El
joven peruano arrasa en su presentación como matador de toros en Valencia,
corta tres orejas a un manso lote de Victoriano del Río y sale a hombros en
medio del clamor. *** Un trofeo para el clasicismo de Alejandro Talavante.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de Madrid
Foto: EFE
A Roca Rey lo balanceaban bajo un ruido de
tambores, ungido con la sangre del oso, las pinturas del guerrero joven, a
hombros de la tribu, superado el ritual iniciático del valor. Como si sacase la
cabeza de las entrañas de la bestia. Roca había provocado un incendio colosal
con la madera de un lote de mansos.
Una manera de arrear la suya como para dejar sin
aliento a los rivales, veteranos y noveles; el clasicismo de un Talavante que
pasa por un momento espléndido, por encima de la corrida de Victoriano del Río,
había quedado como demolido al final del cuento, que dicen por Colombia.
Rey es del Perú de Llosa. Y le montó una
importante fabulosa zapatiesta al colorado y feo cuarto. Roca Rey se lo comió
entero. La eclosión castellista de los pases cambiados como obertura de faena
desembocó en excelsas trincherillas y en una arrucina de corazón. Un formidable
lío que ya no paró. No lo dejó parar Roca en su derecha sin solución de
continuidad. Sin quitarle la muleta al mansito lo hilvanó con ritmo en redondo.
Un cambio de mano magnífico entre medias. Antes de una soberbia serie de
naturales, cuando el toro de Cortés basculaba ya hacia toriles. Entonces Roca
liberó los demonios, el ataque en tromba, la ambición desbocada. Ofrecía el
matador el cuerpo por delante de la muleta, en las espaldinas, el pase de
Arruza, en los mil registros que prendían Valencia. La Nit del Foc adelantada;
la noche del fuego. Un espadazo como un crujido. Dos orejas del tirón. La
puerta grande.
Roca siguió demarrando con el capote a la espalda
¡de salida!: paró al burraco y escurrido sexto por gaoneras. Y galleó por
rogerinas. Cumplida la suerte de varas, Talavante intervino con armonía a la
verónica. Rey replicó por talaveranas como si jugase al toro en el patio de su
casa. Iván García se sublimó con las banderillas. El peruano volvió a brindar
al público. Y se puso de rodillas para correr la mano como si estuviera en pie.
Volteó la plaza. Y ya el toro quiso rajarse. Vaya tela con la corridita de
Victoriano del Río. Menos mal que embistieron los toreros. Se lo sacó de tablas
para taparle todas las fugas. Y una vez abrochada la serie el bicho juyó. Roca
Rey siguió a lo suyo, presentando batalla por todos los terrenos y sin cambiar
el gesto. Hundió el puño en la suerte de recibir y se embolsó la tercera oreja.
Y por terminar con Roca: no perdonó un quite.
Abrumadora la variedad con el capote por saltilleras, chicuelinas, caleserinas,
afarolados, tafalleras, delantales... La cuadrilla pasó un quinario con los
palos ante el manso que inauguró su trío. Solventado el largo capítulo, Roca se
clavó por estatuarios y soltó la zurda en dos muñecazos espléndidos. Embestía
descompuesto el funo. El Rey de Perú bajó la mano y esa cobardía de arreón duró
eso. Ya todo fue volverse del revés. Y fugas. Roca Rey lo acorraló con la
testosterona. La petición no cuajó y tampoco la vuelta. Modas.
Talavante, que gasta una confianza desbordante,
una fe que asusta, quedó parcialmente eclipsado. Se había puesto a cien con el
triunfo del nuevo. Le quedaba un cartucho. Un toro chorreado en verdugo, largo
y de buena expresión. De rodillas metió los riñones y se abandonó. Un desmayo
que siguió en pie, acinturado y natural. Pero el toro se rebrincó por el
izquierdo y sacó la mansedumbre que le afloraba y el estilo montaraz. Alejandro
supo remontar y reventarlo de un espadazo. La oreja acortó distancias.
AT ya se había pasado por las espinillas al
primero como si nada. El toro era un señor toro de Toros de Cortés que se había
acostado contra sus muslos en el saludo a la verónica y había herido con saña a
Acevedo a la salida de un par. Contaba con la prontitud y la fijeza para
obedecer. AT jugó con esas virtudes en la generosa distancia, generoso también
para con el toro. Y así abrió la faena con la muleta plegada en la izquierda:
sucedieron unos naturales asombrosos. Y una tanda de derechazos enormes. Fue
entonces el toro sacando la cara más alta y enganchando. Talavante volvió a la
zurda, a la distancia y a emocionar. Pero alargó un tanto de más y la lenta muerte
puso olvido de por medio.
Costó entender por qué Talavante brindó el burraco
tercero al público. Medía y se revolvía con una guasa que el momento sobrado
del torero de Extremadura no hace ver. Duró tres tandas ese genio, tres buenas
tandas. Alejandro luego pisó terrenos comprometidos. Pero se enredó con el
tiempo y la limpieza y se encasquilló con la espada.
PARTE MÉDICO DE SANTIAGO ACEVEDO
Herida en región glúteo inferior izquierdo con
trayectoria ascendente de 25 centímetros que diseca tejido celular y que llega
hasta L4 L5 SI (últimas vértebras), sin lesiones ni afectar a estructuras. Es
trasladado a la Clínica La Salud para seguimiento y TAC
VICTORIANO DEL RIO / ALEJANDRO TALAVANTE
Y ROCA REY
Toros de Victoriano del Río y Toros
de Cortés (1º, 4º y 5º); de diferentes remates y hechuras; mansos y rajados
en conjunto, con movilidad; pronto y con más fijeza que humillación el 1º.
Alejandro
Talavante, de azul marino y oro.
Estocada. Aviso (saludos); en el tercero, tres pinchazos, media y descabello.
Aviso (silencio); en el quinto, espadazo desprendido (oreja).
Roca
Rey, de verde oliva y oro.
Estocada desprendida (petición y saludos); en el cuarto, espadazo fulminante
(dos orejas); en el sexto, estocada en la suerte de recibir. Aviso (oreja).
Salió a hombros.
Plaza de toros de Valencia. Jueves, 17 de
marzo de 2016. Séptima de feria. Tres cuartos largos de entrada.
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