Madrid
dice adiós al torero de Salteras sacándolo a hombros por la puerta de
cuadrillas en un hecho insólito en la historia de esta plaza; Emilio de Justo
hace lo más importante de la tarde.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL
MUNDO de Madrid
Cuando Madrid se erizó con una ovación sobre El
Cid, los recuerdos se agolparon en sus ojos. Las glorias conquistadas y las
victorias perdidas - sólo dos Puertas Grandes sobre 8 posibles-; su izquierda
de seda y los victorinos de sílex; la leyenda negra de la espada y la leyenda
blanca de la baraka. Al Cid le embestían toros de todos los encastes como a
nadie y los aprovechaba como ninguno. Sólo que no los mataba. Incluso un toro
de Hernández Pla le dio juego. Aún no sabíamos quién era Manuel Jesús más allá
de un muchacho de Salteras que había toreado, en una temporada, siete
novilladas en Madrid. Pero lo empezábamos a intuir. Aquellos maravillosos años
de la primera década de los 2000 nos dieron luz y cuerda hasta 2007, el año de
la gran gesta de Bilbao, cenit de su carrera, cuando la curva cambió ya su
tendencia... Hasta el punto de que en los últimos 10 años sus pasos por Madrid
se contaban por malos tragos.
Una enorme pancarta de agradecimiento recordaba en
el "7" su historia y su etiqueta como "torero de Madrid".
Que lo sacó a saludar dos veces con una emotividad incontenida que acabaría
como el rosario de la aurora... El Cid, solo en el ruedo, de malva y oro,
recorrió con su montera todos los tendidos puestos en pie. Recordé entonces los
nombres de los verdaderos hombres del Cid: Ellauri y Tornay, los viejos y
leales apoderados, que entendieron a tiempo que su momento había acabado. Con
ellos, Manuel Jesús tocó el cielo y pisó moqueta. Todas las plazas de categoría
a las que ha regresado en esta gira de despedida le han mostrado su cariño. Y
su respeto.
Y así, a la muerte del último de su vida, Madrid
le empujó a dar una insólita vuelta al ruedo sin que hubiera pasado nada. Por
tanta añoranza y cariño acumulado hace tantísimos años... Otros "toreros
de Madrid" como Chenel o Curro Vázquez vivieron despedidas menos amables.
La del 75 de Antoñete fue amarga. Pero no quedó ahí la cosa. Cuando la corrida
tocó a su fin, lo izaron a hombros, lo pasearon en procesión y lo sacaron por
la puerta de cuadrillas con El Rosco enjugándose las lágrimas en la taleguilla.
Miren,
con todos los respetos, en 50 años viendo toros en esta plaza, jamás asistí a
nada parecido. Ni tan sensibloide ni tan ridículo. Y me da igual
que en Sevilla sucediera lo mismo. Alguno se consolará con que no emprendieron
el camino de la Puerta Grande o la del Príncipe. No me mates. Hay hechos que
explican un perfil o una historia. Con lo torero que es salir andando entre los
tuyos y el calor de la gente. Y vuelvo a rememorar a Antoñete en el 75; lo del
85 fue el final de otra historia mucho más grande. Tan reciente el gozo
inmortal de Cantinero... Piensa uno
en ser simpaticón y le acaban poniendo de un mal café que se le quitan las
ganas. Ya puestos: El Cid debió acabar aquí y no anunciarse en El Pilar...
Paradójicamente, dijo adiós a Madrid con una
estocada. Y se arrodilló. Y agarró un puñado de tierra. Y la guardó en su
corazón... Quiso la suerte invariable con su destino que en su lote entraran
los dos toros más bajos de la escalera de Fuente Ymbro. Que limpió corrales
para sacar su tercera corrida de la temporada -sexta comparecencia- en Las
Ventas. Hubo dos caballos tan impresentables como infumables -tercero y quinto-.
Y un sobrero de Manuel Blázquez alto, arremangado de pitones, pero sin cuello.
De Justo resolvió con su colocación excepcional,
su valor fajado y su buen concepto tanto las embestidas sin humillación ni
maldad del sobrero como la bruta y costosa mansedumbre del fuenteymbro
estratosférico de 650 kilos. Hablando de otras épocas: los apoderados de Emilio
de Justo ya estarían en la puta rue del tirón.
El Cid había estado digno con el toro mejor hecho
de todos que abrió la tarde. Y que salió templado con su contado poder.
Bondadoso de escasos finales y buenos inicios por su mano izquierda, la base de
la tenue faena. Hubo una tercera tanda en la que El Cid le imprimió más fibra a
los largos naturales. En general terminaban sin decir nada. Como el toro.
El del adiós traía las manos muy cortas, un
morrillo de pelota de basket, un perfil abisontado pero muy bajo, y una cara
importante. Hubo un capotazo de Curro Robles mortal como el consiguiente
volatín del animal. Sus mermas y carencias se impusieron a sus intenciones...
Ginés pasó de puntillas con el caballazo que se
defendía y con el grandón y más afinado sexto. Que quería pero se
desacompasaba. Como descoordinado. Gallardo ha apurado su presencia en Madrid.
Y no todo vale. Ni una improcedente salida a hombros por la puerta de
cuadrillas. En Madrid. De cuándo y de qué.
Hasta Zaragoza, pues. Donde Manuel Jesús El Cid
dirá adiós definitivamente.
FUENTE YMBRO / El Cid, Emilio de Justo y
Ginés Marín
Monumental de las Ventas. Viernes, 4 de
abril de 2019. Cuarta de feria. Casi lleno.
Toros de Fuente Ymbro, un cinqueño (4º), una escalera dentro de su seriedad;
3º y 5º dos caballos infumables; los demás apuntaron nobleza con escaso poder y
fondo y sin rematar ninguna; y un sobrero Manuel
Blázquez (2º bis), se dejó sin humillar con escaso celo.
El
Cid, de malva y oro. Media
estocada atravesada (silencio). En el cuarto, estocada rinconera (vuelta al
ruedo).
Emilio
de Justo, de tabaco y oro. Dos
pinchazos y estocada atravesada. Aviso (silencio). En el quinto, estocada baja
y dos descabellos (silencio).
Ginés
Marín, de frambuesa y oro. Dos
pinchazos y media (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).
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