jueves, 31 de marzo de 2016

DESDE EL BARRIO: Un mundo feliz... y estúpido

PACO AGUADO

Corría el año 1932 cuando Aldous Huxley escribió "Un mundo feliz", un texto visionario en el que adelantaba por donde podían ir los tiros de la sociedad del futuro en la búsqueda de la indeseable perfección. Pero lo que no llegó ni a imaginar el clarividente autor británico es la inmensa cantidad de gilipollas que, en el mundo real, se iban a poner manos a la obra para intentar esa distopía mientras nos joden la vida a los demás.

Porque tipos de esos hay cada vez más, hasta convertirse en una tropa tan enorme, extendida e infatigable como demuestra el hecho de que en la prensa aparezcan a diario nuevas y cada vez más sorprendentes jaladas cometidas en nombre del animalismo o de ese falso y pazguato progresismo que está imponiendo la dictadura de los activistas radicales en este corral sin gallos.

Una de esas noticias recientes es la canallada cometida hace unos días por los ediles del ayuntamiento cacereño de Hervás, tanto del PSOE como de la filial "podemita", que, prohibiendo de manera ilegal la muerte de los astados, impidieron la celebración de un festival en el que, de nuevo, el mundo del toro iba a contribuir desinteresadamente a una buena causa: recaudar fondos para la costosa operación en Estados Unidos de una niña de cuatro años afectada por una grave enfermedad.

Es decir, que los "concienciados" concejales del pueblo extremeño prefirieron, obedeciendo a su solidario progresismo, que en su término municipal no se mataran seis novillos en público a que pueda salvar su vida una criatura de la localidad. Todo un detalle de "sensibilidad" y "humanismo", que es de suponer que intentarán solventar pagando de su propio bolsillo los costes de la intervención...

Claro que la estupidez no se detiene ahí, como podrán suponer, sino que aumenta exponencialmente sobre todo cuando miramos a Cataluña y a sus políticos. Porque en esa loca carrera por hacer de Barcelona un espacio mucho más "culto, progresista y civilizado", la alcaldesa Colau y sus muchachos han declarado a la capital catalana como ciudad "vega-friendly", mega chachi o como se llame, en tanto que recomiendan que todos sus habitantes se acojan un día a la semana, en concreto los lunes, a la dieta vegana.

Hasta ahí llega la cosa, a que la radical dictadura de la gilipollez que nos invade ya pretenda incluso decidir lo que deben comer los barceloneses, "recomendando" ahora esta especie de cuaresma laica en una ciudad tan "perfecta" que se ha declarado antitaurina y vegana y donde reinan las bicicletas que arrollan peatones en las aceras y los perritos que montan y se cagan en autobuses y metros. O sea, como para no ir por allí ni a cobrar una herencia.

Pero parece que estos catalanes tan avanzados –que quieren independizarse de este país africano que es España y que dicen que lleva siglos robándoles… lo que han producido en sus fábricas los cientos de miles de emigrantes andaluces, extremeños y aragoneses– no tienen suficiente con marcar su territorio orinándose sobre sus límites sino que, aunque dicen que se van, aún quieren seguir tocándonos los cojones al resto de habitantes de Celtiberia.

Y es que esa especie de papá de Pinocho que es Joan Tardá y el sosias charnego del cantaor Miguel Poveda, que se apellida Rufián, ambos de Esquerra Republicana de Cataluña, han registrado en el Congreso de España una serie de iniciativas legales para, aprovechando el río revuelto de la viña sin amo, forzar a Podemos y a PSOE a votar contra la tauromaquia, según informaba la pasada semana el diario La Vanguardia.

En principio, claro, quieren derogar la ley que contempla la tauromaquia como patrimonio cultural del país, lo que, tal y como va este barco sin rumbo, no tardará en suceder. Pero también han hecho cinco proposiciones no de ley que hablan muy a las claras de su talante zoofascista, más propio del ideario nazi que de un partido democrático, y del absoluto desconocimiento de la materia en la que quieren intervenir.

Entre esas cinco proposiciones está, como pretenden otros muchos, la de retirar las subvenciones públicas a los festejos taurinos, lo que no dejaría de ser una sangrante discriminación cultural frente a otras actividades que sí que viven de las ayudas públicas, al mismo tiempo que quieren excluir a las ganaderías de bravo de las ayudas agrarias de la Unión de Europea.

Ambos ignorantes republicanos deben desconocer que esas ayudas europeas, similares a las que reciben otros muchos ganaderos, se utilizan básicamente para mejorar el estado sanitario de la cabaña bovina, por lo que su eliminación en las explotaciones para la lidia crearía un gravísimo problema, por posibles contagios de enfermedades no atajadas, para la sanidad del resto del ganado destinado al consumo.

En esta puritana e irresponsable cruzada contra los toros, los Epi y Blas del catalanismo proponen también que los gastos derivados de los espectáculos taurinos, como los dispositivos policiales –ínfimos y testimoniales comparados, por ejemplo, con los del fútbol– y los referentes a controles veterinarios y médicos sean asumidos por los organizadores de los mismos.

Y se quedan tan a gusto en su patética inopia. Como si ese capítulo de costes –médicos y veterinarios- no fuera desde hace décadas una de las pesadas losas que llevan asumiendo los propios empresarios taurinos entre los desmesurados costes añadidos que la administración impone a la organización de festejos.

Hay aún un cuarto punto, el de la moralina, que busca que las corridas desaparezcan de la parrilla de las televisiones durante el horario infantil, mientras que el quinto –en una clara afrenta a los trabajadores que evidencia que de "esquerra" sólo tienen la mano con la que se rascan sus atributos en el Congreso– pretende que incluso se elimine a los profesionales taurinos del régimen especial de la Seguridad Social, dejándolos totalmente desprotegidos laboralmente.

Pero lo más significativo de este nuevo ataque de los "almogávares" del DAESH animalista no es lo que llevarán al Congreso, sino la proposición que quieren hacerle a la Real Academia de la Lengua Española, quién sabe si redactada en catalán: "revisar las definiciones relacionadas con la tauromaquia y las corridas de toros". O sea, eliminar o tergiversar las expresiones arraigadas durante siglos en el idioma español, en un delirio legislativo que retrata perfectamente sus intenciones parafascistas.

Sí, se quedó corto Huxley, porque la estupidez de nuestros días va mucho más allá de lo que suponía esa sociedad perfecta, artificial y sin alma de su novela, en la que para alcanzar el mundo feliz los líderes –quién sabe si eran de Podemos o de Esquerra– erradicaban la familia, la diversidad cultural, el arte, la ciencia, la literatura, la religión y la filosofía para hacer prevalecer la manipulación genética y los avances de la tecnología. Y hacían tomar al pueblo una droga llamada soma, que esta gente seguro que encargaría elaborar a sus amigos veganos en fábricas que sustituirían a las industrias de la butifarra. ¡Guau!

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