jueves, 24 de mayo de 2012

DECIMOCUARTA CORRIDA DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO: Una faena memorable de Castella


Más ambicioso que nunca, tan firme como siempre, exquisito y entregado, deficiente con la espada, el torero de Béziers vuelve a irrumpir en San Isidro como un gran trueno.
Ceremonia de entrega de trastos que confirma alternativa a Diego Silveti en Madrid de manos de Castella.
Imponente tarde la que se ha prodigado el coleta francés en la arena de Las Ventas, a pocos días de su serio percance en esta misma plaza.
Momentos de inspiración del sevillano Daniel Luque.
BARQUERITO
Fotos: EFE

DESPUÉS DEL PASEO rompió una tupida ovación, que iba por Castella y era homenaje a su gesto de sólo el último jueves. Matar entonces sin dolerse dos toros a pesar de ir herido en zona sensible. Por estar de nuevo en Madrid, y sólo por eso, Castella precipitó su reaparición. Era, sobre un gesto vivo en la memoria, un nuevo gesto y por eso se caldearon las palmas. Castella renunció a salir a recogerlas.

El primer toro de corrida fue el de la confirmación de alternativa de Diego Silveti. Muy sangrado en una vara cobrada con buen estilo, fue buen toro pero frágil. Se acabó parando. Silveti, fácil pero no ajustado con el capote, le perdió pasos casi por sistema pero le pegó muletazos muy bonitos. Traídos por delante y tirados con gracia suave. El son del toro, pronto, ayudó a componer. El juego de ganar y perder pasos no llegó a asentarse en una tanda ligada en el sitio. Y de pronto, los bofes del toro fuera. Dos pinchazos, una estocada a capón.

Antes de soltarse el toro de la devolución de trastos volvió a cobrar cuerpo la ovación dedicada a Castella. Pero de nuevo el torero de Béziers se cerró en banda. No tardaron las cañas en tornarse lanzas. Con fiebre parecida a la del clamorcito de bienvenida se hizo en plaza un coro bien sonoro de palmas de tango. Que iban por ese segundo de Cuvillo que a la mayoría en el gobierno les pareció poco toro. La bronca creció mientras el toro empezaba a estirarse, pero al estirarse empezó a tambalearse también. Los lances de fijar se subrayaron con miaus de rechifla. De un primer puyazo cobrado con la cara arriba salió el toro trompicado. Enterró pitones. De un lance de brega a media altura, trastabillado y sentado. Pañuelo verde.

La tarde –la primera parte de corrida- iba a ser de castigo para el ganadero. El nombre de Cuvillo es anatema en los sectores toristas de las Ventas. El expediente de la ganadería en Madrid tiene más luces que sombras, pero tres toros de esta corrida del abono –segundo, tercero y sexto- no dieron la talla.

El primer sobrero, de Carmen Segovia, se encontró de partida con una repulsa menor. Era, sin embargo, toro legítimo. Por fuera, no por dentro: huido, suelto, sin ninguna fijeza, amusgado en banderillas, que le dolieron, y agarrado al piso. Ningún celo, parado, deslucidísimo, la vista por encima de esclavinas y estaquillador. Castella cortó por lo sano.

El tercero, descarado, cuello de gaita, sacudido y escurrido, se encabritó nervioso, pegó topetazos y regates, se revolvió con genio dos o tres veces y, como soltaba las manos al defender o atacar, o las dos cosas, fue blanco de las iras. Se entonó el “¡To-ros, to-ros, plas-plas-plas!” tan de rigor.

Una ruina. Pero saltó el cuarto cuvillo y cambió radicalmente el decorado. Más cuajo, más alto, más plaza, otro aire. Algo nervioso, o impaciente, Castella cuidó de la brega y lidia, y lo hizo exageradamente: mucha capa, y estuvo a punto de salir malparado de una colada del toro al pecho en un lance sin gobierno. Hasta en banderillas se cuidó de tener el toro en la mano. Como si precisara imperiosamente verlo claro. Y lo vio.

Brindis al público desde los medios y ahí mismo –el cite tan propio desde el platillo a pies juntos para el cambiado por la espalda- empezó lo que iba a ser una fiesta mayor. Una profusa faena de firmeza insuperable cuyas cumbres fueron la serie de la apertura –fantástica, de geniales variaciones, para ser grabada y estudiada-, dos o tres tandas redondas con una y otra mano entre un enjambre de ellas no todas de igual calado, los cambios de mano sencillamente antológicos por su precisión, su riesgo y su limpia solución y, en fin, dos finales, y no uno solo, que provocaron el delirio.

El primer final, en los medios, de hasta siete rizos de toreo ligado en un solo terreno, quietud inverosímil, sueltos los brazos; y el segundo, antes de la igualada, en tablas, de lazos y trincheras cosidos  que dejaron al toro tan embriagado como a casi todo el mundo. La faena fue entera en los medios. De exposición sin red ni trucos. De una valentía descarada e insolente. De toro enganchado siempre por delante y en pureza; de toreo ligado sin perder un milímetro; de brillantes momentos de calma dentro de una especie de revolución sin tregua.

El trato del toro fue exquisito. Los muletazos enroscados, sorpresa. Parecía que no iba a terminar la fiesta nunca y antes de cuadrar en tablas escuchó Castella un aviso. En la suerte contraria, a toro encogido y al salto, una deficiente media estocada tendida y trasera. Y luego, otra igual. Y un segundo aviso. Se pidió la oreja. Arrastrado entre jaleo grande el toro, Castella se hizo de rogar para salir a la boca del burladero a corresponder a la ovación más clamorosa de la feria. Le animaron a dar la vuelta al ruedo. Se negó de manera evidente. Lo cual hará más memorable la faena.

No se acabó la corrida pero casi. El quinto cuvillo tuvo seriedad y carácter. Una faena ligera de Luque: encima, destemplado, fácil. El sexto cuvillo estaba sin rematar y despertó las iras. Saltó un basto, feo y brusco sobrero de Salvador Domecq, todo tarascadas y cabezazos. No le dio al joven Silveti la menor opción, sino que le hizo pasar un mal rato.

POSTADATA PARA LOS ÍNTIMOS.- El de la glauca mirada impasible es un torero grande.

HABLAN LOS OTROS PROTAGONISTAS: Castella: "Es la plaza que más me gusta y en la que más feliz soy"

Sebastián Castella, tras despachar al cuarto toro del festejo de hoy en Madrid, señaló a los micrófonos de Canal Plus Toros: "He brindado al público porque tenía la confianza del ganadero, en el toreo hay también movimientos detrás de las cámaras y el ganadero me había dicho que confiaba en este toro. En la muleta ha tenido transmisión, ha tenido bravura y creo que ahí se ha visto la faena. Una pena la espada, podría haber salido por esa puerta... He venido aquí no para convalecer, sino para hacer lo que hecho". Luego, añadió: "He disfrutado mucho, sobre todo por lo que uno lleva por dentro. Si uno vuelve es porque está, y además de poder delante del toro, he disfrutado mucho. Me he encontrado otra vez toreando en la plaza que más me gusta y en la que más feliz soy. El toro ha sido enrazado y encastado; hay que venir firme porque si no te pueden desbordar y no estamos para eso. Lo he cuajado casi entero: no lo he matado, eso ha sido un fallo grande".

Daniel Luque dijo al término de su primera actuación: "Si la gente hubiera estado un poquito a favor por lo menos una pelea sí tenía. Había muchas complicaciones y era difícil quitarle la muleta de los pitones porque tenía mucha cara. Era un toro serio, un toro para Madrid". Tras despenar al quinto, señaló: "Las ganas que tengo de que las cosas me salgan en un sitio importante y me puedan ver como yo soy... y mira. El toro tenía buena clase y buena nobleza pero para un sitio como Madrid le faltó movilidad. No voy a dejar de seguir preparándome y estar en la lucha y en cuanto salga, aprovecharlo".

Por su parte, el confirmante Diego Silveti señaló tras acabar con el toro que abrió plaza: "El toro tuvo calidad y nobleza. Le quise perder pasos para ver si se venía arriba y cuando le tenía que apretar le apreté: no había otra. Cuando lo hice y me quedé para ligarle al cuarto pase le notaba agotado. Lástima que le faltó una chispita". Al término de la lidia del animal que cerró plaza, expresó: "Veía con muchas ganas y preparado. El toreo es muy largo y con trabajo las cosas llegarán. Enseñé al toro para ver si rompía con clase pero fue muy malo. Creo que solventé con recursos, con ganas y con actitud, que vean que los mexicanos no venimos aquí a rajarnos. De eso estoy orgulloso". / Redacción APLAUSOS
Entre los asistentes un histórico del toreo, Sebastián Palomo Linares, de quien hace pocos días se cumplieron cuatro décadas de su famoso rabo a los toros de Atanasio Fernández en esta plaza.

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