lunes, 28 de marzo de 2016

DOMINGO DE RESURRECCIÓN – Sevilla: La verdad de Talavante y la impotencia de Morante

El torero de La Puebla se deja vivo un toro en su regreso a Sevilla después de hacer un esfuerzo; el matador extremeño corta la única oreja de la fea, mansa y desigual corrida de Domingo Hernández. *** Cornada grave del banderillero Lili durante la lidia del complicado cuarto; se colgó el cartel de 'no hay billetes'.

ZABALA DE LA SERNA
Sevilla
@zabaladelaserna

Como un dios exiliado, volvía Morante de la Puebla a la Maestranza. A sus pies el espejo allanado del ruedo, el lago estancado del albero. Morante, amanecido de un pasteloso azul cielo y azabache, plateada la coraza del chaleco, se paró y rezó en la capilla del Baratillo como antiguamente Gallito.

Un revuelo estremecía la calle a su paso camino del patio de cuadrillas. Los tendidos desbordados de la plaza abandonada lo abrazaron con una ovación de madre preocupada. Pues era a él a quien esperaba de madrugada; Manzanares ya había regresado un año antes como un niño bueno y Talavante se presentaba ayer como invitado de piedra, y como tal lo trataron, sin serlo. 

La Resurrección del Domingo -Antonio Burgos dixit-, del Domingo sempiterno de Romero, se daba en plenitud antes de que saliese el toro. Y, cuando apareció, el capote de Morante adquirió un vuelo de mariposa quieta. Poco a poco reguló la mano exterior de la verónica, que traía sello de tauromaquia vieja. Y pulió hacia delante la embestida remisa. Pasadas las rayas de picar, cuatro verónicas se irguieron sobre el pecho, sobre el compás atemperado de la cintura, hasta la acaderada media de despedida. Los primeros oles de la temporada en Sevilla sabían a reconciliación. Como el brindis sentido. Pero el toro siguió fiel a su frenada condición. Ni el escaso castigo le había aliviado el alma trémula, la humillación negada, las manos por delante. Sólo una trinchera, el dibujo de la firma y el pase de pecho continuaron los oles de los lances en los albores. Puede que dos redondos no más. El torero de La Puebla no alargó lo inalargable y se fue a por la espada.

La espada que en Manzanares volvió a ser un efectivo tapabocas. El toro de Domingo Hernández respondió a ese estereotipo desentendido de caballos, suelto y en apariencia distraído. De amplia cara como el anterior pero de mayor remate, cobró un puyazo en el caballo que guarda puerta, campó a sus anchas por terrenos de toriles y derribó como por accidente en la contraquerencia.

Talavante despertó por embraguetadas gaoneras el orgullo durmiente de Manzanares, que se apretó por chicuelinas. En banderillas hubo dos momentos selectivos: el público se quedó con el apurado par de Rafael Rosa, la afición se fijó en el capote de Suso y en cómo lo tomó el mansito castaño. A Manzanares aquello no le convenció, aunque en la tanda diestra inicial -no existen las aperturas de faena para el matador alicantino- las embestidas se repitieron por abajo. No hubo continuidad. Hasta la siguiente serie pasaron dos o tres minutos de reloj. Un enorme paseo. Y cuando sucedió no hubo ajuste. Un esplendoroso cambio de mano disimuló. El buen pitón derecho se perdió entre la sucia apuesta por la izquierda y la elección de los terrenos del «7». Para cuando regresó a la mano del toro rascó tres redondos ya de últimas.

El supuesto invitado de piedra pegó un puñetazo en la mesa. Alejandro Talavante había saludado con lacios lances al cabezón negrito tercero de exangüe aliento y estrecha complexión; la corrida empezaba a parecer fea. Sus huesos molidos volvieron a los corrales. El voluminoso sobrero de Garcigrande pareció a ratos dañado. Como si se hubiese lastimado en el caballo; con los palos se constató. Pero el trato, el pulso y la seda de Talavante cambiaron los augurios. La izquierda del tipo clavado en la boca de riego de la Maestranza citó con inmensa generosidad. Brotó el galope como luego brotaría una cierta bravura. Los naturales surgían ayunos de toques, suavemente ligados, sutilmente embrocados. No había esfuerzo en el toreo desnudo de ornamentos, no había más que muñeca. Un molinete zurdo abrió la serie y un pase de pecho eterno la abrochó por todo lo alto. La banda del maestro Tejera no rompía. Alejandro sí que rompió a torear por la derecha. Sin obligar tampoco, más quebrado después. Respondía el garcigrande.

Y la faena subía de decibelios pese a la sordina de los tendidos. Para la cuarta ronda despertó el pasosoble. Tardía la respuesta, fría más que sentida. AT seguía en el platillo con la verdad por delante, sin darle importancia al toreo que pasaba por sus muslos y sus espinillas sin un aspaviento más allá de la arrucina, que salió elegante como la faena esta vez. El cierre genuflexo desprendió la misma torería que se multiplicó en la orfebrería de adornos de la faena. La limpia ejecución del volapié amarró la oreja como la estocada.

Negro como su hosca mansedumbre saltó el montado cuarto. Un cabrón para llamarse Fantástico. Desde que apareció y midió el capote de Morante, que se creció en el quite. Inmensas dos verónicas y la media. A Lili le pegó una cornada el manso, que esperó la llegada furtiva y lo atrapó en la salida chalequera del par. Le dio arriba y abajo; hizo presa y carne.

Morante de la Puebla travistió sus tripas de corazón. Un esfuerzo a contracorriente. Puesta la izquierda, desmelenada la cabellera, trazó dos naturales como crujidos que le animaron. La cara del toro por el palillo, la fijeza perdida. Y otra vez Morante valiente, otra vez y otra. Hasta que por alto le quebró el lomo al buey con dos ayudados bárbaros y abelmontados. De ahí y de todo lo anterior huyó la bestia entre coces. En la puerta de toriles lo cazó el de La Puebla. Un aviso había caído ya. Demasiado atravesada la estocada. Sin muerte. La huida barbeando tablas trajo la impotencia del descabello. La frustración ante los segundos que pasan sin humillación. Otro aviso. Y otro. El toro vivo al corral. La Maestranza se dividió. Pero Morante salió a recoger la ovación frente a los disidentes. La prudencia a veces es la mejor consejera. El esfuerzo se había hecho, mas el resultado final...

Que Dios les conserve la vista a los ojeadores de Sevilla. El quinto sumó con sus grandonas y bastas hechuras, su mansedumbre de atropellar la muleta. Topar no es embestir. Lo saben en casa de Domingo Hernández y Garcigrande, la casa de los Justos. Manzanares gastó tiempo y voluntad; la espada reventó al rajado toraco.

Es tan sobrado el valor de Alejandro Talavante, que probablemente no transcienda en toda su dimensión. Volvió a hacerlo con un sexto que abría tanto la cara como toda la corrida. Y la superaba en falta de clase. Y soltaba la cara. No era mejor pero allí Talavante pisó de nuevo terrenos de fuego. Como si fuese bueno el toro. Y le sacó todo y más por las dos manos. No hacía falta la música. Que era el convidado de piedra en la mesa de los consentidos lo sabíamos antes de que sonasen los clarines. Lo que desconocía la parroquia es que iba tirar del mantel. Más de lo que la caprichosa gente cree. Una putada el pinchazo postrero. Lástima que Talavante sólo tenga esta tarde en Sevilla. Entrarían todos gateando por el aro de su verdad.

DOMINGO HERNÁNDEZ / Morante de la Puebla, Manzanares y Talavante
Toros de Domingo Hernández y un sobrero de Garcigrande (3º bis), agradecido, de menos a más; de aparatosa cara y desiguales hechuras y remates compusieron un conjunto feo; frenado el 1º; de buen pitón derecho el mansito 2º; atropellaba el rajado 5º; infumable y el complicado 4º; soltaba la cara sin ninguna clase el 6º.
Morante, de azul pastel cielo y azabache. Estocada tendida y algo atravesada (silencio). En el cuarto, estocada muy atravesada e incontables descabellos. Tres avisos (saludos con división de opiniones).
José María Manzanares, de rioja y oro. Estocada contraria (silencio). En el quinto, estocada (silencio).
Alejandro Talavante, de azul pavo y oro. Estocada (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada. Aviso (saludos desde el tercio).
Plaza de toros de la Maestranza. Domingo de Resurrección, 27 de marzo de 2016. Lleno de "no hay billetes".
PARTE MÉDICO: "Herida por asta de toro en cara interna de muslo izquierdo que provoca desgarro de 15 centímetros en el músculo vasto interno, diseccionando y lesionando vena safena interna. Pronóstico grave. El banderillero Antonio Jiménez 'Lili' ha sido trasladado al Hospital Sta. Ángela de la Cruz".

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