PACO AGUADO
Corría el año 1932 cuando Aldous Huxley escribió "Un
mundo feliz", un texto visionario en el que adelantaba por donde podían ir
los tiros de la sociedad del futuro en la búsqueda de la indeseable perfección.
Pero lo que no llegó ni a imaginar el clarividente autor británico es la
inmensa cantidad de gilipollas que, en el mundo real, se iban a poner manos a
la obra para intentar esa distopía mientras nos joden la vida a los demás.
Porque tipos de esos hay cada vez más, hasta convertirse en
una tropa tan enorme, extendida e infatigable como demuestra el hecho de que en
la prensa aparezcan a diario nuevas y cada vez más sorprendentes jaladas
cometidas en nombre del animalismo o de ese falso y pazguato progresismo que
está imponiendo la dictadura de los activistas radicales en este corral sin
gallos.
Una de esas noticias recientes es la canallada cometida hace
unos días por los ediles del ayuntamiento cacereño de Hervás, tanto del PSOE
como de la filial "podemita", que, prohibiendo de manera ilegal la
muerte de los astados, impidieron la celebración de un festival en el que, de
nuevo, el mundo del toro iba a contribuir desinteresadamente a una buena causa:
recaudar fondos para la costosa operación en Estados Unidos de una niña de
cuatro años afectada por una grave enfermedad.
Es decir, que los "concienciados" concejales del
pueblo extremeño prefirieron, obedeciendo a su solidario progresismo, que en su
término municipal no se mataran seis novillos en público a que pueda salvar su
vida una criatura de la localidad. Todo un detalle de "sensibilidad"
y "humanismo", que es de suponer que intentarán solventar pagando de
su propio bolsillo los costes de la intervención...
Claro que la estupidez no se detiene ahí, como podrán
suponer, sino que aumenta exponencialmente sobre todo cuando miramos a Cataluña
y a sus políticos. Porque en esa loca carrera por hacer de Barcelona un espacio
mucho más "culto, progresista y civilizado", la alcaldesa Colau y sus
muchachos han declarado a la capital catalana como ciudad
"vega-friendly", mega chachi o como se llame, en tanto que
recomiendan que todos sus habitantes se acojan un día a la semana, en concreto
los lunes, a la dieta vegana.
Hasta ahí llega la cosa, a que la radical dictadura de la
gilipollez que nos invade ya pretenda incluso decidir lo que deben comer los
barceloneses, "recomendando" ahora esta especie de cuaresma laica en
una ciudad tan "perfecta" que se ha declarado antitaurina y vegana y
donde reinan las bicicletas que arrollan peatones en las aceras y los perritos
que montan y se cagan en autobuses y metros. O sea, como para no ir por allí ni
a cobrar una herencia.
Pero parece que estos catalanes tan avanzados –que quieren
independizarse de este país africano que es España y que dicen que lleva siglos
robándoles… lo que han producido en sus fábricas los cientos de miles de
emigrantes andaluces, extremeños y aragoneses– no tienen suficiente con marcar
su territorio orinándose sobre sus límites sino que, aunque dicen que se van,
aún quieren seguir tocándonos los cojones al resto de habitantes de Celtiberia.
Y es que esa especie de papá de Pinocho que es Joan Tardá y
el sosias charnego del cantaor Miguel Poveda, que se apellida Rufián, ambos de
Esquerra Republicana de Cataluña, han registrado en el Congreso de España una
serie de iniciativas legales para, aprovechando el río revuelto de la viña sin
amo, forzar a Podemos y a PSOE a votar contra la tauromaquia, según informaba
la pasada semana el diario La Vanguardia.
En principio, claro, quieren derogar la ley que contempla la
tauromaquia como patrimonio cultural del país, lo que, tal y como va este barco
sin rumbo, no tardará en suceder. Pero también han hecho cinco proposiciones no
de ley que hablan muy a las claras de su talante zoofascista, más propio del
ideario nazi que de un partido democrático, y del absoluto desconocimiento de
la materia en la que quieren intervenir.
Entre esas cinco proposiciones está, como pretenden otros
muchos, la de retirar las subvenciones públicas a los festejos taurinos, lo que
no dejaría de ser una sangrante discriminación cultural frente a otras
actividades que sí que viven de las ayudas públicas, al mismo tiempo que
quieren excluir a las ganaderías de bravo de las ayudas agrarias de la Unión de
Europea.
Ambos ignorantes republicanos deben desconocer que esas
ayudas europeas, similares a las que reciben otros muchos ganaderos, se utilizan
básicamente para mejorar el estado sanitario de la cabaña bovina, por lo que su
eliminación en las explotaciones para la lidia crearía un gravísimo problema,
por posibles contagios de enfermedades no atajadas, para la sanidad del resto
del ganado destinado al consumo.
En esta puritana e irresponsable cruzada contra los toros,
los Epi y Blas del catalanismo proponen también que los gastos derivados de los
espectáculos taurinos, como los dispositivos policiales –ínfimos y
testimoniales comparados, por ejemplo, con los del fútbol– y los referentes a
controles veterinarios y médicos sean asumidos por los organizadores de los
mismos.
Y se quedan tan a gusto en su patética inopia. Como si ese
capítulo de costes –médicos y veterinarios- no fuera desde hace décadas una de
las pesadas losas que llevan asumiendo los propios empresarios taurinos entre
los desmesurados costes añadidos que la administración impone a la organización
de festejos.
Hay aún un cuarto punto, el de la moralina, que busca que
las corridas desaparezcan de la parrilla de las televisiones durante el horario
infantil, mientras que el quinto –en una clara afrenta a los trabajadores que
evidencia que de "esquerra" sólo tienen la mano con la que se rascan
sus atributos en el Congreso– pretende que incluso se elimine a los
profesionales taurinos del régimen especial de la Seguridad Social, dejándolos
totalmente desprotegidos laboralmente.
Pero lo más significativo de este nuevo ataque de los
"almogávares" del DAESH animalista no es lo que llevarán al Congreso,
sino la proposición que quieren hacerle a la Real Academia de la Lengua
Española, quién sabe si redactada en catalán: "revisar las definiciones
relacionadas con la tauromaquia y las corridas de toros". O sea, eliminar
o tergiversar las expresiones arraigadas durante siglos en el idioma español,
en un delirio legislativo que retrata perfectamente sus intenciones
parafascistas.
Sí, se quedó corto Huxley, porque la estupidez de nuestros
días va mucho más allá de lo que suponía esa sociedad perfecta, artificial y
sin alma de su novela, en la que para alcanzar el mundo feliz los líderes
–quién sabe si eran de Podemos o de Esquerra– erradicaban la familia, la
diversidad cultural, el arte, la ciencia, la literatura, la religión y la
filosofía para hacer prevalecer la manipulación genética y los avances de la
tecnología. Y hacían tomar al pueblo una droga llamada soma, que esta gente
seguro que encargaría elaborar a sus amigos veganos en fábricas que
sustituirían a las industrias de la butifarra. ¡Guau!
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