lunes, 14 de mayo de 2012

SEGUNDA CORRIDA DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO: Tres imponentes cinqueños de Montalvo


Ninguno de ellos se juega con fortuna. Un sobrero de Yerbabuena, el mejor del festejo. Estocada magistral de Uceda, descaro y desenfado de Esaú, inseguro David Mora.
BARQUERITO

CADA UNO DE los tres toros cinqueños de la corrida de Montalvo fue distinto. Dos de ellos, primero y quinto, rondaban los 600 kilos. El peso pareció en el unocarga severa. De hocico chato, fue toro de perfil acochinado, pero de notable cuajo. Pareció más temible el porte del otro, que, cuajo monumental, badana rizada y frondosa, hirsutas las cerdas de la penca del rabo, pechos fantásticos, se movió de partida con encendido temple.

El otro cinqueño, segundo de la fiesta, dio cincuenta kilos menos en vivo y esa diferencia se dejó ver. Más bajo, finos los cabos, pezuñas delicadas, vuelto de pitones, algo degollado, el toro era, a pesar de su seriedad, un dije. Enmorillado, larguito, bajo de agujas. Modélicas hechuras. En Montalvo conviven vírgenes o cruzadas varias líneas y ese espléndido segundo toro se daba el aire original de Jandilla.

Ninguno de los tres toros vino a vivir mayor gloria. El de las áureas hechuras descolgó enseguida con infalible estilo pero nada más descolgar empezaron a írsele las manos. Amenazaba estrago: los apoyos eran malos, se enceló demasiado en el caballo, el propio Uceda quiso quitarlo del peto y convencerlo –y sostenerlo-, pero se hizo indisimulable la fragilidad, se echó encima la gente y al fin fue devuelto el toro. Cinco años esperando una batalla que no llega ni a librarse pero se muere igual.

La idea de Esaú Fernández de irse a porta gayola para recibir al toro de la confirmación de alternativa tuvo más de épica que de ciencia. La épica: una larga afarolada de rodillas de alto riesgo y la secuela de unos lances en bombardeo –¡pim, pam, pum!- porque de salida el toro fue extraordinariamente codicioso. Toda la corrida de Montalvo, con la excepción el quinto y a última hora, sacó notable fijeza, y en ese punto se llevó la palma ese toro de la confirmación, que, sin embargo, pagó caro el revuelo tormentoso de ese primer puñado de lances forzados en la puerta de toriles.

Del primer puyazo salió el toro reventado en un vuelco y, al alzarse, se movió con deficiente coordinación. Se desató una bronca que reclamaba la devolución del toro pero el palco apostó por él. Y hasta el propio Esaú, que pretendió brindar al público. No le dejaron. El toro había perdido las manos y se tambaleaba, y volvió tambalearse y a perder el firme dos veces a lo largo de un breve y atrevido trabajo. Esaú es como torero el desenfado mismo y de eso hizo alarde: apertura en la distancia para un cambiado por la espalda que pasó rozando, péndulos entre pitones de notoria firmeza, pulso no malo. Y el amor propio de ponerse con la zurda cuando la bronca contra el palco ya era una gresca como de motín.

La fatalidad del tremebundo quinto fue que después de haber tomado con son y por derecho el capote de David Mora en lances a pies juntos, y después de haber navegado un poco y haberse, además, dolido en un segundo puyazo, enterró los pitones y se pegó un volatín completo. El volatín dejó algo mermado al toro; un segundo entierro de pitones a comienzo de faena fue el roto para el descosido; y, en fin, una faena imprecisa de David Mora no ayudó. El toro iba a acabar yéndose como los que se rajan, se le fue de las manos a Mora y campó sin destino aunque no por sus respetos. Largo trasteo justificatorio que se encontró enseguida con muchas reticencias sonoras porque a la apuesta de David por el toro le faltó fe. De una estocada caída dobló ese toro tan imponente. De media muy habilidosa el de la confirmación de Esaú.

De los otros montalvos de la fiesta dos, tercero y sexto, eran cuatreños y colorados. Las hechuras del tercero, que salió con mucha vida, parecían anunciar cosa grande. El toro, rienda suelta en lances mixtos de saludo de David Mora, apuntó luego fragilidad, se vencía y quedaba al atacar por la mano izquierda y, aunque galopó en banderillas, dio pronto impresión de ser pájaro de corto vuelo. Como la propia faena de David Mora, que fue más al aire del toro mientras duró que de medirse con él.

A menos la pelea y de pronto se derrumbó el toro cuan largo era. Y era largo. No mejor suerte corrió el otro colorado, al que Esaú Fernández –doble alarde- volvió a recibir a porta gayola con descaro seguro. Molido en un primer puyazo hasta casi afligirse, el toro, pronto en un quite de Uceda Leal, duró solo diez viajes en serio. Y ahí estuvo Esaú con su calma y su sangre fría. Hasta que el toro se puso de rodillas y pidió la cuenta.

De todo el surtido de sucesos salió mejor librado que nadie un sobrero cinqueño de Yerbabuena –negro tizón, aleonado, acarnerado- que llegó a enterrar pitones pero se empleó en el caballo y sacó a la hora del ajuste de cuentas una virtud mayor: codicia. Pero codicia que bajaba de grado de un viaje a otro. Bellas estiradas primeras, pero falló el motor. David Mora le hizo un quite garboso por chicuelinas, Antoñares le aguantó en banderillas dos brincos terribles al nudo de la garganta y Uceda Leal lo pasó por las dos manos en tandas que se hicieron laboriosas cuando se fue apagando el toro. Trabajo de fino criterio, bien pensado, no brillante. Y el remate de una memorable estocada al volapié. De ejecución modélica. Un pelín trasera.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- El torilero de la plaza de Vitoria se llama Manuel y, cuando no trabaja de torilero, lo hace de conserje en el Hotel Canciller -el NH de Vitoria, que es mi favorito dentro de los de esa cadena. ¿Conserje o torilero? La vida obliga a elegir siempre. Manolo es buen amigo mío, ya de años, y gran amigo del insigne Florito. Porque Florito se va todos los años a Vitoria en agosto para trabajar en los corrales los días de feria, que son cinco. Y les pone la divisa a los toros. Y el conserje cierra y abre la puerta de toriles como quien baja y sube un telón. Hoy tuve a Manolo y esposa en la plaza al lado.

FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Montalvo (Juan Ignacio Pérez-Tabernero) y un sobrero -2º bis- de Yerbabuena (José Ortega Cano).
Uceda Leal, de azul marino y oro, saludos y silencio. David Mora, de carmín y oro, silencio en los dos. Esaú Fernández, de blanco y oro, que confirmó la alternativa, silencio en los dos.
Un minuto de silencio en memoria del ganadero Salvador García Cebada (Herederos de Cebada Gago), fallecido por la mañana en Cádiz.

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