Brutal
y gravísima cogida a Mariano de la Viña en una tarde en la que también cae
herido Perera.
ÁNGEL
GONZÁLEZ ABAD
Diario ABC
de Zaragoza
Foto: EFE
Saltó el cuarto toro a la arena, y la tarde se
fundió en negro. Bregaba Mariano de la Viña, el de Montalvo no siguió el capote
y le tiró un derrote al cuello que lo dejó sin sentido. En el suelo lo rebañó,
se lo pasó de pitón a pitón una y otra vez, como un pelele lo llevó hasta las
rayas y allí lo corneó con saña. Quedó muerto. Los compañeros salieron al quite
en avalancha, y cuando intentaban recogerlo del suelo, un impresionante charco
de sangre hablaba por sí solo de la tragedia.
Como un fardo se lo llevaron a la enfermería. El
diestro aragonés Alberto Álvarez, que presenciaba la corrida desde el callejón,
acertó a meterle el puño en el boquete que había abierto el pitón sanguinario.
Y ya no lo sacó hasta que dejaron a De la Viña en camilla. El equipo médico del
doctor Val-Carreres ya estaba esperando al torero. Todo sucedió en escasos
segundos, y la plaza quedó muda, conmocionada, como si un rayo hubiera partido
en dos la última tarde de la feria. Todas las miradas hacia aquella arena
teñida de sangre, que definían el peor de los presagios. Fue Miguel Ángel
Perera quien cogió un rastrillo y se apresuró a tapar la huella de la tragedia.
El momento más terrible del año se vivió ayer en
Zaragoza cuando el cuarto toro prendió con suma violencia al banderillero
Mariano de la Viña. Perdió casi cuatro litros de sangre y entró varias veces en
parada cardiaca. Tras ser estabilizado, comenzaron a operarle de tres cornadas:
en el triángulo de Scarpa, el riñón y el glúteo. Fue trasladado luego a la
clínica Quirón para continuar con la compleja intervención por el mismo equipo
del doctor Val-Carreres. En la imagen, Perera, que luego caería herido, va a
hacerle el quite para socorrerle
A las puertas del quirófano, las caras no podían
ser más desoladoras. Hubo orden de que allí no quedara nadie, ni que entrara.
Cuando Enrique Ponce acabó con el toro «Sigiloso» fue raudo a interesarse por
su peón de confianza, el hombre que le ha acompañado durante tres décadas, y lo
frenaron en seco. «Mejor no entrar, los médicos están ya haciendo todo lo
posible», le dijeron, pero en cuanto vio un resquicio se coló dentro. Las
noticias que salían no podían ser peores. Dos cornadas, una en el temible
triángulo de Scarpa, y otra al riñón. Había perdido mucha sangre, se pidió más
plasma con urgencia y a lo pocos minutos llegaba en una ambulancia. Hasta cinco
litros se necesitaron para estabilizar al herido. Dentro de la enfermería, los
médicos tuvieron que enfrentarse a varias paradas cardiorrespiratorias.
Afortunadamente se logró afianzar la situación, pero ya había pasado más de una
hora desde la cogida.
Perera, herido grave en el muslo
El matador extremeño fue prendido de fea manera en
el sexto toro, que le quitó el capote. Sufrió una cornada en la cara superior y
posterior del muslo izquierdo. Fue trasladado también a la Quirón para ser
intervenido.
En el ruedo misericorde, la corrida siguió en un
tono mortecino, con el público que llenaba el coso zaragozano más pendiente de
lo que se podía saber de la enfermería. Así hasta que saltó el sexto, el de la
jota. Cuando pisó la arena, como es tradicional, la banda se arrancó con los
sones de la jota de los toros, y la plaza, como un resorte, obligó a que se
hiciera el silencio. Este sexto de la deslucida y complicada corrida de
Montalvo flojeó más de la cuenta y fue devuelto. Todavía no había acabado la
tarde, pero una psicosis invadía a los toreros. En un momento, el toro le quitó
el capote a Miguel Ángel Perera que salió corriendo, pero el montalvo le hizo
hilo hasta que lo alcanzó de muy feas maneras en la parte posterior del muslo.
Iba calado, la cornada era evidente. En la enfermería, en la que todavía
estaban con la terrible tensión de intentar estabilizar a De la Viña, se
encontraron con otra cornada. La serenidad de Perera tranquilizó, lo primero
era salvar al subalterno, a él le contuvieron la hemorragia y le tocó esperar.
La tarde había caído definitivamente en barrena,
pero entre toro y toro, Ponce volvió a interesarse por su hombre, y dijo un
escueto «se salva», lo suficiente para insuflar ánimos a todos y a la vez
reconocer el trago que se pasó dentro de la enfermería.
Pasadas las nueve de la noche, los dos heridos
fueron trasladados a un centro hospitalario de la capital. Quedaba el parte de
guerra del doctor Val-Carreres.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros de La Misericordia. Domingo,
13 de octubre de 2019. Última corrida. Lleno.
Toros de Montalvo, deslucidos y complicados.
ENRIQUE
PONCE, de gris plomo y oro. Dos
pinchazos, estocada y doce descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, media y
dos descabello (silencio).
EL
JULI, de azul marino y oro. Estoca
trasera (silencio). En el quinto, tres pinchazos y dos descabellos (silencio).
MIGUEL
ÁNGEL PERERA, de caldero y oro.
Estocada (ovación). Cae herido en el sexto. Mata Ponce al toro de tres
pinchazos, estocada corta y cuatro descabellos (ovación).
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