DARÍO
JUÁREZ
«Que ser valiente no salga tan caro, que ser
cobarde no valga la pena». El maestro Sabina quiso y supo recoger en catorce
palabras el precio del atrevimiento del ser humano. Una frase extrapolable a la
actitud torera de Gonzalo Caballero cada vez que ha hecho un paseíllo en la
plaza de Las Ventas. Y es que el madrileño volvió a salir herido gravemente de
la Monumental, con la femoral seccionada. Su primer toro le mandaba a la
enfermería tras empitonarle por partida doble al entrar a matar. La vida por la
vida sin paliativos. Por otra parte, Madrid parecía querer despedir su
temporada por todo lo alto. Bueno, digo Madrid refiriéndome a la ciudad y no a
la idiosincrasia de su afición, que hoy volvió a tirar por la borda su
identidad como primera plaza del mundo. Magán tuvo en su mano regalarle la
puerta grande al venezolano Colombo, después de un cúmulo de sensacionalismo
desmedido por una voltereta y ante una algarabía generalizada que exigió al
usía que mostrase el sedoso blanco sin estructurar una serie y habiendo
pinchado previamente. Finalmente, aguantó el tirón y la recompensa acabó en una
vuelta al ruedo cojeando después de la soberana paliza que llevaba encima.
A Gonzalo Caballero se lo volvían a llevar en
volandas al ‘despacho’ de García Padrós. Hacia él, su ángel de la guarda
oficial, fue el brindis del toro que lo hirió al entrar a matar. El madrileño
no se supo salir de la suerte y el animal, sin hacer un feo ni hacer por el
torero, lo prendió en el viaje natural de una embestida cualquiera. La memoria
de muchos aficionados hizo sacarlo a saludar tras romperse el paseíllo.
Después, Caballero puso y propuso su muleta a Clavelero: un toro alto de manos,
recto de viga y muy falto de remate por detrás. Lo paró de capa antes de que
pasara por el 7. Es de Madrid hasta para eso. Ya en la muleta, el atanasio
respondió entre dos aguas. De la movilidad cantada con los palos pasó a una
embestida a medio gas. La firmeza de Caballero hizo ligar tandas a ese torete
que suplicaba más fondo para prestarse al estímulo en plenitud. Un arrimón
final fue el preludio del fatal desenlace. Estocada entera a vida o muerte y
oreja, que le llevaron los miembros de su cuadrilla a la enfermería.
Otra cortó Jesús Enrique Colombo del tercero y
único animal válido del encierro de los Frailes. Pomposico I se llamó aquel
toro vareado y justo de Valdefresno, que estuvo a segundos de ver el pañuelo
verde tras salir del jaco perdiendo las manos en repetidas ocasiones. Colombo
quiso banderillear como acostumbra. Dos
pares a toro pasado y uno en la cara para resarcirse. A partir de ahí fue
cuando el toro cambió. Brindó a su compañero herido, con un gran gesto torero,
y hacia los medios se fue a recibir muleta en mano al valdefresno. Una faena de buen propósito y mal
entendimiento. Un matrimonio mal avenido que se aceleró en una relación que
pedía más historia. Pomposico I era un toro encastado, que pedía todo por
abajo y reponía a velocidades de vértigo. No
era fácil estar delante y saberlo templar, mucho menos con el bagaje de este
torero, al que se le vio acelerado pese a sus buenas intenciones. Ahora,
eso sí, la estocada que dejó, ya puede venir San Pedro a rebatírsela si quiere.
Y, tras ella, la oreja.
El
venezolano tenía media puerta grande abierta sin haber dado un muletazo con
sentido. Evidentemente, ante el quinto –sexto de la lidia ordinaria– salió
como un titán. El toro había cumplido en varas sin estridencias, como el resto
de la corrida y Colombo se empeñó en volver a banderillear, entre una división
de opiniones, ya que en sus filas contaba con un tercero de garantías como es
Fernando Sánchez. Había dejado ya dos pares cuando, tras el cite para el
tercero, quebró hacia el lado izquierdo y el animal se le coló y lo arrolló. En
el suelo, le pisó la cabeza y le dejó realmente mal parado, hasta el punto del
desmayo. Momento en el que a Eugenio le temblaba el pulso, pensando que tenía
que hacerse cargo de cuatro toros. Recompuesto el venezolano y con una cojera
aparente, volvió a la cara del toro sin chaquetilla. El hervidero de público oréjico festivo ya le había sacado a hombros
antes de montar la muleta. A partir de entonces, no le dio ni uno. Pero ni
uno. Pases sin sentido, enganchones y
decisiones que no hacían brillar a la faena en cuanto a toreo fundamental se
refiere. Unas bernadinas alocadas precedieron a un pinchazo por el que se
tiró a matar sin muleta. Después enterró el acero en perpendicular provocando
el derrame del toro. Las Ventas se había convertido en una plaza de pueblo
pidiendo desmedidamente el trofeo que le hacía salir a hombros. La vuelta al
ruedo fue un premio justo a la entrega de su tarde.
Como director de lidia actuó el veterano Eugenio
de Mora. Muy de puntillas pasó su actuación en este cierre de temporada en
Madrid. El zambombo que hizo primero «sólo tiene de bonito el color de la
divisa» –rojo y amarillo–, comentó un aficionado para enfatizar aún más el Día
de la Hispanidad. Manso y marcando la querencia a las tablas con prontitud. A
Eugenio le nubló la vista y la percepción de la faena un cambio de mano por el
izquierdo que hizo al toro barrer la arena con el hocico. La serie que precedió
fue una a diestras que enloqueció a Madrid. Al burraco cuarto lo muleteó sin
encontrar una efímera transmisión en su embestida, ya que derrotaba y hacía
guiños a las banderas en demasía. Y cerró la tarde con el segundo de Caballero.
Un toro con el que se estiró de afable manera a la verónica y al que propuso la
muleta por abajo y queriendo exigirle todo el fondo que tuviese desde el minuto
uno. Su errática y gris espada terminó de cerrar el cielo amenazante de Madrid.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Día de la
Hispanidad. Más de media entrada (14.037 espectadores según la empresa) en
tarde agradable.
Se lidiaron seis toros de Valdefresno, desiguales de presentación
y carentes de raza, clase y humillación. Destacó el 3° en el último tercio por
su incesante entrega.
Eugenio
de Mora (azul pavo y oro):
silencio tras aviso, silencio y silencio tras aviso en el que mató por Gonzalo
Caballero.
Gonzalo
Caballero (sangre de toro y oro):
oreja.
Jesús
Enrique Colombo (azul turquesa y oro):
oreja tras aviso y vuelta al ruedo tras fuerte petición.
PARTE
MÉDICO DE GONZALO CABALLERO:
Herida por asta de toro en el tercio proximal de la cara interna del muslo
izquierdo con dos trayectorias; una de 30 centímetros hacia arriba y hacia
fuera que produce destrozos en músculo sartorio y cuádriceps, y contusión a
pala ilíaca izquierda; y otra de 25 centímetros hacia atrás que secciona vena
femoral y ramas colaterales. Se interviene quirúrgicamente bajo anestesia
general en la enfermería de la plaza de toros siendo trasladado al Hospital San
Francisco de Asís. Pronóstico: muy grave. Fdo. Dr. García Leirado.
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