sábado, 5 de octubre de 2019

FERIA DE OTOÑO – CUARTO FESTEJO: Sensibloide despedida a El Cid

Madrid dice adiós al torero de Salteras sacándolo a hombros por la puerta de cuadrillas en un hecho insólito en la historia de esta plaza; Emilio de Justo hace lo más importante de la tarde.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid

Cuando Madrid se erizó con una ovación sobre El Cid, los recuerdos se agolparon en sus ojos. Las glorias conquistadas y las victorias perdidas - sólo dos Puertas Grandes sobre 8 posibles-; su izquierda de seda y los victorinos de sílex; la leyenda negra de la espada y la leyenda blanca de la baraka. Al Cid le embestían toros de todos los encastes como a nadie y los aprovechaba como ninguno. Sólo que no los mataba. Incluso un toro de Hernández Pla le dio juego. Aún no sabíamos quién era Manuel Jesús más allá de un muchacho de Salteras que había toreado, en una temporada, siete novilladas en Madrid. Pero lo empezábamos a intuir. Aquellos maravillosos años de la primera década de los 2000 nos dieron luz y cuerda hasta 2007, el año de la gran gesta de Bilbao, cenit de su carrera, cuando la curva cambió ya su tendencia... Hasta el punto de que en los últimos 10 años sus pasos por Madrid se contaban por malos tragos.

Una enorme pancarta de agradecimiento recordaba en el "7" su historia y su etiqueta como "torero de Madrid". Que lo sacó a saludar dos veces con una emotividad incontenida que acabaría como el rosario de la aurora... El Cid, solo en el ruedo, de malva y oro, recorrió con su montera todos los tendidos puestos en pie. Recordé entonces los nombres de los verdaderos hombres del Cid: Ellauri y Tornay, los viejos y leales apoderados, que entendieron a tiempo que su momento había acabado. Con ellos, Manuel Jesús tocó el cielo y pisó moqueta. Todas las plazas de categoría a las que ha regresado en esta gira de despedida le han mostrado su cariño. Y su respeto.

Y así, a la muerte del último de su vida, Madrid le empujó a dar una insólita vuelta al ruedo sin que hubiera pasado nada. Por tanta añoranza y cariño acumulado hace tantísimos años... Otros "toreros de Madrid" como Chenel o Curro Vázquez vivieron despedidas menos amables. La del 75 de Antoñete fue amarga. Pero no quedó ahí la cosa. Cuando la corrida tocó a su fin, lo izaron a hombros, lo pasearon en procesión y lo sacaron por la puerta de cuadrillas con El Rosco enjugándose las lágrimas en la taleguilla. Miren, con todos los respetos, en 50 años viendo toros en esta plaza, jamás asistí a nada parecido. Ni tan sensibloide ni tan ridículo. Y me da igual que en Sevilla sucediera lo mismo. Alguno se consolará con que no emprendieron el camino de la Puerta Grande o la del Príncipe. No me mates. Hay hechos que explican un perfil o una historia. Con lo torero que es salir andando entre los tuyos y el calor de la gente. Y vuelvo a rememorar a Antoñete en el 75; lo del 85 fue el final de otra historia mucho más grande. Tan reciente el gozo inmortal de Cantinero... Piensa uno en ser simpaticón y le acaban poniendo de un mal café que se le quitan las ganas. Ya puestos: El Cid debió acabar aquí y no anunciarse en El Pilar...

Paradójicamente, dijo adiós a Madrid con una estocada. Y se arrodilló. Y agarró un puñado de tierra. Y la guardó en su corazón... Quiso la suerte invariable con su destino que en su lote entraran los dos toros más bajos de la escalera de Fuente Ymbro. Que limpió corrales para sacar su tercera corrida de la temporada -sexta comparecencia- en Las Ventas. Hubo dos caballos tan impresentables como infumables -tercero y quinto-. Y un sobrero de Manuel Blázquez alto, arremangado de pitones, pero sin cuello.

De Justo resolvió con su colocación excepcional, su valor fajado y su buen concepto tanto las embestidas sin humillación ni maldad del sobrero como la bruta y costosa mansedumbre del fuenteymbro estratosférico de 650 kilos. Hablando de otras épocas: los apoderados de Emilio de Justo ya estarían en la puta rue del tirón.

El Cid había estado digno con el toro mejor hecho de todos que abrió la tarde. Y que salió templado con su contado poder. Bondadoso de escasos finales y buenos inicios por su mano izquierda, la base de la tenue faena. Hubo una tercera tanda en la que El Cid le imprimió más fibra a los largos naturales. En general terminaban sin decir nada. Como el toro.

El del adiós traía las manos muy cortas, un morrillo de pelota de basket, un perfil abisontado pero muy bajo, y una cara importante. Hubo un capotazo de Curro Robles mortal como el consiguiente volatín del animal. Sus mermas y carencias se impusieron a sus intenciones...

Ginés pasó de puntillas con el caballazo que se defendía y con el grandón y más afinado sexto. Que quería pero se desacompasaba. Como descoordinado. Gallardo ha apurado su presencia en Madrid. Y no todo vale. Ni una improcedente salida a hombros por la puerta de cuadrillas. En Madrid. De cuándo y de qué.

Hasta Zaragoza, pues. Donde Manuel Jesús El Cid dirá adiós definitivamente.


FUENTE YMBRO / El Cid, Emilio de Justo y Ginés Marín

Monumental de las Ventas. Viernes, 4 de abril de 2019. Cuarta de feria. Casi lleno.
Toros de Fuente Ymbro, un cinqueño (4º), una escalera dentro de su seriedad; 3º y 5º dos caballos infumables; los demás apuntaron nobleza con escaso poder y fondo y sin rematar ninguna; y un sobrero Manuel Blázquez (2º bis), se dejó sin humillar con escaso celo.
El Cid, de malva y oro. Media estocada atravesada (silencio). En el cuarto, estocada rinconera (vuelta al ruedo).
Emilio de Justo, de tabaco y oro. Dos pinchazos y estocada atravesada. Aviso (silencio). En el quinto, estocada baja y dos descabellos (silencio).
Ginés Marín, de frambuesa y oro. Dos pinchazos y media (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).

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