El torero de La Puebla se deja
vivo un toro en su regreso a Sevilla después de hacer un esfuerzo; el matador
extremeño corta la única oreja de la fea, mansa y desigual corrida de Domingo
Hernández. *** Cornada grave del banderillero Lili durante la lidia del
complicado cuarto; se colgó el cartel de 'no hay billetes'.
ZABALA DE LA SERNA
Sevilla
@zabaladelaserna
Como un dios exiliado, volvía Morante de la Puebla a la
Maestranza. A sus pies el espejo allanado del ruedo, el lago estancado del
albero. Morante, amanecido de un pasteloso azul cielo y azabache, plateada la
coraza del chaleco, se paró y rezó en la capilla del Baratillo como
antiguamente Gallito.
Un revuelo estremecía la calle a su paso camino del patio de
cuadrillas. Los tendidos desbordados de la plaza abandonada lo abrazaron con
una ovación de madre preocupada. Pues era a él a quien esperaba de madrugada;
Manzanares ya había regresado un año antes como un niño bueno y Talavante se
presentaba ayer como invitado de piedra, y como tal lo trataron, sin serlo.
La Resurrección del Domingo -Antonio Burgos dixit-, del
Domingo sempiterno de Romero, se daba en plenitud antes de que saliese el toro.
Y, cuando apareció, el capote de Morante adquirió un vuelo de mariposa quieta.
Poco a poco reguló la mano exterior de la verónica, que traía sello de tauromaquia
vieja. Y pulió hacia delante la embestida remisa. Pasadas las rayas de picar,
cuatro verónicas se irguieron sobre el pecho, sobre el compás atemperado de la
cintura, hasta la acaderada media de despedida. Los primeros oles de la
temporada en Sevilla sabían a reconciliación. Como el brindis sentido. Pero el
toro siguió fiel a su frenada condición. Ni el escaso castigo le había aliviado
el alma trémula, la humillación negada, las manos por delante. Sólo una
trinchera, el dibujo de la firma y el pase de pecho continuaron los oles de los
lances en los albores. Puede que dos redondos no más. El torero de La Puebla no
alargó lo inalargable y se fue a por la espada.
La espada que en Manzanares volvió a ser un efectivo
tapabocas. El toro de Domingo Hernández respondió a ese estereotipo
desentendido de caballos, suelto y en apariencia distraído. De amplia cara como
el anterior pero de mayor remate, cobró un puyazo en el caballo que guarda
puerta, campó a sus anchas por terrenos de toriles y derribó como por accidente
en la contraquerencia.
Talavante despertó por embraguetadas gaoneras el orgullo
durmiente de Manzanares, que se apretó por chicuelinas. En banderillas hubo dos
momentos selectivos: el público se quedó con el apurado par de Rafael Rosa, la
afición se fijó en el capote de Suso y en cómo lo tomó el mansito castaño. A
Manzanares aquello no le convenció, aunque en la tanda diestra inicial -no
existen las aperturas de faena para el matador alicantino- las embestidas se
repitieron por abajo. No hubo continuidad. Hasta la siguiente serie pasaron dos
o tres minutos de reloj. Un enorme paseo. Y cuando sucedió no hubo ajuste. Un
esplendoroso cambio de mano disimuló. El buen pitón derecho se perdió entre la
sucia apuesta por la izquierda y la elección de los terrenos del «7». Para
cuando regresó a la mano del toro rascó tres redondos ya de últimas.
El supuesto invitado de piedra pegó un puñetazo en la mesa.
Alejandro Talavante había saludado con lacios lances al cabezón negrito tercero
de exangüe aliento y estrecha complexión; la corrida empezaba a parecer fea.
Sus huesos molidos volvieron a los corrales. El voluminoso sobrero de
Garcigrande pareció a ratos dañado. Como si se hubiese lastimado en el caballo;
con los palos se constató. Pero el trato, el pulso y la seda de Talavante
cambiaron los augurios. La izquierda del tipo clavado en la boca de riego de la
Maestranza citó con inmensa generosidad. Brotó el galope como luego brotaría
una cierta bravura. Los naturales surgían ayunos de toques, suavemente ligados,
sutilmente embrocados. No había esfuerzo en el toreo desnudo de ornamentos, no
había más que muñeca. Un molinete zurdo abrió la serie y un pase de pecho
eterno la abrochó por todo lo alto. La banda del maestro Tejera no rompía.
Alejandro sí que rompió a torear por la derecha. Sin obligar tampoco, más
quebrado después. Respondía el garcigrande.
Y la faena subía de decibelios pese a la sordina de los
tendidos. Para la cuarta ronda despertó el pasosoble. Tardía la respuesta, fría
más que sentida. AT seguía en el platillo con la verdad por delante, sin darle
importancia al toreo que pasaba por sus muslos y sus espinillas sin un
aspaviento más allá de la arrucina, que salió elegante como la faena esta vez.
El cierre genuflexo desprendió la misma torería que se multiplicó en la
orfebrería de adornos de la faena. La limpia ejecución del volapié amarró la
oreja como la estocada.
Negro como su hosca mansedumbre saltó el montado cuarto. Un
cabrón para llamarse Fantástico. Desde que apareció y midió el capote de
Morante, que se creció en el quite. Inmensas dos verónicas y la media. A Lili
le pegó una cornada el manso, que esperó la llegada furtiva y lo atrapó en la
salida chalequera del par. Le dio arriba y abajo; hizo presa y carne.
Morante de la Puebla travistió sus tripas de corazón. Un
esfuerzo a contracorriente. Puesta la izquierda, desmelenada la cabellera,
trazó dos naturales como crujidos que le animaron. La cara del toro por el
palillo, la fijeza perdida. Y otra vez Morante valiente, otra vez y otra. Hasta
que por alto le quebró el lomo al buey con dos ayudados bárbaros y
abelmontados. De ahí y de todo lo anterior huyó la bestia entre coces. En la
puerta de toriles lo cazó el de La Puebla. Un aviso había caído ya. Demasiado
atravesada la estocada. Sin muerte. La huida barbeando tablas trajo la
impotencia del descabello. La frustración ante los segundos que pasan sin
humillación. Otro aviso. Y otro. El toro vivo al corral. La Maestranza se
dividió. Pero Morante salió a recoger la ovación frente a los disidentes. La
prudencia a veces es la mejor consejera. El esfuerzo se había hecho, mas el
resultado final...
Que Dios les conserve la vista a los ojeadores de Sevilla.
El quinto sumó con sus grandonas y bastas hechuras, su mansedumbre de
atropellar la muleta. Topar no es embestir. Lo saben en casa de Domingo
Hernández y Garcigrande, la casa de los Justos. Manzanares gastó tiempo y
voluntad; la espada reventó al rajado toraco.
Es tan sobrado el valor de Alejandro Talavante, que
probablemente no transcienda en toda su dimensión. Volvió a hacerlo con un
sexto que abría tanto la cara como toda la corrida. Y la superaba en falta de
clase. Y soltaba la cara. No era mejor pero allí Talavante pisó de nuevo
terrenos de fuego. Como si fuese bueno el toro. Y le sacó todo y más por las
dos manos. No hacía falta la música. Que era el convidado de piedra en la mesa
de los consentidos lo sabíamos antes de que sonasen los clarines. Lo que
desconocía la parroquia es que iba tirar del mantel. Más de lo que la
caprichosa gente cree. Una putada el pinchazo postrero. Lástima que Talavante
sólo tenga esta tarde en Sevilla. Entrarían todos gateando por el aro de su
verdad.
DOMINGO HERNÁNDEZ / Morante de la Puebla, Manzanares y Talavante
Toros de Domingo Hernández y
un sobrero de Garcigrande (3º bis),
agradecido, de menos a más; de aparatosa cara y desiguales hechuras y remates
compusieron un conjunto feo; frenado el 1º; de buen pitón derecho el mansito
2º; atropellaba el rajado 5º; infumable y el complicado 4º; soltaba la cara sin
ninguna clase el 6º.
Morante, de azul pastel cielo y azabache. Estocada
tendida y algo atravesada (silencio). En el cuarto, estocada muy atravesada e
incontables descabellos. Tres avisos (saludos con división de opiniones).
José María Manzanares, de rioja y oro. Estocada contraria
(silencio). En el quinto, estocada (silencio).
Alejandro Talavante, de azul pavo y oro. Estocada (oreja). En
el sexto, pinchazo y estocada. Aviso (saludos desde el tercio).
Plaza de toros de la Maestranza. Domingo de Resurrección, 27 de marzo de
2016. Lleno de "no hay billetes".
PARTE MÉDICO: "Herida por asta de toro en cara
interna de muslo izquierdo que provoca desgarro de 15 centímetros en el músculo
vasto interno, diseccionando y lesionando vena safena interna. Pronóstico
grave. El banderillero Antonio Jiménez 'Lili' ha sido trasladado al Hospital
Sta. Ángela de la Cruz".
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