Rubén Darío Villafraz desde
Madrid
Fotos: EFE
MADRID.- Comienza el periplo isidril y lo hace con una
de las tantas corridas que nos vamos conseguir en el serial madrileño. Toreros
con la oportunidad de cambiar la moneda del triunfo que les acongoja, ante
toros descastados, sosos, sin emoción alguna, ante un publico que rozó casi el
tedio a lo largo de las casi dos horas exactas de festejo. La entrada
excelente, típico de un abono cautivo como es San Isidro.
Confirmó alternativa el sevillano Antonio
Nazaré, y lo hizo demostrando ganas, voluntad y empeño, frente a un lote de
toros que poco se prestaron para el lucimiento, donde lucieron percha y
presencia, pero escaso fondo de bravura, desde el primero al ultimo. En la
retina quedaron destellos en el que cerró plaza, frente a la parada y mortecina
condición de un toro que vino a colocar el colofón a una tarde plúmbea de
emociones en la calurosa tarde que apertura el largo serial capitalino.
Si de emociones vamos, que lo más meritorio vino en las actuaciones del
vallisoletano Leandro Marcos, torero
de pellizco o como le llaman “duende”,
pero al que le ha faltado el fuelle de dar el paso pa`lante en sus ambiciones
de éxito esta tarde. Contó en sus manos los toros que más se movieron, y en
ambos detalles a tomar en cuenta se vieron, como sus doblones al colorado que
hizo primero suyo, o más tarde las tres series por la derecha que aguantó el
toro por la derecha, pues por la zurda dijo nones y la faena se vino en picada.
O muletazos aislados en el quinto, animal de nobleza sin ningún ápice de trascendencia
de cara al tendido. En fin, que al que debía matar en lo alto lo pinchó de feas
maneras, a tal punto de escuchar un aviso, y a su segundo, si que lo “cazó” por alto, que aún así necesitó de
un descabello para ser silenciado tras aviso nuevamente.
Lo de madrileño Miguel Abellán
es simplemente andar con displicencia toda la tarde. Correcto y pulcro en ambos
toros que pechó, no allanó el camino de transmitir algo más que respeto por
estar en ese ruedo que es Las Ventas. Mero trámite se le vio cumplir, ante
toros que tampoco valían “un duro” en
cuanto a bravura tanto con los montados como en la muleta, pero a los que se les podía haber estado más generoso en dejarlos
ver. Por eso el público, por respeto y consideración con él, ni fu ni fa.
A destacar la brega de Rafael González
y los pares de Miguel Martin en el
tercero de la función, este ultimo destocandose tras dejar dos pares como
dirían los antiguos revisteros, “asomándose
al balcón”.
Tiene razón Don Juan Lamarca,
en señalarme al final de la corrida en el Patio de Arrastre de la plaza, “el
que para esta plaza, el toro es el principal y único protagonista. Sin el todo
lo demás no se le da la importancia que merece, por mucho que otros quieran
hacerlo…”
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