El desacierto con la espada y el descabello deja sin recompensa una
valerosa y hermosa faena del torero de Ciudad Rodrigo a un descarado y noble
toro de Valdefresno.
BARQUERITO
LOS DOS TOROS DE la corrida fueron los dos más descarados: un
primero de anchísimo balcón y un punto paso de pitones, y un tercero igual de
serio por delante pero no tan ofensivo. Bajos de agujas los dos, ni cortos ni
largos, el cabezón propio del toro atanasio, los cuellos despapados, cierto
lustre, porque, pese no dar mucho más de los 500 kilos, estaban bien comidos
Con ninguno de esos dos toros se contaba, pero en el reconocimiento hubo
escabechina de la corrida anunciada de Vellosino, sólo sobrevivieron dos de
seis –y cada uno de ellos fue, por cierto, de su padre y de su padre- y
entraron de reemplazo cuatro atanasios de Nicolás Valdefresno.
Los atanasios fueron protagonistas en el reparto de toros, porque el
primero de los vellosinos jugados –segundo de corrida- altísimo pero sin
cuello, de irregular codicia, cortó viajes y al echar la cara arriba pareció
defenderse aunque aparentara atacar; y el otro vellosino –cuarto-, mole de 625
kilos, toraco tremendo, como el dragón, sólo que no echaba fuego por la boca,
se empotró en un caballo de pica y ahí se debió sentir a gusto, cobró un
volatín completo y fue como si temblaran los cimientos de las Ventas y, siempre
a su aire y su modo, cabalgó sin fijeza ni empleo. Miguel Tendero hizo ingrato
esfuerzo con el toro sin cuello; Tejela tiró con el otro por la calle de en
medio.
El primero de los valdefresnos de son, el que rompió plaza, se empleó
pronto y con alegría. Llamativa la movilidad; la fijeza también. Un problema no
menor: si se le bajaba la cara, tendía a perder las manos. El toro se había
lidiado con desconfianza y sin criterio. Y esa cuestión técnica se quedó sin
resolver. Tejela vio claro el toro a pesar de lo que costaba cuadrar en la
muleta semejante arboladura, pero pecó de acelerarse. Hubo pasajes bellos.
Amigo de siempre de los trasteos breves, Tejela se fue esta vez de largo y
hasta acabó poniéndose en los medios, y al toro le costó. Una estocada casi
entera, un descabello. Tendría que haber pasado algo más.
Pasó con el otro valdefresno bueno, que de salida gateó pero estuvo
enseguida en marcha; Juan del Álamo se estiró en lances de más firmeza que
compás, estuvo a punto de ser arrollado en el penúltimo, abrochó en la boca de
riego y remato el saludo con autoridad. Bravo en un primer puyazo certero,
medido en una segunda vara igual de buena, el toro confirmó lo apuntado. Sin la
calidad del primero, sin tanto motor ni la misma manera de humillar, pero con
nobleza sobresaliente. Un punto tardo, pero cuando iba, lo hacía sin regates.
Estuvo entero, templado, sereno y firmísimo con el toro Juan del Álamo.
Calmoso para ponerse, fino para soltarse y encajarse –la firmeza de la faena
fue formidable-, listo para abrirle pausas al toro cuando fue preciso, y
generoso porque el trasteo fue pródigo. Con las dos manos: más rematado con la
izquierda, más baja la mano. En los de pecho se dejó ir con conmovedora verdad.
Hubo un desplante –ya soltado el toro- de elocuente gallardía. Costó volcar el
ambiente, pues lo frieron no poco unos enemigos que tiene en Madrid de antiguo.
Pero se volcó el ambiente. El torero de Ciudad Rodrigo eligió para atacar con
la espada mal terreno: el tercio y haciendo al toro venirse cuesta arriba en la
perpendicular, y la estocada, cobrada no sin fe, entró atravesadísima y asomó
más de una cuarta. No descubrió el toro a la hora del descabello. Siete
intentos. Un aviso. Y así voló la que habría sido primera oreja cabal de la
feria de a pie. Y hasta la posible sustitución de Ángel Teruel el 15 de mayo.
El destino.
Con el sexto, negro salpicado, muy astifino y armado, brusco, renegado,
penosamente lidiado. En Madrid se va moviendo el caballo en sentido contrario
al de las agujas del reloj sin el toro se vuelve, pero nadie reparó en tan
elemental idea. Duro de pelar el toro, que pegó gañafones primero, fue de muy
reservón temperamento y no se dejaba convencer. Otra vez valeroso, Juan del
Álamo se puso por las dos manos, tragó paquete, y no cedió ni un paso aunque el
toro punteaba y al tercer viaje tomaba las medidas. Desacertado con la espada
–el brazo encogido., cuatro pinchazos y hasta la próxima. Dejó Juan alto el
pabellón.
Sacudido y un punto zancudo, dos velas imponentes, el quinto valdefresno
fue el garbanzo negro de la casa. De genio fiero, violento y huido, no cejó
hasta cumplir su empeño de irse a las tablas rajado. Tendero estuvo digno y
dispuesto, no volvió la cara, no se afligió. Un lote malo en su única tarde de
San Isidro. O sea, mala suerte. Pero una buena estocada, algún lance hermoso,
ese componer vertical tan suyo, que es original y tal vez sea un tesoro oculto.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- El
trece de mayo/ la Virgen María/ bajó de los cielos/ a Cova d'Iria. (Canción de
mi infancia. La Virgen de Fátima, el 13 mayo)
Ya habian dejado de matarse a
estoque en Portugal los toros cuando bajó la Virgen y se apareció a tres
pastorcillos de la Beira Baja. Lucía, Jacinta y Francisco. Por eso, y cambio,
los forcados. Y las fundas.
Valencia-Madrid en hora y media
en tren este mediodía. Estaban preparando en la calle de San Vicente Mártir las
sillas para la procesón. La Virgen de los Desamparados. Y pasado mañana San
Isidro. Mañana, Conchi Ríos.
FICHA DEL FESTEJO
Dos toros de Vellosino -2º y 4º- , destartalados, mansurrones, y cuatro de Valdefresno (Nicolás Fraile), variados de líneas, muy astifinos, jugados por
cuatro rechazados de Vellosino.
Primero y tercero de Valdefresno
dieron buen juego. El quinto, perverso. El sexto, reservón.
Matías Tejela, de guinda y azabache, silencio en los dos. Miguel Tendero, de azul cobalto y oro,
silencio en los dos. Juan del Álamo,
de blanco y plata, saludos tras un aviso y silencio.
Buenos puyazos de Óscar Bernal y Luciano Briceño.
Domingo, 13 de mayo de 2012.
Madrid. 4ª de San Isidro. Casi lleno. Veraniego.
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