Cinco años es mucho tiempo en la vida de un
torero. Más aún cuando se desarrollan en un contexto tantas veces a la contra
y, aún así, se encaran retos como nunca antes nadie y se convierten en hitos.
En cimas, en cumbres alcanzadas. Pero nunca solo. Un torero nunca camina solo.
Lo hace en compañía de gente fundamental que cree contigo en esos retos y que
contigo los convierte en hitos. La gente que conmigo vivió tanto durante los
últimos cinco años comparten apellido y sangre. Pero no sólo eso: también una
filosofía de vida, una manera de estar y de hacer en el toro. Tan exclusivas
cada vez más por tan infrecuente cada vez más. Señorío le llamo.
Porque de señores del toreo está cargada la
familia Lozano, mis compañeros de camino en estos últimos cinco años tan
difíciles, tan intrépidos, tan importantes y tan inolvidables para mí. La vida
es camino. Un camino constante. Y el camino se hace más fructífero cuando te
acompaña en él alguien de la grandeza humana y taurina de don Pablo Lozano. El
don siempre por delante para nombrar a un señor del toreo y de la vida. ¿Cómo
agradecerle, maestro, tanta enseñanza, tanta sabiduría y la inmensa suerte de
conocerle en la corta distancia y así disfrutarle? Mis respetos siempre, don
Pablo. Como para ti, Luisma. Contigo fue la primera conversación, el acuerdo
para caminar juntos, el apretón de manos, la presencia cercana por más que la
exigencia de apoderar a una figura histórica como El Juli no nos haya dejado
compartir todas las tardes, tantas tardes de toros. Pero siempre estabas antes
y después de ellas, siempre pendiente, siempre cerca. Como un torero necesita
Eso y que como torero le traten. Entendiste pronto
lo que necesitaba, Luisma, lo que mi carrera requería y merecía y así
defendiste ambas cosas desde la total implicación y con el empeño como máxima
de que se respetara el sitio y las formas que nos corresponden. Fue duro,
¿verdad, Luisma? Pero apasionante también. Y hermoso. Y fortalecedor. Por eso
siento que has marcado un antes y un después en mi carrera. Tú, Luisma, y tú, Pablo.
Mi escudero, mi sombra, mi apoyo. La compañía inmarcesible, leal,
incondicional. La mesura y la educación, la bondad y el equilibrio. La
seriedad. El señorío, insisto. Tan a la baja en estos tiempos en los que el
apoderamiento de un torero tan poco se entiende como el acompañamiento del
hombre como lo haces tú. Hemos sido un equipo, Pablo, y todo lo logrado, lo
logramos juntos. Juntos subimos cada peldaño y cada pendiente y juntos
alcanzamos cada meta. Y han sido metas altas, ¿verdad, Pablo? ¡Gracias por
tanto, apoderado!
Cierto es que me llega el momento de tomar otra
senda. Forma parte de la vida. Pasa en todo: en las empresas, en las familias y
también en el toreo. Y lo tomo con la decisión de seguir construyendo mi propio
camino, de trazar nuevos retos, de soñar con otro hitos. De seguir adelante, en
definitiva, pero lo hago desde el convencimiento de haber vivido junto a
vosotros cinco años maravillosos y definitivos, fundamentales e inolvidables.
Sois y seréis siempre parte de Diego Ventura.
DIEGO VENTURA
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