sin efecto,
debiendo descabellar. Entonces vino la petición, rala e injustificada y Don Manuel Muñoz Infante, con su galante
pañuelo desde el palco, se llevó para sí todo el mérito de la oreja.
Con el cuarto,
pareció sentir el golpe de Ventura
pues incurrió en fallos increíbles en él. Un rejón bajo y enhebrado, otro
barrenado, un tropezón del toro contra “Dalí”
y la muerte descentrada, Sin embargo los otros aciertos, el cariño, y el estar
por encima de la res le ganaron el saludo. Pablo
es Pablo.
Francisco Palha,
confirmó con el buen primero, correcto y carismático, fue recibido con
manifiesta simpatía por el público que acompañó su alegre faena, pero medio
rejón desprendido, ocho golpes de cruceta y un aviso, nublaron su efeméride.
Con el sexto repitió las mismas virtudes y defectos.
La
coincidencia de los dos grandes del rejoneo en la misma corrida, independiente
de quien les haga tercería tiene siempre carácter de duelo. Esta batalla la
ganó Ventura, pero la guerra
continúa.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Los
Espartales, despuntados para rejones y escasos de raza.
Pablo Hermoso, oreja y saludo. Diego Ventura, dos orejas y silencio. Francisco Palha, silencio tras aviso y
ovación.
Al finalizar el festejo salió por la puerta grande Diego Ventura.
Sábado, 26 de mayo de 2012. MADRID. Plaza de toros
de Las Ventas. 17ª de San Isidro. Sol y en tarde fresca. Lleno de "no hay
billetes".
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