Un bravo y
agresivo cinqueño de Baltasar Ibán y una faena más honrada que rotunda del
torero de Moncada, que no redondea con la espada. Cuatro toros de interés.
BARQUERITO
Fotos: EFE
ABRIÓ CORRIDA
UN imponente cinqueño de apaisada cofia y muy buidos pitones. Toda la corrida
de Ibán salió bien armada. Como ese primero, ninguno. Corto de manos, de buen
aire: la postura, la nobleza, la fijeza. El mexicano Spínola lo toreó con
sencillo temple de capa. Y sin ajuste, porque costaba tomar las medidas del
sombrero. En un puyazo primero largo y durísimo vino a emplearse el toro pero a
vaciarse también. No hubo manera de quitarlo del caballo, donde lo estuvieron
moliendo. Maltratado por uno de esos capotes acartonados de tanto apresto, en
banderillas se empezó a quedar sin aliento el toro, que luego descolgó y quiso
humillar pero no empujó. Un trasteo sosegado y compuesto de Spínola. Una
estocada de excelente ejecución. Sin puntilla el toro.
Alto de cruz,
soberbios el porte y el remate, el quinto, cinqueño, se estiró enseguida con
tranco bueno y ágil. Cinco verónicas de Serafín Marín de más ajuste que vuelo,
de más dibujo que poder. Y dos medias, porque la codicia del toro no consintió
una sola. El primer puyazo fue interminable y debió de ser severo. Hubo una
segunda vara de parecida dureza a toro entregado. Rubén Pinar quitó por
mandiles. Todos los lances, por la mano derecha.
Y, en fin,
comenzó la pelea, que no iba a ser ni corta ni sencilla. Sí de mérito y saque.
El rabeo del toro, Pistolero, número 29, era señal de temperamento. Lo
tuvo.Díscolo. La firmeza de Serafín, muy de verdad. En el tercio, casi al borde
de las rayas, se fue librando el duelo. Preliminares buenos en tandas cortas o
cortadas. Sumaron como logros grandes, y fueron cuerpo del trabajo, dos tandas
de cinco en redondo y el de cambiado de remate. Tomado el toro en la distancia
precisa, tocado y no enganchado. Una serie final de manoletinas no comunes
–ceñidísimas, con toques sutiles- se tuvo por acontecimiento. No de inclinar la
balanza, pero casi. El toro tenía sus partidarios y los partidarios se dejaron
oír con esas voces sueltas de las Ventas tan impertinentes.
Las dos tandas
mayores fueron tandas ligadas, pese al punto temperamental del toro. Tanto que
en un momento dado pareció que un picotazo de propina, delantero y no trasero,
lo habría templado más. Tal fue el fondo del toro. Si lo abría Marín, se empleaba
con mejor son que si se lo traía tan cosido a engaño y cuerpo. Con la zurda no se acopló Serafín o desplazó
más de la cuenta. No le vio la muerte al
toro Marín. Un pinchazo, una entera tendida y trasera que sin la rueda de
peones no habría bastado. Fue el gran trago de la corrida de Ibán.
Precioso, alto
de cruz, finos los cabos, castaño albardado, el tercero fue toro de otro
calibre, pero del cupo de nota. No de salida –las manos por delante-, no en
varas –volvió grupas al sentir la segunda-, pero sí en banderillas. Entonces
pareció dispararse. Y galopó. Mugidor, se vino de largo con alegría. Repetidor,
a gusto en los medios. Una primera mitad de faena de Rubén Pinar resuelta y
brillante. Una tanda de cinco y el remate: otra de seis. El toro la pedía por
abajo y, si no, pegó un cabezazo, dos o tres. De pronto, dos golpes de viento,
los únicos en una tarde veraniega, pero en el momento más inoportuno, porque
Pinar se vio descubierto y en renuncio al ponerse con la izquierda. Al volver a
la diestra, ni el toro era el de antes ni el torero tampoco. Largo el trasteo
con sus pausas. Una estocada entera.
Engatillado y
astifino, apuntadito y abrochado, el cuarto fue tan bello como los tres
primeros, pero de aire diferente. Menos cuajo, por despapado. Bravo en el
caballo –un primer puyazo implacable, un segundo de atacar metiendo riñones-,
desarmó a Marín en un quite por gaoneras, duró en la muleta más que el primero
de la tarde pero menos que segundo y tercero. Dulce y, por tanto, con tendencia
a apagarse. Corto de inspiración e ideas Spínola. Una estocada caída.
Y un final de
corrida chafado. Un sexto que parecía por contraste enano, pero que nadie
protestó. El predominio de sangre Contreras de la ganadería. Pero toro chungo
de flojo. Ni un punto sumado. El hermoso quinto, retinto, largo, esbelto –una
joya-, atacó en el caballo pero se recostó contra el peto, salió distraído
después de sangrar y, rebrincado, no metió ni los riñones ni la cabeza como no
fuera para protestar. Suficiente Serafín con éste; breve Pinar con aquél.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Baltasar
Ibán (Cristina Moratiel).
Cinqueño los dos primeros y el sexto. Corrida bien armada, de hermosa traza y
abierta de líneas. Segundo y tercero, los más en tipo, de seria conducta. El
uno peleó de bravo en dos varas; el otro se escupió del caballo. Ovacionados
los dos. Un hondo primero salió molido de varas; muy bondadoso un cuarto a
menos. De pobre nota los dos últimos. Una belleza de toro el quinto.
Fermín Spínola, de turquesa y oro,
silencio y silencio tras un aviso. Serafín
Marín, de negro y oro, saludos tras un aviso y silencio tras un aviso. Rubén Pinar, decarmín y oro, división
tras un aviso y silencio.
Domingo, 27 de mayo de 2012. Madrid. Plaza
Monumental de Las Ventas. 18ª de San Isidro. Casi lleno. Veraniego. La infanta Elena, en el Palco Regio, recibió
brindis aplaudidos de los tres espadas.
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