viernes, 11 de marzo de 2016

FERIA DE FALLAS EN VALENCIA – NOVILLADA DE ABONO: Andy Younes, un proyecto de torero

El joven novillero arlesiano cautiva con su formidable firmeza y una personalidad taurina inspirada en los moldes de Castella pero teñida de rara originalidad.
BARQUERITO
Foto: EFE

CADA UNO DE LOS SEIS novillos de López Gibaja fue de una manera. Nunca más justo lo de desigual para calificar una novillada que, al clásico modo, se anunció como “de desecho de tienta y cerrado”. Vieja prosa. Por cara, que es lo primero que se mira y ve, sobresalieron dos novillos: un tercero acodado y de ancho balcón, y un cuarto entre tocado y remangado de cuerna, astifino, más ofensivo que ningún otro. Este cuarto, de muchos pies y llamativa alegría, apretó en el caballo, galopó en banderillas y fue de ritmo muy vibrante. Toro de gran corazón y notable fijeza.

El año pasado López Gibaja echó en Fallas una novillada encastada, de buena nota. Este cuarto superó con mucho el promedio de entonces. Lo ovacionaron en el arrastre con fuerza y hasta pidieron la vuelta al ruedo no sin razón. El tercero, colorado, se picó corrido y sin acierto, se soltó de engaños, estuvo por rajarse un par de veces y tuvo, en fin, un aire noblote sin más. El toro que partió plaza, muy codicioso, acusó la secuela de dos puyazos muy traseros y eso, unido a su fondo temperamental, le hizo emplearse con la cara alta, empleándose pero sin descolgar. El sexto, de linda pinta, burraco, también cobró trasero, pero en nobleza ganó a todos. A todos menos al cuarto, cuya torrencial potencia encubría sin pretenderlo su noble son.

El segundo, gacho y cuajadito, metió los riñones en varas, cobró un volatín tremendo –la voltereta casi a pulso- y fue de muy desigual estilo: amagos de irse a tablas, algún viaje protestón, embestidas rebrincadas casi siempre. Y un quinto que fue garbanzo negro. Estrecho, ensillado, zancudo, sacudido, trotón, se dolió de varas, quiso saltar al callejón pero le faltó un impulsito, lamió tablas antes de banderillas, salió escopetado del primer rehilete clavado y no dejó de huir asustado. Barbeando tablas hasta la hora de doblar pero aculado las solo dos veces en que detuvo la marcha. No el manso pregonado del que hablaban los clásicos, porque por no tener no tuvo ni sentido, pero sí el manso cabriloco que, a su manera, hace delicias y sufrir.

Los lotes se repartieron al azar. La mayoría de la gente estaba en la plaza por Varea, que tiene nombre y fama bien ganados. Paisanos de Almassora, entre Castellón y Burriana; aficionados de Onda, Bechí y del propio Castellón, donde el pasado 28 de febrero despachó seis novillos con relativa facilidad. Y, en fin, el aficionado fiel de Valencia, que ha visto al torero hacerse o irse haciendo. Un chasco, porque el lote de Varea, el rajadito y el cabriloco, no invitó sino a mostrar oficio. El detalle de torear Varea de salida a los dos, pero sus lances mejores fueron los de un breve quite al gran cuarto. Una tanda de trincherillas cosidas con pases de la firma fue, en el segundo toro, su logro más redondo dentro de una faena de artificial compostura y grave apariencia. Es torero serio este Varea: ni un gesto para la galería. Y una falta de sitio y fe con la espada digna de preocupación porque el torero está anunciado en Sevilla y en Madrid la próxima primavera. Y con la alternativa casi anunciada para junio en Alicante.

El veterano Jesús Chover, valenciano de Benimámet, la pedanía capitalina donde nació también el célebre arquitecto Santiago Calatrava, no es precisamente un novel: veinticinco años, debutante con picadores en 2010. Con los dos toros de mayor viveza defendió dignamente su papel de cabeza de cartel, no se arrugó aunque costara estar delante de sus dos toros, puso buenos pares de banderillas de distinto género, capoteó con ritmo limpio y raudo y muleteó sin desmayo con un engaño muy montado y en pases en línea y casi siempre por fuera. Toreo defensivo, de incuestionable honradez. Dos faenas interminables.

El hombre de la tarde fue, para sorpresa de la inmensa mayoría, el arlesiano Andy Younes, de cuya carrera como torero de valor ha habido en la Francia taurina cumplidas muestras. El valor es la firmeza, aunque no solo, y firme como si se hubiera atornillado de zapatillas anduvo Younes en sus dos turnos. Igual de quieto con el proceloso tercero que con el bondadoso sexto. De rodillas, en circulares cambiados, en soberbios pases de pecho, al natural ayudándose, en redondos incompletos, acompañando viajes con irregular compás. Una firmeza que tiene modelo bien visible: Sebastián Castella. El modo. Solo que físicamente son casi antagónicos. Además de la firmeza de Castella, el repertorio del toreo cambiado por la espalda en la apertura de faena o intercalado en plena faena. De sello propio un descaro particular que traduce fe del torero en sí mismo. Todavía un proyecto de torero, torero por pulir y sin hacer, pero capaz de pensar, no solo arriesgar: rectificar distancias, resolver al hilo del pitón con toques precisos, armonía para dibujar de repente el muletazo más cadencioso del mundo o un lance de alta escuela. Uno o dos. O tres. Corazón para atacar con la espada y genio para llegar a la gente, que lo jaleó mucho. Un debut feliz en una feria española de primera. El pasado septiembre, en la Vendimia de Nimes, ya hizo sonar las trompetas.

FICHA DEL FESTEJO
Valencia. 1ª de Fallas. 3.500 almas. Soleado, fresco. Dos horas y treinta y cinco minutos de función. Seis novillos de Antonio López Gibaja.
Jesús Chover, silencio tras dos avisos y palmas.
Varea, saludos tras un aviso y ovación.
Andy Younes, oreja y oreja.
Un meritorio par al sesgo de Diego Valladar al quinto.

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