El
novillero talaverano cuenta a EL MUNDO las sensaciones vividas tras el gran
triunfo cosechado el pasado viernes en la Monumental de Las Ventas.
DARÍO
JUÁREZ
Diario EL
MUNDO de Madrid
Cuatro años habían pasado desde que un novillero
no abría la Puerta Grande de Las Ventas. El pasado viernes 30 de septiembre,
Tomás Rufo (Talavera de la Reina, 1999) lo consiguió, relevando así el puesto
que había dejado Roca Rey en abril de 2015, como el último torero del escalafón
inferior en hacerlo. El joven toledano dejó perpleja a la Monumental dando una
soberbia tarde de toros. Trazó el paseíllo con la vitola de ganador de las
nocturnas y lo refrendó de una única manera: toreando. Y muy bien, además.
Su aplomo, inteligencia, la manera de leer a su
lote y su mano izquierda hicieron temblar los cimientos del coso venteño que,
entregado al joven torero, lo sacó en volandas para inaugurar la Feria de Otoño
2019, de tal esplendorosa manera.
- ¿A qué
huelen las nubes de Madrid?
Uff, si te digo la verdad, todavía no soy
consciente de lo que he conseguido. El sábado 1º me volví a ver repetida la
tarde y me seguía emocionando, porque detrás de todo esto hay muchos esfuerzos
y sacrificios que la mayoría de la gente no sabe. Pero es algo muy bonito poder
abrir esa Puerta, después de tanto tiempo que llevaba cerrada para un
novillero. Es precioso y marcará un antes y un después en mi carrera.
- ¿Es
difícil bajarse de ellas y seguir como si nada?
La verdad
es que todo lo que pasó es muy bonito pero ahora hay que estar con los pies en
la tierra y ser muy consciente de que el camino sigue, es muy largo y me queda
mucho que pulir, muchas cosas que corregir y seguir aprendiendo de este mundo.
Incluso, he escuchado decir a figuras del toreo que están siempre arriba, que
ellos también pueden ir a más. Entonces, si lo dicen ellos, ¿cómo no va a poder
un novillero?
- Cuando
las 16.000 personas que había en Madrid empezaron a cantar la muerte del
burraco, antes de que cayera, rompiste a llorar. ¿Qué se te pasó en ese momento
por la cabeza?
Si te digo la verdad, casi ni me acuerdo... Me
emocioné tanto porque es algo que veía como un imposible. He estado tantas
tardes en los toros en Madrid, que siempre pensaba: "ojalá que yo algún
día sea capaz de abrirla". Y todos esos recuerdos se me venían a la cabeza
en ese momento; lo que soñaba en un pasado, lo he conseguido. Por eso rompí a
llorar.
- Las
medias tintas, el toreo accesorio y los fuegos de artificio, para otros... Lo
que tenías claro es que en Las Ventas y, dentro de una gran feria, además de no
pasar desapercibido, si se podía, había que torear. Y no hiciste otra cosa...
Sí, bueno, la verdad es que le di la enhorabuena
al ganadero porque mi lote fue excelente y yo lo entendí y lo supe ver. Creo
que se vieron mis dos versiones que tanto me gustan: el torear más apretado y
el hacerlo más relajado. Creo que el público de Madrid lo vio y lo valoró.
- ¿De dónde
ha salido esa mano izquierda?
[Risas] Bueno, a base de entrenamiento y
perfeccionar cosas. Pero vamos, el camino es largo y tendré que corregir muchas
otras para seguir redondeándolas.
- Cuando
saliste a pie de la plaza tras alzarte como ganador en la final de las
nocturnas, ¿sabías que la Puerta Grande estaba más cerca después de esa noche?
La verdad es que no pensaba en ello. Sólo pensaba
en volver en Otoño y dar una buena dimensión.
- ¿Qué debe
tener en la mente un torero tan poco placeado como tú con caballos, para dar
una tarde de tal nivel como la que diste en la primera plaza del mundo?
Creo que aunque tu bagaje sea escaso, hay que
llegar muy mentalizado a Madrid. Es muy bonito torear en esta plaza, pero lo es
más hacer el paseíllo sabiendo que te vas a jugar la vida y no te vas a dejar
nada dentro. Y oye, la ocasión lo merece y hay que llegar con las ideas muy
claras. Para mí, eso es lo más importante cuando vas vestirte de torero en una
plaza como Madrid.
- A lo
mejor el truco está en ir a brindarle los toros a Florito...
[Risas]. La verdad es que fue un brindis muy
emotivo, porque para mí es una persona muy especial y bueno, ahí quedó esa
dedicatoria tan íntima para los dos. Creo que no lo olvidaré nunca.
- ¿Quiénes
son y han sido tus espejos más directos?
Pues, un espejo para mí, siempre, siempre,
siempre, desde pequeño, ha sido el maestro Joselito. Un torero en el que
siempre me he fijado y una de las mejores fuentes donde poder beber.
- La lesión
del hombro derecho que impidió tu participación en el Alfarero de Oro en
Villaseca, ¿te hizo dudar seriamente de llegar a Otoño en plenitud?
Sí, sin duda. Pero no sólo Otoño, sino todas las
citas que me quedan. Dudé mucho porque la cosa se ponía muy fea y me puse en lo
peor: que me quedaba sin Madrid, sin Zaragoza y sin todas las fechas que tenía.
La verdad es que fueron unos días de agobio y angustia porque veía que se me
escapaban grandes oportunidades.
- Ningún
novillero había conseguido salir a hombros de Madrid desde que lo hiciera Roca
Rey en abril de 2015. ¿Sabe especial el dato en sí?
La verdad que sí, sabe muy especial. Que el último
novillero que abrió la Puerta Grande fuera Roca Rey y ahora sea un figurón,
pues, ¿por qué no? Pero como digo, el camino es muy largo y nunca se para de
aprender y de corregir cosas.
- Has
comentado que viste repetidas las faenas ¿Cómo se ve desde fuera, a sí mismo, un
torero que acaba de salir a hombros después de reventar Madrid?
Sinceramente, viéndome las repeticiones, me veo
muchos defectos. Que también es bueno, porque hay que ser siempre consciente de
las cosas. Y, bueno, aunque me vi ciertos defectos, me gusta verme repetido
porque me emociono mucho. Creo que es algo bonito volver a recordar y volver a
ver algo tan importante que ha pasado.
- El
triunfo del viernes 30 tiene que valer para que el año que viene te conozcan
las grandes ferias.
Ojalá que pueda entrar en esas grandes ferias que
tantas veces he visto por televisión. Como en Madrid, como he dicho, que tantas
tardes pensé 'ojalá algún día esté en esa plaza', y creo que es algo bonito
imaginártelo el que quizá algún día pueda suceder.
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