El
torero de Salteras desoreja a un extraordinario ejemplar de Matilla premiado
con la vuelta en el arrastre, y se despide definitivamente de los ruedos por la
puerta grande.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL
MUNDO
Foto: EFE
El Cid se despedía definitivamente del toreo en
Zaragoza, cierre de la gira de adioses y algunos bises. Como Sevilla y Madrid,
sus plazas de referencia, los escenarios más cariñosos. No pudo ser más idóneo
el final, fiel a la leyenda blanca de su baraka y traicionando la negra fama de
su espada: un soberbio toro de Matilla lo catapultó por la puerta grande. Se va
un buen torero, un hombre bueno, que debió dar ese paso 10 años antes. La
Misericordia le había rendido tributo cuando el paseíllo tocó su tope. Sonaron
el Himno Nacional y las emotivas ovaciones consecutivamente. Cid eligió un
vestido azul marino y azabache para la ocasión. Casi calcado al de El Fandi.
Que le brindó su toro con respeto y amistad. El toro de Matilla, que lidiaba
con sus tres hierros, fue incierto y mentiroso. Tanto que engañó a la afición
maña con su movilidad sin entrega, sus miradas esquineras y sus amagos
navajeros. Imagino que compararían después... Fandi se lo tapó y consintió todo
desde un intento carnicero en un pase de pecho a mano cambiada. La derecha fue
la de la faena. Pasaba por allí el bicho con más ganas de irse que de embestir.
Y que no lo tratase de someter el torero en lugar de acompañarle porque
entonces el nervio le subía pendenciero. Ya había arreado lo suyo, marcando
querencias, en el poderoso y espectacular tercio de banderillas fandilar. Su
larga agonía tragándose la muerte la interpretaron por bravura. Y ovacionaron
su arrastre más que la profesionalidad curtida del matador granadino. Increíble
pero cierto. El apuro de sus apoderados/ganaderos lo explicaba.
Inmediatamente antes y después del mal Filósofo no
hubo nada. Un terciado y bondadoso torito que se lesionó en mitad de la pulcra
faena de El Cid y un lindo colorado que se quedaba tobillero y por debajo
desdibujando a López Simón.
Y entonces saltó a la arena el último toro de El
Cid en España. Así como para hacer honores hasta el final a su gloriosa potra.
¡Qué toro! Qué manera de colocar la cara, emplearse y repetir. Bravo de verdad
el tal Derribado. Una máquina de embestir y hacer surcos. Cid se entusiasmó y
toreó a una velocidad vertiginosa. Largo y ligado. Más fina su derecha que su
mítica izquierda. Que abrochaba las series con relámpagos de pecho o
afarolados. Una intentona de circulares quedó desbordada y de aquella manera.
Como un desplante a cuerpo limpio. Enterró El Cid la espada y le entregaron la
dos orejas y la puerta grande. Por los dorados tiempos preteréritos, se merecía
un final así. Al toro de Matilla, herrado con el fuego de Hermanos García
Jiménez, lo premiaron con el pañuelo azul y la vuelta al ruedo en el
arrastre.Marcando diferencia abismal y educativa con Filósofo...
Quiso seguir la estela de Derribado un quinto de
finas dagas -toda la corrida, en sus diferentes hechuras y remates, por delante
enseñaba las puntas como ninguna-. Y pretendió hacerlo todo con buen estilo.
Pero no le duró el depósito. Los tercios previos de quites y el portentoso show
de banderillas de Fandi causaron mayor mella de la esperada. El ritmo de los
primeros compases de faena, en circulares y redondos de rodillas, exigió una
barbaridad a Vagabundo. Que echó la persiana antes de hora. Una soberana
estocada lo despenó. Fandila agarró con fuerza el trofeo.
El llamado toro de la jota se hacía feísimo desde
todos los ángulos. De una mansedumbre pregonada. El torancanazo se apoderó del
ruedo. Más allá de mover el caballo, y no todo lo que debieran hacia la
querencia, la inoperancia de recursos lidiadores impuso el caos. Un puyazo a
tercio cambiado sangró debidamente al buey. Que luego no se comía a nadie. Sólo
que era muy buey y muy remiso. LS gastó mucho tiempo con él antes de naufragar
otra vez con la espada.
Una marea desbordaba de felicidad encumbró a El
Cid. Que por la puerta grande puso un feliz punto final a su fértil
trayectoria.
MATILLA | El Cid, El Fandi y López Simón
Plaza de la Misericordia. Sábado, 12 de
octubre de 2019. Séptima de feria. Tres cuartos largos de entrada.
Toros de Olga Jiménez (1º y 2º), Peña
de Francia (3º) y Hermanos García
Jiménez (4º, 5º y 6º); de diferentes hechuras seriedades y remates, bien
armados en general; de extraordinaria bravura el 4º, premiado con la vuelta al
ruedo en el arrastre; notable el 5º sin duración; incierto y mentiroso el 2;º
tobillero el 3º; un buey el 6º.
El Cid, de azul marino y azabache. Estocada baja
(saludos). En el cuarto, estocada (dos orejas). Salió a hombros.
El
Fandi, de azul añil y azabache.
Pinchazo y estocada. Aviso (silencio). En el quinto, gran estocada (oreja).
López
Simón, de negro y oro. Dos
pinchazos y estocada pasada. Aviso (silencio). En el sexto, dos pinchazo,
estocada y descabello. Aviso (silencio).
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