Dos buenas faenas del torero de
Ciudad Rodrigo: notable madurez y despacioso toreo de calidad con la mano
diestra. Tarde muy fría, zalduendos cinqueños, herido Adame.
BARQUERITO
Foto: EFE
ESTABAN ANUNCIADOS SEIS toros de Zalduendo, pero solo
pasaron reconocimiento cuatro. Cinqueños los cuatro, astifinos de cepa a pitón,
más ofensivos que descarados. El segundo de sorteo, que hirió a Joselito Adame
cuando se proponía descabellar –arreón inesperado, artera gota fiera- estaba
para cumplir en mayo el tope reglamentario de los seis años. Un toro con el
cuajo propio de la edad. El primero, badanudo y rizado, pechuga frondosa, y el
que iba a ser último pero jugado de quinto por el percance de Adame, fueron
toros con plaza. Y también el tercero, que, poco más de 500 kilos, fue el más
ligero.
Los cuatro zalduendos dieron juego. Con mejor son que
cualquiera de los otros el que iba a haber cerrado plaza pero hizo bueno por
una vez el no haber quinto malo. Los cuatro tuvieron bondad, pero al abuelo de
los casi seis años, que galopó de partida, le acabó costando venir y terminó
haciéndolo con la cara alta y, por tanto, sin entrega. Cuando hizo presa de
Adame por la pantorrilla, se resistió a soltarla. El celo certero de la
fiereza. La reservonería con que dio en resolverse el toro era, al cabo,
sentido. Como era y estaba tan astifino, el desgarro de la banda de la
taleguilla pareció un corte de bisturí. Joselito no se dolió. Ni ademán de
hacerlo. Pero salió herido seguramente del primer zarpazo y sangraba. Parece
que el torero de Aguascalientes quiso salir a torear como fuera. No
consintieron los médicos.
De rebote cambió el signo de la tarde y Juan del Álamo, que
había sabido acoplarse por la mano buena del tercer zalduendo, la derecha, y
llegar a torear despacito y compuesto, se vio favorecido por el destino. A la
hora de soltarse el quinto, se sentía en la plaza ese frío de marzo en Valencia
tan traicionero. Y estaba la gente fría. Fandiño se había pasado de metraje con
un primero algo apagado pero de claro aire, galope en banderillas incluido,
castigo tangencial en varas. Faena de las de más de diez tandas, calcos casi
todas unas de otras. Faena plana, por tanto.
Una ovación de
cortesía. No más fuerte que la que subrayó un gracioso quite por chicuelinas de
Adame en su turno. Al toro de la edad casi cumplida lo libró de salida Joselito
con larga cambiada de rodillas en tablas, y siete lances a pies juntos bien
trazados, media de rodillas y revolera. Del Álamo quitó a pies juntos, dos
lances, una chicuelina y revolera de remate. Prueba de las intenciones del
torero de Ciudad Rodrigo: no estaba ni de visita ni de trámite. Todo lo
contrario.
Solo que costó no poco romper la barrera de hielo creada
tras la cogida de Adame. La apertura de faena –de largo, en los medios, sin
pruebas ni rectificaciones- apenas se celebró. Muy justo el eco de dos tandas
ligadas, algo despegadas pero meritorias en el tercio y por la diestra. En una
plaza donde se pide música a las primeras de cambio casi por sistema, dejaron
de momento descansar a la banda. Pero fue entrar la banda en harina y cambió el
ambiente. Después de un intento baldío con la zurda –entrada desganada y salida
distraída del toro, dos acostones-, Juan halló el punto donde no molestaba el
viento, entre rayas y cerca de la puerta de cuadrillas, cuadras y arrastre, que
en Valencia es la misma y una sola.
Bastaron dos tandas templadas –el toro acariciado y no
forzado- para caldear la cosa. Y dos
molinetes de rodillas, y el doble cambiado por alto para abrochar la
tanda más gustosa. Antes de la igualada, manoletinas. Y una estocada contraria
pero de pasar con todo. Una oreja. La agarró con ganas Juan, que iba vestido,
impecable y tal vez de estreno, con un terno de bordados mexicanos y seda azul
prusia. La vuelta al ruedo, con el capote recogido en el brazo izquierdo, como
debe ser. Y diligentemente.
Al otro toro de lote, que tuvo mucho mejor son que el
tercero pero salió flojeando, lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas
en tablas. De rodillas también la apertura de faena –tres primeros muletazos de
hinojos, un cuarto ya solo genuflexo, y mejor así porque el toro estaba frágil-
y, enseguida, a la raya del sol donde no revolvía el viento. Tres tandas de
torear despacito: buena colocación, firmeza, el toque a punto, ligazón.
Facilidad, no solo oficio. Toro a menos a pesar del trato tan generoso: ni un
tirón, ni un paso en falso, ni un enganchón.
Solo que, igual que el tercero, este último zalduendo fue
toro de mano diestra. Por la izquierda se rebrincó. Cosas del manejo. Seguro de
todo, venido arriba Juan, listo para rematar faena con una trenza de las que
puso de moda Perera hace ya tiempo: el redondo ligado con la rosca cambiada y
la rosca abrochada con dos de pecho. Un laberinto. Bramó la gente, que pareció
sentirse regalada. Una estocada, una oreja, pidieron la segunda. Y más nada o
casi nada más. A Fandiño le tocó lidiar y matar dos toros de El Ventorrillo sin
fuerza ni ganas, y se aburrió en seguida. No era para menos. Guantes, bufanda y
gorro: muchos desfilaron antes de soltarse el sobrero. No todos eran japoneses
amantes de la pirotecnia.
FICHA DEL FESTEJO
Cuatro toros de Zalduendo
(Alberto Baillères) -1º, 2º, 3º y 5º- y dos de El Ventorrillo -4º y 6º bis.
Iván Fandiño, ovación tras un aviso, silencio y
silencio.
Joselito Adame, ovación tras un aviso.
Juan del Álamo, una oreja en cada toro.
Valencia. 5ª de Fallas. 4.500 almas. Cubierto, frio, desapacible. Dos
horas y veinticinco minutos de función. Joselito
Adame, cogido por el segundo y corneado en el muslo, fue operado en la
enfermería de la plaza. Se cambiaron los turnos de salida de los dos últimos toros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario