De excelente aire el toro de la
alternativa, solo discreta, de Vicente Soler, entregado en bravo arrebato con
un sexto bondadosísimo. Padilla, a destajo. Rivera, muy fácil.
BARQUERITO
Foto: EFE
DE LOS SEIS TOROS sorteados de los dos hierros de la familia
Matilla el de más calidad fue el primero. El de la alternativa de Vicente
Soler, de la naranjera Burriana, homónimo y primogénito de Soler Lázaro,
también matador de alternativa, torero de los llamados regionales, pero no sin
predicamento en carteles de hierros de aliento. En Barcelona, o en el segundo
circuito de la temporada francesa. Antes de la retirada definitiva Soler padre
llegó a torear con su hijo como tercero de cuadrilla. Solo un par de
temporadas. Soler padre fue torero severo y con oficio, buen rehiletero,
conocedor.
Padre e hijo se fundieron en emotivo abrazo cuando el
brindis del toro de la alternativa, que, con muchos pies, arreó de partida y se
templó después. Arrebatado en el arranque, nervioso, el nuevo Soler se embaló
en una primera parte de faena de temeraria apariencia y se asentó en una
segunda más serena pero encimista, machacona y, por tanto, convencional. El son
del toro –calidad Jandilla- dio para más.
Eso debió pensar el joven Soler, que salió con formidable
decisión en su segunda baza. Casi dos horas y media de festejo para entonces,
ya era de noche. Un sexto toro apenas picado, tan noble como el de la
alternativa pero sin el mismo ritmo. Siete largas cambiadas de rodilla, siete,
le pegó Soler en el recibo. Ganando terreno a base de ir gateando y hasta
rematar en los medios. Era mayoría la gente de Burriana en los tendidos de sol
y ahí prendió la mecha como una traca. El broche del saludo, media verónica y
una revolera, fue muy airoso. No tanto un desacompasado quite por crinolinas.
Sentido alarde en banderillas, con un notable primer par
cuarteado de dentro afuera y cuadrando en el balcón. El par más puro de matador
en una tarde de banderilleros. Solo que Francisco Rivera, que reaparecía en
plaza española tras su grave percance del pasado agosto en Huesca, no se animó
a tomar los palos. Sí Padilla, que invitó a Soler a compartir tercio en el toro
de la devolución de trastos. Fueron mayoría las reuniones a violín, que no son
en puridad reuniones sino encuentros de paso, y no todos los violines estaban
afinados precisamente.
La segunda faena de Soler fue un derroche. Muletazos en
catarata, toques habilidosos, bastante mejor asiento que en el turno primero,
un circular en molinillo, una tanda de molinetes de rodillas, abundante muestra
del llamado repertorio popular que la movilidad del toro, tan pronto a todo,
vino a encarecer. Se echó en falta una tanda bien tirada con la mano zurda,
pues el toro, muy noble, quiso por los dos pitones con idéntico estilo. Una
estocada desprendida, delantera y perpendicular cobrada a toro arrancado.
Cuando se echó el toro, la gente de Burriana impuso la ley
de la mayoría. A hombros Soler, y a hombros Padilla, generosamente recompensado
en sus dos bazas. Una primera con un toro ensillado y tostado del hierro de
Peña de Francia al que molió a trallazos –de rodillas o en la vertical- y, en
sustitución de un serio cuarto estrellado contra un burladero de salida e
inutilizado por una alevosa punta de capote asomada a destiempo, un sobrero
jabonero sucio o barroso el hierro de Marca, corto de manos, de ancha cuna y
apacible compás, que también se llevó su ración de capa, muleta y garapullos.
Incansable Padilla. Teatral también: le pisó el primer en la reunión de la
estocada, y Padilla se dolió mucho; estuvo a punto de arrollarlo el toro de
Marca, y del testarazo salió Padilla maltrecho. Como si se asfixiara. Tuvo que
sentarse en el estribo unas cuantas veces. Mientras tanto, el toro, con la
espada dentro, casi barbeaba las tablas buscando echarse. En las vueltas al
ruedo, Padilla blandió la bandera corsaria que ha hecho suya.
El toreo más calmoso pero en exceso despegado lo hizo
Rivera. Un tercer toro que antes de afligirse a la hora de la muerte estuvo a
punto de soltarse. En tablas sacó aire mansito y Rivera, plácido, le pegó
muletazos bien tirados, en redondo, algunos a pies juntos y mirando al tendido,
y hasta tres circulares en cadena. El quinto, el más cuajado y montado de los
seis pero el de menos cara –brocho, romo- se prestó a largo destajo no siempre
inspirado, tampoco mecánico, de notable facilidad, llamativa suavidad. Ni un
tirón. Y el buen compás de Francisco al lancear a suerte cargada, que no es
novedad.
FICHA DE LA CORRIDA
Cinco toros de la familia Matilla.
Primero y quinto, con el hierro de Hermanos
García Jiménez. Un toro de los herederos de José Luis Marca, cuarto, jugado de sobrero.
Juan José Padilla, una oreja en cada toro.
Rivera Ordóñez “Paquirri”, ovación tras aviso y saludos.
Vicente Soler, que tomó la alternativa, ovación y dos
orejas.
Castellón. 3ª de feria. 4.000 almas. Soleado, primaveral. Dos horas y
cuarenta minutos de función.
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